lunes, 13 de febrero de 2017

Kuan Yin, la diosa china de la compasión - "La que Escucha los Llantos del Mundo"



"Durante más de mil años se ha reverenciado a Kuan Yin popularmente como la diosa de la compasión en China, Corea y Japón. La importancia de la divinidad y el consuelo que ofrecía a los mortales comunes que daban por sentado que la diosa escuchaba sus penas, le otorgan el mismo significado que tiene la Virgen María en el catolicismo romano. Ni Kuan Yin ni la Virgen María son diosas en sus tradiciones teológicas tradicionales, pero en la práctica se las invoca con rezos como si fueran personajes divinos y sagrados. Desde una perspectiva psicológica, son arquetipos similares.
Kuan Yin y la Virgen María visten ropas que ocultan el cuerpo, y el espectador dirige su atención a la serenidad de su rostro.

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A Kuan Yin suele representársela en las pinturas de pie, sobre una flor de loto, o sentada en una roca contemplando el agua. Son estatuas de una mujer vestida, de una gracia incomparable y una edad indeterminada, que sostiene en una mano un jarrón de «dulce rocío», simbolizando el néctar de la compasión, y en la otra, un ramillete de sauce para rociar con este néctar la cabeza de los que apelan a su misericordia.

Existen también representaciones de Kuan Yin portando ricas vestiduras y joyas que casi podrían confundirse con las de María, cuando va ataviada como la Reina de los Cielos. Sea cual sea su forma, su atributo principal es "la compasión pura e inquebrantable, completamente despojada de orgullo o venganza y que se resiste a castigar incluso a aquellos a los que les convendría recibir una buena lección".

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John Blofeld, un famoso especialista en religiones orientales, describió en Bodhisattva of Compassion muy diversas maneras de percibir y comprender a Kuan Yin. Era una diosa popular que contaba con diversos santuarios a lo largo y ancho de toda la China precomunista destinados a su veneración. Estos enclaves sagrados solían encontrarse cerca de cursos fluviales o en emplazamientos con vistas a un lago o al mar. La única condición necesaria para orar a Kuan Yin y pedir su ayuda, siempre y cuando el deseo que se pidiera no fuera maligno, era creer en su poder de asistencia. No se exigía, en cambio, ser piadoso u observar una conducta estricta.

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La manera más sofisticada de percibir a Kuan Yin es como una bodhisattva, que Blofeld describió en términos parecidos al concepto jungiano de arquetipo.

Taigen Daniel Leighton, un sacerdote zen americano, describió explícitamente a Kuan Yin y a otros bodhisattvas como arquetipos. En Bodhisattva Archetypes explica que las imágenes que tenemos de ellas son representaciones de las cualidades que han surgido en nuestro interior y en el de todos los seres. Las bodhisattvas están dedicadas al despertar o a la iluminación de cada persona. Existen como guías y como consuelo de los seres que sufren, y proponen una vida espiritual plena de sentido. El nombre en sánscrito de la bodhisattva de la compasión es Avalokiteshvara, de las cuales Kuan Yin es la más famosa. Las cualidades que se asocian a las bodhisattvas de la compasión son la bondad, la ternura, la sensibilidad, la empatía y la amabilidad. El otorgar a los demás sencillamente lo que desean y necesitan es una de sus características.

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Para adoptar una actitud compasiva hay que ser capaz de sentir compasión por uno mismo y por los demás, y la manera más natural de hacerlo es crecer en un ambiente donde impere la justicia y el amor, donde los niños y las niñas importen, y donde la empatía y la compasión las prediquen el ejemplo y la historia en el seno de la familia y la cultura. Como observó Robert Coles, doctor en medicina y autor de The Cali of Service: A Witness to Idealism: «Un niño o una niña al que se haya tratado con bondad y que es capaz de evocar a los demás sin problemas reaccionará bien ante las situaciones desesperadas del prójimo».

La regla de oro que dice «lo que tú no quieras, no lo quieras para los demás» es un mensaje universal que está en la raíz misma de toda acción compasiva, así como los refranes que nos aconsejan «ponernos en la piel de otra persona» son lecciones de empatía. Las familias y las instituciones que maltratan al individuo y se muestran indiferentes al sufrimiento y la justicia social enseñan a temer en lugar de a amar, y a perpetuar los malos tratos y la indiferencia con sus actos y actitudes.

Las bodhisattvas son un ideal en el budismo de Mahayama (el Gran Vehículo), que es la rama dominante del budismo en Tíbet, China, Taiwan, Mongolia, Corea, Japón y Vietnam. Un o una bodhisattva hace el voto de no retirarse del mundo como un buda que ha alcanzado el pleno estado de la iluminación hasta que él o ella sea capaz de atender a todos los seres sensibles para que alcancen la iluminación y se liberen del sufrimiento. Leighton puntualiza que las cualidades de un bodhisattva aparecen en gentes de toda condición y religión, y cita ejemplos tan diversos como Martin Luther King Jr., la Madre Teresa, Gloria Steinem, Bob Dylan y muchos otros personajes contemporáneos.

El buda histórico fue Siddharta Gautama, que vivió en India en el siglo VI a. de C. La bodhisattva de la compasión, de la cual Kuan Yin es la más popular y conocida, posee más diversidad de formas que cualquier otra. Hay bodhisattvas de la compasión femeninas y masculinas, y muchas imágenes poseen una apariencia andrógina. Los diversos sistemas existentes describen desde siete a ciento ocho manifestaciones de esta bodhisattva. En Tíbet se llama Chenrezig. El Dalai Lama actual, que es el decimocuarto, es una encarnación de Chenrezig.

Poco tiempo antes de recibir el premio Nobel en 1989 el Dalai Lama participó en una serie de debates sobre la acción compasiva en un congreso. En ese entorno hubo una discusión muy animada entre su santidad y siete psicólogos y psiquiatras (en la que tuve el honor de participar) que duró tres días y que se celebró ante una audiencia entregada. El Dalai Lama cambió mi manera de entender la compasión; antes yo creía que la compasión era lo mismo que la empatía. Sin embargo, él destacó que la compasión genuina genera un sentido de la responsabilidad espontáneo que nos impele a actuar para aliviar el sufrimiento. El comité noruego para el premio Nobel citó unos versos que su santidad recita a diario y que contienen los elementos fundamentales de los votos de un bodhisattva:

Mientras perdure el espacio,
mientras existan los seres sensibles;
hasta ese mismo momento,
yo también perduraré,
y disiparé las desgracias del mundo.


La tradición de los bodhisattvas presenta la compasión con personajes masculinos, femeninos o indistintamente femeninos y masculinos. En el plano psicológico, y a medida que entramos en la edad madura, hombres y mujeres se vuelven más andróginos, y dado que la compasión es una cualidad humana que se desarrolla con el tiempo, es apropiado que exista una ambigüedad en lo que concierne al sexo de todas esas representaciones de la bodhisattva de la compasión, que, por otro lado, muestra una edad intemporal. La compasión carece de edad, y es un atributo no exclusivo de los dos sexos. Muchos niños vienen al mundo con una compasión inherente a ellos que muchos adultos han perdido por el camino o han desarrollado tan sólo después de haber padecido el sufrimiento en carne propia.

A pesar de que la compasión es una cualidad universal y un atributo que se encuentra en hombres, mujeres y niños, llamo a Kuan Yin arquetipo de la anciana porque la conciencia consciente de su desarrollo es una experiencia común a todas las mujeres mayores. Varias personas me han comentado que cuando eran más jóvenes, se mostraban sentenciosas e implacables con sus padres, y que ahora sienten compasión y tienen una buena relación con ellos. Hay quien describe lo dura e incluso vengativa que era antes, y ahora confiesa haberse convertido en alguien muy diferente.

Son muchas también las que recuerdan que su ignorancia les hacía temer a las personas de una determinada clase social, religión o raza, o a los homosexuales. Hay quien no olvida, por último, que se mostraba insensible consigo misma y que siempre se repetía: «No me exijo lo suficiente».
Kuan Yin nos vuelve más amables y tolerantes con nosotras mismas y con los demás. Es curioso, pero parece ser que envejecer y hacerse más sabia esté unido indefectiblemente con la bondad.

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La contemplación de esta estatua en concreto de Kuan Yin me ayudó a comprender el arquetipo de La que Escucha los Llantos del Mundo. Es esa capacidad de escuchar con empatía, aceptando a la persona y a sus sentimientos sin mostrarse sentencioso o a la defensiva.
Es la capacidad de escuchar y soportar el dolor, la rabia y el sufrimiento ajenos, que el arquetipo puede contribuir a mitigar. Es un acto responsable que implica un sentimiento y una actuación, aunque no se observe ninguna acción física.

Esta clase de reacciones son las que sanan. Ésa es la razón de que las personas que sienten que sus actos o los de los demás les han convertido en marginadas puedan sanar si se arriesgan a hablar de los motivos que les inspiran esos sentimientos. Contar estos secretos con valor y escuchar con la compasión de Kuan Yin son dos partes de un mismo proceso curativo.

El arquetipo de la compasión está presente en los grupos de terapia curativa, en las sesiones de psicoterapia y en cualquier otra relación que posibilite la curación de las heridas psicológicas y espirituales. Escuchar y contar implica correr un riesgo, sin embargo. Es difícil ser testigo y escuchar con compasión sin verse involucrado personalmente en la historia. Cuando escuchamos con empatía, eso que oímos penetra en nuestra imaginación, en el corazón, el cuerpo y el alma.

Ahora bien, si lo que escuchamos sobrepasa nuestra propia experiencia e incluso nuestra comprensión, tenemos ante nosotras la tarea y la oportunidad de convertirnos en alguien "más grande" y ser capaces de controlar lo que oímos y sentimos. La oyente corre el riesgo de quedar traumatizada indirectamente a causa de su empatía o de volverse distante emocionalmente cuando escuchar se convierte en una empresa demasiado ardua para ella. Kuan Yin es el arquetipo al que acudimos para poder escuchar y soportar nuestro propio dolor y el dolor de los demás, y sentir misericordia."


Tomado del libro
"Las Diosas de la Mujer Madura"
de Jean Shinoda Bolen