lunes, 4 de julio de 2011

La primera tarea no consiste en crear, sino en dejarse llevar - Clarissa Pinkola Estés



Al principio, mientras uno conserva la inocencia respecto de las verdades de la vida creativa, puede creer que, al dedicarse a ella, la existencia será color de rosa. Sin embargo, todo artista que tenga su fervor brillante e intacto sufre una ruptura. Suele ser un quiebre difícil y paradójico, pues le muestra la realidad desnuda de la vida creativa y, al mismo tiempo, le otorga una fortaleza muy grande, cuyos beneficios descubrirá más tarde.

En el mito griego, dicha ruptura se expresa en las siguientes imágenes y metáforas. Perséfone está jugando en el prado de flores cuando, de repente, el sol se oscurece y la tierra comienza a vibrar. Se abre una grieta en zigzag y del mundo de los muertos (es decir, de las entrañas de la tierra) surge el gran Dios de la oscuridad, Hades.

Perséfone, con sus sandalias desatadas y las cintas al viento, es tomada por la cintura y raptada. Con ella en su carro negro, tirado por cuatro corceles negros que lanzan fuego por los ollares, Hades se hunde cada vez más en las profundidades. La tierra se cierra sobre ellos sin dejar una sola huella, como si nada hubiera pasado.

Para aquellos que se abran camino hasta el hogar de la psique en el inconsciente, esta constituye la primera entrega, la rasgadura del ego que permite la revelación del deseo más profundo del alma. ¿Acaso piensas que sólo debes crear cosas lindas, buenas y dulces? ¿Lechuzas sin garras, leones sin colmillos, mujeres y hombres sin aspectos oscuros? ¿Eliminar la ferocidad? ¿Crear estabilidad sin cavar pilares profundos? Si es así, un dios oscuro acechará para raptarte.

Si dejas que la fuerza creativa te lleve a las tierras desconocidas, descubrirás que el verdadero estado de creación es un estado místico que te transporta adonde él quiere y, lo que es mejor, engendra en ti pensamientos que no sueles tener.

Los novelistas, por ejemplo, generalmente lo explican así: ¨Algo se apodera de mí, algo que soy yo y que no soy yo¨. ¨Ser llevado¨ a algún sitio valioso es el deseo de todo artista sensible y también lo que más teme. ¨Ser llevado¨ es el premio que recibes por haber tenido la valentía de salirte del camino e introducirte en la oscuridad del bosque.

Clarissa Pinkola Estés
Selección y traducción de Alejandra Abajo y Leandro Wolfson,
del audio libro The Creative Fire: Myths and Stories about the Cycles of Creativity (El Fuego Creativo: Mitos y Cuentos sobre los Ciclos de la Creatividad)
para la Revista Uno Mismo, nº 138, diciembre 1994, pps. 34-42



Ilustración: Rosario Elizalde

Fuente: http://lapalabrachamanica.blogspot.com/

"LOS FRUTOS DE LA VIRGINIDAD" (The Pregnant Virgin) - Marion Woodman

Este libro es un estudio que fue evolucionando. Su primer nombre fue Crisálida. Cuando llegó el momento de su nacimiento, era demasiado grande para el nombre que le había dado. Su esqueleto -el proceso de metamorfosis de oruga a crisálida y de crisálida a mariposa- estaba intacto, pero el todo era mayor que la simple suma de sus partes. Las partes se concentran en aquellas etapas del desarrollo de una crisálida en las que la vida deja de ser lo que era.

Ya no somos lo que éramos, pero no sabemos en qué podemos transformarnos. Nos sentimos como una masa informe, temerosos de nuestra salida del útero. El todo se refiere al proceso de embarazo psíquico, ese proceso en que la virgen, sin dejar de serlo, vive eternamente embarazada, eternamente abierta a nuevas posibilidades.

La analogía entre la virgen embarazada , por una parte, y la crisálida y la mariposa, por otra, no es una idea original. En la antigua Grecia, la palabra con que se designaba el alma era Psique y en muchos casos se la representaba como una mariposa. La emergencia de la mariposa desde la crisálida era similar al nacimiento del alma a partir de la materia, un nacimiento que por lo general se asimilaba a la liberación y que, por lo tanto era un símbolo de inmortalidad. El Niño Divino, el Redentor, el hijo del espíritu que va desarrollándose en el útero de la virgen, encuentra una expresión natural en la imagen de la mariposa alada que se transforma dentro del capullo y se dispone a liberarse de la criatura que se arrastra sobre su vientre. Pero al hablar de la oruga y la mariposa , en este libro, no se hace la distinción habitual entre cuerpo y alma, entre vida mortal e inmortal. El libro es un estudio de la presencia de una dentro de la otra y en él se sugiere que en realidad la inmortalidad está contenida en la mortalidad y que, depende de ella. En él analizo cómo se puede restablecer la unidad entre cuerpo y alma.



Flora, uno de los personajes de La Primavera de Botticelli, representa la
paradoja de la aparente quietud interior del embarazo. Flora encarna la belleza evanescente de la jóven que florece hasta convertirse en mujer. Como la tímida ninfa terrestre Cloris, se ha entregado al aliento de de Céfiro y se despierta convertida en la serena y sensual Flora. Al igual que María fecundada por el Espíritu Santo, se alza radiante y llena de gracia mientras mira a quien la contempla directamente a los ojos, con una feminidad llena de franca y lírica ternura.

La escritura de este libro fue un embarazo que duró nueve meses. El libro se negó a aceptar un esquema preconcebido y fue evolucionando a lo largo de su propia metamorfosis. En Agosto pasado, cuando estaba en mi "segundo mes de embarazo", tuve las típicas naúseas por las mañanas. Bastaba una sola mirada a la hoja en blanco para sentir malestar. Temí perder al niño. Pero como siempre suele pasar cuando estoy bien consciente como para plantear la pregunta indicada, recibí la respuesta en un sueño:



Estoy sentada en unos escalones cerca de las aguas de la bahía de Georgia, tratando de hacer un cilindro con una hoja grande de nenúfar, pero la hoja no obedece a mis movimientos. Cada vez que logro enrrollar una de las puntas, la otra se desenrrolla. Detrás de mí hay un hotel. Dos hombres se están peleando en el balcón. Siento que sus golpes retumban en mi cuerpo. Pienso que debería tratar de hacer algo, pero una voz me ordena: "Dale forma a tu flauta!"

Sigo enrrollando la hoja y, de pronto, uno de los hombres empuja al otro, que cae del balcón y pasa casi rozando mi cabeza. Ahora sí tengo que hacer algo. Estoy a punto de levantarme cuando una voz me ordena nuevamente: "Dale forma a tu flauta!"

Ahora comprendo. Lo que estoy haciendo es crear un instrumento. A mi lado, un poco hacia atrás, veo una rana rodeada de huevos verdes, que sonríe inmensamente orgullosa mientras espera que termine de armar la flauta para pasar los huevos a través de ella e ir produciendo sonidos que tengan sentido.


Cuando despierto ya sé cuál era el problema: en lugar de concentrarme con todas mis fuerzas en hacer la flauta estaba dejando que me distrajeran los golpes de los hombres que estaban en el balcón. Conocía perfectamente sus voces. Pero había ,una voz femenina oculta, tenaz y orgullosa.Estaba en un callejón sin salida.

Camino entre los arbustos hasta llegar a la bahía de Iris, pensando en el nenúfar, el loto canadiense cuya flor encierra un simbolismo muy parecido al de la rosa. Sus raíces se adentran en el lodo fértil y, a través del firme tallo, dan alimento a las hojas y las flores. Serena en su blanca sencillez, la flor se va abriendo al sol pétalo por pétalo, como símbolo de la Diosa -Prajnaparamita, Tara, Sofía, de la creación que se abre a la Conciencia. El nenúfar es la flor del corazón, del conocimiento, del despertar de Dios en el alma. Su divina sabiduría libera de las pasiones y del dolor que provocan los deseos del yo.

Tomo una hoja de nenúfar y me concentro en armar la flauta, recordando la sonrisa abierta de la rana. Indudablemente, la hoja de loto es el instrumento adecuado a través del cual soplar sus huevos. Pero cómo hacerlo? Cómo se pueden expresar conceptos psicológicos a través de una hoja de loto?...


...Salto a salto, dejándome llevar por la fe en mis instintos de rana. Dando un salto hasta apoyarme en la próxima hoja. Y otro salto, segura de que otras ranas comprenderán. Salto a salto, recordando mi diario de vida que parece un manuscrito de Beethoven, con manchas de tinta azul, roja, amarilla y verde; con páginas rotas por la indignación de mi pluma, con manchones de lágrimas, saltando feliz a los signos de exclamación a los guiones que expresan mucho más que las palabras que enmarcan; mi diario de vida, que vibra con los latidos de un proceso que avanza. ¿Cómo se puede crear una flauta que encierre esa honestidad y que al mismo tiempo sea convincente desde el punto de vista profesional? ¿Cómo puede una mujer escribir desde su verdadero centro, sin que la califiquen de histérica? Salto! Y una larga pausa luego.

Entonces la rana me habló desde el barro.



Con esa conversación, la Crisálida se convirtió en capullo. Durante semanas estuve tratando de encontrar una sintaxis que reflejara al mismo tiempo la pasión de mi corazón y el desapego de la mente.

Lo que más me alentó fue la imagen de una diosa india con las manos unidas en un gesto que bien podría rodear a una hoja de loto. Conocidos como el lazo del engrandecimiento, lo que significa boda o coronación, sus dedos perfectamente definidos parecen acunar una perla o una flor. La punta de los dedos del medio, que apenas se tocan, simbolizan la unión de los opuestos. Todo parecía apuntar a un estilo decidido, dulce y andrógino..."

LAS CRISÁLIDAS por Marion Woodman, fragmentos de su libro "Los frutos de la Virginidad"


El sol besó mi Crisálida
Y me levanté
y viví

Emily Dickinson



...Tenía tres años cuando hice el descubrimiento psicológico más importante de mi vida. A esa edad descubrí que, obedeciendo a sus leyes internas, un ser vivo pasa por ciclos de crecimiento, muere y vuelve a nacer como un nuevo ser.
Un día, estaba jugando con mi pipa de mazorca de maíz con la que hacía burbujas mientras ayudaba a mi padre en el jardín. Me gustaba ayudarle porque él comprendía a los insectos y a las flores, y sabía de dónde venía el viento. Cuando encontré un bulto pegado en una rama, papá me explicó que la Oruga Catalina se había hecho crisálida, y me propuso que la lleváramos a casa y la claváramos en la cortina de la cocina. Algún día, de ese bulto iba a surgir una mariposa.

Ya había visto cosas misteriosas en el jardín de papá, pero esto superaba incluso mi imaginación. De todos modos, con mucho cuidado, atravesamos los dos alfileres de la crisálida en la cortina y todas las mañanas bajaba corriendo las escaleras con mi muñeca y mi pipa para mostrarles la mariposa. ¡Pero la mariposa no aparecía! Papá me decía que tenía que tener paciencia. Las crisálidas parecen muertas, pero dentro de ellas se van produciendo cambios extraordinarios. La vida de una oruga es muy distinta de la vida de una mariposa y necesitan cuerpos diferentes. Una oruga sólo mastica hojas; la mariposa bebe néctar.

La oruga es asexuada, casi ciega y tiene que arrastrarse por la tierra; la mariposa pone huevos, y puede ver y volar. La mayoría de los órganos de la oruga se disuelven y el líquido que queda ayuda a que crezcan las alas, los ojos, el cerebro y los diminutos músculos de la mariposa que se va desarrollando. Pero todo el proceso es muy difícil, tan difícil que la criatura no puede hacer nada más en esa etapa. Tiene que quedarse dentro de su capullo protector. Yo seguía esperando que esa oruga perezosa y glotona se transformara en una delicada mariposa, pero para mis adentros había llegado a la conclusión de que papá se había equivocado.

Sin embargo, una mañana, cuando estábamos comiendo nuestro cereal mi muñeca y yo, me di cuenta que no estaba sola en la cocina. Y ahí estaba, con las alas abriéndose todavía, brillando apenas con la luz transparente; era un ángel capaz de volar. Su capullo estaba vacío. Ese hecho misterioso que se produjo en la cocina fue mi primer contacto con la muerte y el renacer.



Años más tarde descubrí que la mariposa es un símbolo del alma del ser humano.

También descubrí que, apenas sale del capullo, la mariposa deja caer una gota de excremento que se ha ido acumulando. Generalmente es una gota roja y, a veces, la mariposa la deja caer en su vuelo. Es así que un conjunto de mariposas pude producir una verdadera lluvia de sangre, fenómeno que despertaba terror y recelo en las antiguas culturas y que en algunos casos daba lugar a verdaderas masacres.
Simbólicamente, para liberar a nuestra mariposa también tenemos que sacrificar una gota de sangre, dejar el pasado atrás y mirar hacia el futuro.


La delicada transformación que se produce en la crisálida es una transformación crepuscular entre el pasado y el futuro. Una parte de nosotros sigue mirando hacia atrás, añorando la magia de lo perdido; otra se alegra de despedirse de nuestro pasado caótico; otra observa hacia delante con todo el valor que logra reunir; otra se entusiasma ante las posibilidades de cambio; otra se queda inmóvil, sin atreverse a mirar en ninguna dirección.

Quienes aceptan conscientemente a la crisálida, ya sea en el psicoanálisis o en su vida diaria, aceptan la paradoja de la vida y la muerte, una paradoja que adopta distintas formas en cada nueva espiral de crecimiento.


En El viaje de los magos de T.S. Elliot, uno de los Reyes Magos describe lo vivido en Belén de regreso en su país:

... así que seguimos y llegamos al anochecer, ni un momento antes de tiempo para encontrar el sitio: fue (podría decirse) satisfactorio. Todo eso pasó hace mucho, lo recuerdo. Y lo volvería a hacer; pero escribid. Esto escribid. Esto: ¿se nos llevó tan lejos a buscar Nacimiento o Muerte? Había un Nacimiento, es cierto, tuvimos prueba sin duda. He visto nacimiento y muerte, pero había creído que eran diferentes; este nacimiento fue dura y amarga angustia para nosotros, como Muerte, Nuestra muerte. Volvimos a nuestros sitios, a estos Reinos, pero ya no más a gusto aquí, en el viejo estado de cosas, con una gente extraña aferrándose a sus dioses. Me alegraría de otra muerte. Si aceptamos esta paradoja, lo que parece ser una contradicción intolerable no nos aplasta. El nacimiento es la muerte de la vida que conocíamos; la muerte es el nacimiento de la vida que aún no hemos vivido. Tenemos que aceptar esta contradicción y dejar que nuestro círculo se amplíe. Los que nunca salen del capullo; los que encuentran que la vida es “fastidiosa, rancia, vana e inútil” o, como se dice actualmente, “aburrida”, tiene un grave problema.

Sin poder escapar de su inmovilidad, se aferran a sus juguetes de la infancia, se alejan de la realidad actual y se quedan sentados, esperando liberarse del dolor por arte de magia y poder vivir entonces en un mundo “justo y bueno”, un mundo de fantasía que tenga la inocencia de la niñez. Temerosos de abandonar las relaciones que les impiden crecer; temerosos de enfrentarse a los padres, los compañeros o los hijos que siguen teniendo actitudes infantiles, se hunden en la enfermedad crónica o la muerte psíquica. La vida se convierte en una red de ilusiones y mentiras. En lugar de hacerse responsables de lo que sucede y de aceptar el desafío del crecimiento, se aferran a la estructura rígida que han ido construyendo o que recibieron al nacer.

Tratan de permanecer “estáticos”, en una actitud que atenta contra la vida, porque la ley de la vida es el cambio. El quedarse “estático” equivale a la descomposición, sobre todo en el Jardín del Edén.

¿Por qué sentimos tanto temor ante el cambio? ¿Por qué, cuando estamos tan ansiosos por cambiar, nos desesperamos aún más cuando empieza a producirse una transformación?

¿Por qué perdemos nuestra fe infantil en el crecimiento? ¿Por qué nos aferramos a nuestros antiguos lazos en lugar de abrirnos a nuevas posibilidades, al mundo desconocido de nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra alma?

Plantamos grandes bulbos de amarilis. Los regamos, dejamos que les dé la luz del sol, vemos como aparece el primer brote verde, el tallo que se apresura a crecer, las yemas, y luego admiramos las hermosas flores acampanadas que ofrecen un aleluya a la nieve del jardín. ¿Por qué tenemos que tener más fe en un bulbo de amarilis que en nosotros mismos? ¿Será porque sabemos que la amarilis va creciendo guiada por una ley interior, una ley con la que ya hemos perdido contacto?

Si nos damos tiempo para escuchar a la amarilis, podemos vibrar con su silencio. Podemos sentir su eterna quietud. Podemos llegar al fondo del misterio. Y en ese lugar, el lugar de la Diosa, podemos aceptar el nacimiento y la muerte. La bellísima flor va a morir algún día, pero si permitimos que el bulbo repose y lo dejamos en la oscuridad, el próximo año surgirá otra flor.

La inseguridad es la esencia misma del temor ante el cambio. Quienes reconocen su propio valor entre sus seres queridos pueden marcharse y volver sin temor al alejamiento. Saben que los quieren por ser como son. Nuestra sociedad dominada por la informática es fascinante y eficiente, pero está destruyendo cada vez más los auténticos valores humanos.

Por muy compleja que sea una máquina, no tiene alma ni se guía por sus instintos. Una computadora pude vomitar todos mis datos personales, pero no puede recorrer los pasadizos subterráneos de mi soledad, ni escuchar mi silencio, ni responder a la sombra que pasa frente a mis ojos. No puede calcular la profundidad y la extensión del alma humana.

Cuando una sociedad se programa deliberadamente de acuerdo con una serie de normas que apenas se relaciona con los instintos, el amor o la intimidad, quienes se deciden a convertirse en individuos confiando en la dignidad de su alma y en la creatividad de su imaginación tienen razón de sentir miedo. Son parias alejados de la sociedad y, en mayor o menor medida, de sus propios instintos.

Mientras trabajan en el silencio de su capullo suelen pensar que están locos. También piensan que enloquecerían aún más si renunciaran a la fe en su búsqueda personal. Así como la crisálida estaba prendida a la cortina de la cocina, en la pared de sus habitaciones han clavado un proverbio de Blake: “si el necio persistiera en su estupidez se convertiría en sabio”.

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La valentía de estar solo, de lucir la blanca pluma de la libertad, caracteriza al héroe de cualquier sociedad. Hoy en día, estar solo exige más valor y más fortaleza que en otras épocas. Desde la infancia se enseña a los niños a ser actores. En lugar de vivir de acuerdo con sus necesidades y sus sentimientos, aprenden a analizar cada situación para luego complacer a los demás. Por no tener un núcleo interior de certidumbre asentado en su musculatura, no cuentan con los medios para sostenerse a sí mismos. Por estar bombardeados por los medios de comunicación y la presión de sus iguales, corren el peligro de que los estereotipos colectivos anulen totalmente su identidad.
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Los miembros de una sociedad que no tiene ritos reconocidos no saben qué lugar ocupan en su estructura. Los jóvenes que han atravesado a tientas la pubertad llegan a la adolescencia ansiosos de independencia, pero se indignan cuando les piden asuman responsabilidades.
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El convertirse en una persona mayor es un verdadero sufrimiento para los que no pueden aceptar la belleza madura del otoño. Día a día ven aparecer nuevas arrugas y manchas en su piel, sin que un alma dulcificada por el tiempo les ofrezca una compensación. Por no haber ritos para las personas mayores, éstas no pueden abrigar las esperanzas de ocupar un lugar de honor en la sociedad y en la mayoría de los casos tampoco valoran su sabiduría.
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Cuando se vive de verdad se van arrancando constantemente nuevos velos de ilusión y poco a poco va quedando al descubierto la esencia del individuo.



SOBRE EL LIBRO:
Hay escritores que se comunican directamente con la parte más profunda del ser, Marion Woodman es uno de ellos. Analiza en este libro el proceso de transformación psicológica de aquellos que luchan por descubrir el lado femenino de su psique. Trabaja con obesos, anoréxicos, bulímicos y otras adicciones como son la adicción al trabajo, al poder, etc.

Para la autora, estos desórdenes son el reflejo de problemas más profundos de una sociedad donde priman los valores masculinos tales como el poder, la eficacia, la velocidad y la productividad y donde queda poco tiempo y menos espacio para que encontremos nuestra totalidad y vivamos a partir del centro de ella.

A través de su experiencia como analista junguiana nos muestra el camino para reencontrarnos con la parte femenina de nuestro ser que permanece aún virgen y permitir de este modo que nuestras acciones sean fruto de la autenticidad y no del deseo de agradar y de ser aceptados.

En "Los frutos de la virginidad" Marion Woodman incluye historias de lo personal/transpersonal, lo cual convierte a esta obra en una de las más importantes de la bibliografía junguiana de todos los tiempos.



Ilustración Marion Woodman: Cristina Sitja Rubio

Obras de Marion Woodman en castellano:

Los Frutos de la Virginidad (1990) Editorial Luciérnaga
Con Elinor Dickson: Bailando entre Llamas. La Diosa Negra en la transformación de la Conciencia (1999)
Adicción a la Perfección (1993)
Editorial Edaf
Con Robert Bly: La Doncella Rey. La reunión de lo Masculino y lo Femenino (2000)
Ser Mujer (1993)
Editorial Kairós

Ilustración Diosa Mariposa:Amy Grennell

Fuente: http://lapalabrachamanica.blogspot.com/