jueves, 27 de diciembre de 2012

DOS POEMAS de GIOCONDA BELLI


No me arrepiento de nada

Desde la mujer que soy,
a veces me da por contemplar
aquellas que pude haber sido;
las mujeres primorosas,
hacendosas, buenas esposas,
dechado de virtudes,
que deseara mi madre.
No sé por qué
la vida entera he pasado
rebelándome contra ellas.
Odio sus amenazas en mi cuerpo.
La culpa que sus vidas impecables,
por extraño maleficio,
me inspiran.
Reniego de sus buenos oficios;
de los llantos a escondidas del esposo,
del pudor de su desnudez
bajo la planchada y almidonada ropa interior.
Estas mujeres, sin embargo,
me miran desde el interior de los espejos,
levantan su dedo acusador
y, a veces, cedo a sus miradas de reproche
y quiero ganarme la aceptación universal,
ser la "niña buena", la "mujer decente"
la Gioconda irreprochable.
Sacarme diez en conducta
con el partido, el estado, las amistades,
mi familia, mis hijos y todos los demás seres
que abundantes pueblan este mundo nuestro.
En esta contradicción inevitable
entre lo que debió haber sido y lo que es,
he librado numerosas batallas mortales,
batallas a mordiscos de ellas contra mí
—ellas habitando en mí queriendo ser yo misma—
transgrediendo maternos mandamientos,
desgarro adolorida y a trompicones
a las mujeres internas
que, desde la infancia, me retuercen los ojos
porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños,
porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable,
que se enamora como alma en pena
de causas justas, hombres hermosos,
y palabras juguetonas.
Porque, de adulta, me atreví a vivir la niñez vedada,
e hice el amor sobre escritorios
—en horas de oficina—
y rompí lazos inviolables
y me atreví a gozar
el cuerpo sano y sinuoso
con que los genes de todos mis ancestros
me dotaron.
No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones.
No me arrepiento de nada, como dijo Edith Piaf.
Pero en los pozos oscuros en que me hundo,
cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos,
siento las lágrimas pujando;
veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo,
blandiendo condenas contra mi felicidad.
Impertérritas niñas buenas me circundan
y danzan sus canciones infantiles contra mí
contra esta mujer
hecha y derecha,
plena.
Esta mujer de pechos en pecho
y caderas anchas
que, por mi madre y contra ella,
me gusta ser.




Uno no escoge



Uno no escoge el país donde nace;
pero ama el país donde ha nacido.

Uno no escoge el tiempo para venir al mundo;
pero debe dejar huella de su tiempo.

Nadie puede evadir su responsabilidad.

Nadie puede taparse los ojos, los oídos,
enmudecer y cortarse las manos.

Todos tenemos un deber de amor que cumplir,
una historia que nacer
una meta que alcanzar.

No escogimos el momento para venir al mundo:
Ahora podemos hacer el mundo
en que nacerá y crecerá
la semilla que trajimos con nosotros.




Gioconda Belli(Managua, Nicaragua, 1948)

viernes, 14 de diciembre de 2012

Desatar a la mujer fuerte

La autora de Mujeres que corren con los lobos, la psicoanalista jungiana Clarissa Pinkola Estés –también reconocida como poeta, contadora y guardiana de antiguos cuentos de la tradición latinoamericana–, comparte fascinantes y conmovedores relatos, su viaje por la vida con la Santa Madre, también nombrada como María, Guadalupe, la Virgen y de varias maneras más. Con experiencias de alegría, sufrimiento y muerte y por medio de oraciones, poemas y emotivos exvotos, hace una cálida invitación para los que han estado apartados de Ella y para los que aman a la mujer portadora de múltiples rostros, cientos de vestimentas, y que han sido testigos de sus manifestaciones por todo el mundo. Un libro que, ante las fallas de los hombres de Dios, pretende que la Mujer Fuerte te proteja, te inspire y te abrace con la energía sagrada que nutre. “¡Llámala y Ella acudirá!”, dice la autora.



Fragmento de “Desatando a la mujer fuerte”, Clarissa Pinkola Estés

Muchas veces estamos encarcelados por ataduras a nuestro pasado, a nuestras heridas, a quienes no nos entienden y a quienes no aceptamos como son. Tenemos que intentar restaurar la esencia sagrada interior y, si es necesario, volver a aprender que somos almas preciosas y únicas con un destino para vivir y crear y con una bendición sobre nuestras espaldas.

Las almas pueden muchas veces sentir lo sagrado de manera palpable: “el yo verdadero”. Esta velada fuerza psíquica, espiritual, religiosa, psicológica y encarnada sostiene enormemente a las almas durante los desafíos, tribulaciones e incomprensiones.

A veces, para conquistar a un pueblo o a una persona,un invasor tuvo que “des-madrar” a la gente. Son las mismas estrategias que se utilizan para abusar de un niño.

La Santa Madre es una medicina, una guía e inspiratriz fortalecedora de las personas. En ella, la gente sabe que sus vidas son sagradas. En ella, la gente sabe que puede levantarse y hablar. En ella, no se postran, más bien se llenan de gracia, y en consecuencia son capaces de decir y hacer y reunirse y actuar y vivir: por consiguiente, es una fuerza femenina muy peligrosa.



En cada etapa histórica de una invasión, los saqueadores frenéticos tuvieron que correr de aquí para allá destrozando, desfigurando, cubriendo imágenes sagradas. Pues lo sagrado para muchas personas del mundo es lo que, suave y dulcemente, vierte y vuelve a verter el sentido de verdadera individualidad, que nos permite a todos elevarnos a la mejor humanidad y humildad: la visión más adecuada de los hechos y la fiera resistencia por nosotros y por los demás.


La suprema destrucción de lo sagrado por los invasores (aunque no hayamos vivido invasiones de este tipo, muchas veces las heridas de nuestra niñez o de la vida tienen el mismo efecto que los invasores) dejó hecho trizas el hermoso vínculo entre el espíritu y lo sagrado, el alma y la psique (“des-madrar”).


Sanar el “Yo verdadero“



El “Yo verdadero” no le teme a otros seres humanos; al contrario, sólo teme no escuchar o no honrar a su propia alma y su propio sentido de lo santo, el impulso creativo y sus propias personas santas. La Santa Madre es capaz de ayudar y cuidar todo, pero hay que proporcionarle escaleras: voces que animen, manos que apoyen, con la audaz certeza de que lo santo es un derecho de nacimiento para todos.





Tips / Rituales



- Hablar verdades hermosas: recuperar los cuentos y parábolas.

- Recordar emociones, sensaciones y juegos gratificantes, cada vez que sientas un vacío.

- Hacer rituales de purificación y de reconsagración: repite los Ave Marías en forma de mantra, camina en la naturaleza dando gracias Dios.

- Hacer silencio y meditar; crear tu propio espacio sagrado: encender una vela, poner una música suave e imaginar que te acurrucas en los brazos de tu Santa Madre.



Todo esto nos llevará a restaurar el sentido de lo sagrado, buscándolo con corazón sincero. Para comenzar: busca a la Santa Madre, colócate bajo su manto y su círculo de estrellas, penetra en su inmaculado corazón y repite esta oración:



Sólo las cosas recordadas

con Amor

son reales.

Sólo los actos recordados

con Amor

con Reales.



Ningún muro contra lo sagrado nos puede alejar de lo sagrado.

Podrás encarcelar al hombre, pero no hay prisión que pueda encerrar su mente o su corazón. Su alma, su Espíritu, su mente, su corazón, se deslizarán entre los barrotes, porque todos nacieron con alas.


sábado, 1 de diciembre de 2012

ÚTERO - EJERCICIOS

Ejercicios





Ejercicio 1
LOCALIZACIÓN DEL ÚTERO


Algunas mujeres tienen problemas para situar el útero dentro de su cuerpo. Este es un ejercicio fácil de hacer que nos lleva hasta la entrada del útero.

Tumbada boca arriba. Cierra los ojos. Comienza respirando profundamente y dale la orden a tu cuerpo de aflojar con cada exhalación. Haz esto unas cuatro o cinco veces. Después lleva toda tu atención a los labios menores en la entrada de la vagina. Comienza a apretar ligeramente los músculos de la entrada de la vagina y mentalmente da la orden de ir subiendo la contracción muscular por la vagina hasta el cuello del útero. Y sigue ordenando a tus músculos que se contraigan. Cuando llegues al útero (está hecho de masa muscular) notarás algo de placer y un ligero calor. Quédate con esta sensación.
Repite el ejercicios hasta que puedas "notar" todo el útero.
El útero se sitúa entre la vejiga y el recto en un punto situado aproximadamente entre el ombligo y el pubis. En el segundo chacra yogui.




Ejercicio 2
RELAJAR LA BARBILLA ES RELAJAR EL ÚTERO



En la tradición hindú, el cuerpo sutil está formado por chacras o centros de energía. El segundo chacra, llamado Swadhistanha (el chacra sexual) y el quinto chacra o chacra de la garganta llamado Vishuda (chacra de la creación y del poder personal y la auto-afirmación en la sociedad) están unidos. No en vano ambos son centros de creación. De creación de vida en el segundo chacra, de creación de nuestros propósitos, necesidades, soluciones... en el caso del quinto.

No es necesario que creas lo que acabas de leer. En el cuerpo físico podemos comprobar este fenómeno de una manera fácil. Os propongo:
1.- Tomar conciencia de la tensión en la barbilla y la mandíbula.
2.- Relajar conscientemente estos músculos. Si notas que no es posible puedes darte un masaje con los dedos mientras aflojas conscientemente la mandíbula y la barbilla.
3.- Respira conscientemente mientras observas los cambios operados en tu cuerpo, sobre todo, en la zona del útero.





Ejercicio 3
CONCIENCIA DE LAS TENSIONES MUSCULARES


Respira lentamente. Ve soltando los pensamientos, las prisas... Haz un breve repaso mental sobre tu cuerpo. Observa qué músculos presentan tensiones: recorre tu espalda y "captura" estos músculos congestionados y contraídos. Sube por el cuello, la mandíbula, la barbilla, el entrecejo, la cabeza... Observa la tensión, el pellizco que crean estos músculos a su alrededor, nota su dolor, como provocan cambios posturales (hombros levantados, mandíbulas encajadas, gestos faciales...)

¿Tienes más de un músculo contraído?

Ahora puedes imaginar cuál es el estado de tu útero, teniendo en cuenta que es un órgano eminentemente muscular y que no lo hemos ejercitado nunca.

Ahora puedes comprender que es posible, igual que tenemos un útero tenso y contraído, tener un útero relajado y flexible.

Ahora has comenzado a caminar en este sentido. Porque el primer paso era comprender esto: nuestro útero es masa muscular y como tal es posible relajarla.

Ejercicio 4
LLEVAR ENERGÍA AL ÚTERO


De pie, con los ojos cerrados. Respira profundamente y relaja el cuerpo. Lleva toda tu atención al cuerpo. Ahora frota las palmas de las manos entre si vigorosamente durante un par de minutos. Notarás como tus manos se llenan de calor.

Ahora, une los dedos índices de cada mano y los pulgares, creando un triángulo. Coloca los pulgares en el ombligo y pega las manos al cuerpo.

Quédate así, observando tu útero. Respira profunda y relajadamente, sin forzar. Conecta con útero.

Para finalizar, haz tres respiraciones profundas y abre los ojos.


Ejercicio 5
ESTIRAR LAS LUMBARES


Con las piernas rectas y separadas a la altura de los hombros, apoya tus manos en las inglés y echa el cuerpo hacia delante hasta que quede paralelo al suelo. Desde ahí, con las manos en las ingles empuja el cuerpo hacia atrás y estira la columna. Deberás notar cómo se estira la zona lumbar. Después, vuelve a la posición inicial y respira llevando el aire a la zona y concentrándote en este espacio. el objetivo del
ejercicio es descongestionar la zona pélvica permitiendo a las lumbares relajarse.
Repite varias veces.

http://estudiosobreelutero.blogspot.com.es/p/ejercicios.html

A la sombra de la cultura, el vientre todavía palpita - Casilda Rodrigáñez *


La expansión de la sexualidad básica humana, hoy erradicada, incluiría la expansión de la sexualidad de la niña, de la adolescente, de la mujer. Todo esto hoy no existe, y como decía Reich, el patriarcado ha creado con la energía de la sexualidad natural reprimida, la sexualidad secundaria, perversa, del hombre de hoy, que es correlativa al funcionamiento robotizado del aparato reproductor femenino, es decir, un funcionamiento sin el impulso de la emoción erótica que le correspondería.

Si las niñas bailasen las danzas del vientre con sus hermanas mayores, sus madres, sus abuelas, y nadasen como sirenas, crecerían sin parar de mover las caderas, la pelvis, el útero; y éste volvería a ser como un pez que se mueve en nuestro vientre, tal cual lo representaban en el neolítico. Cuando se habla de recuperar nuestro cuerpo de mujer, en concreto quiere decir recuperar la sensibilidad y el movimiento uterino. Que nuestro vientre canalice y exprese nuestra emoción y nuestra alegría de vivir.


Tenemos varias 'pistas' que podemos seguir. Una de ellas es la tradición olmeca que están recogiendo algunas mujeres, como Silvia Sterbova y Elena Lázaro (1); recuperando el pensamiento y los ejercicios de aquella civilización para expandir 'la energía femenina', nos proponen 'las prácticas femeninas' para lo que ellas llaman el 'despertar del útero'. Esto está directamente relacionado con lo que dice Carlos Castaneda en su libro Los pases mágicos (2): Según Don Juan Matus, uno de los intereses más concretos de los chamanes que en la antigüedad vivieron en México es lo que denominaban 'la liberación de la matriz' ... A los chamanes les interesaba 'el despertar' de la matriz porque, aparte de su función primaria reproductora, sabían de una función secundaria; una capacidad para procesar conocimientos directos sensoriales e interpretarlos directamente sin el auxilio de los procesos de interpretación que todos conocemos (lo que también podemos llamar 'conocimiento o intuición visceral' de lo que desean l@s hij@s, por ejemplo). ... Al igual que otros chamanes de su linaje (Don Juan) estaba convencido de que si se apartan del ciclo reproductor, la matriz y los ovarios se convierten en herramientas de percepción, y ciertamente, en el epicentro de la evolución.... En virtud de los efectos de la matriz, las mujeres ven directamente la energía con más facilidad que los hombres, decían y se quejaban de que las mujeres no son conscientes de su capacidad.... Resultaba paradójico que la mujer tuviese a su disposición un poder infinito y no se interesara por conseguirlo. Don Juan estaba convencido de que esta falta de deseo de hacer algo no era natural, sino adquirida.

Quizá si las mujeres estaban menos interesadas que los chamanes en la evolución humana en sentido general era porque estaban más interesadas en la evolución concreta de sus criaturas y a ello dedicarían su 'energía', su capacidad de percepción, su intuición. En cuanto a las funciones secundarias, cabe imaginar, y así debió de ser por las informaciones que tenemos, que en un contexto matrifocal, a las mujeres les sobraba energía y tiempo para desplegar su capacidad de percepción y su intuición a otros aspectos de la vida y de su conocimiento.


En cualquier caso, 'los pases mágicos', o sea, lo que nosotras llamaríamos 'ejercicios', que Castaneda recopila, sin duda favorecen el despertar de la sensibilidad uterina, puesto que tienen por objeto anular las consecuencias de la socialización nociva que las (nos) vuelve indiferentes.

En nuestra cultura, la matriz es una gran desconocida; ha sido rebajada a una víscera con un papel casi vegetativo, cuando no como un sifón de un sistema de cañerías. Sin embargo, si el cerebro es una especie de unificador a ciertos niveles de nuestra percepción y de nuestra voluntad, a otro nivel, la matriz es otro centro de percepción y de toma de decisiones (las 'viscerales'). Podríamos decir que el 'alma' en el sentido de 'ánimo' de la mujer, en cierto modo es la matriz. En este mundo la mujer está 'desanimada', 'desalmada', paralizada, porque la vitalidad genuina de la mujer es incompatible con esta sociedad y por eso quedó prohibida y excluida de este mundo (des-terrada al Hades); como dice Melandri, es como si el existir de la mujer se hallase ya incluido en una forma de existencia que la niegan en cuanto a mujer; como si la única posibilidad de existir en este mundo tuviese como condición la 'indiferencia' de la matriz, la castración de la mujer que después de tres o cuatro milenios de dominación física, se efectúa ya a nivel simbólico e inconsciente (*); y esta castración de la mujer trae consigo, tanto la congelación de su 'capacidad de percepción' que decían los chamanes, como el realizar la función primaria reproductora en ese estado de 'indiferencia'; lo que con otras palabras, llamamos 'robotización', que quiere decir eso, 'des-animación', o 'des-vitalización'.
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(*) No por casualidad en la Biblia, el establecimiento de la sociedad de dominación sobre todo el ecosistema se enuncia paralela y simultánea al parir con dolor.
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Desde el campo del psicoanálisis y de la sexología, la psicoanalista francesa Maryse de Choisy (3) ha constatado, referido al útero, algo muy parecido a lo que dice Michel Odent referido a los médicos obstretas: no saben lo que es un parto porque sólo han conocido los partos hospitalarios; entonces se dedican a hacer 'ciencia' y a sentar cátedra sobre el parto de una manera falaz, sobre una base no verdadera, no cierta. Maryse de Choisy dice que los profesionales de la sexología, que han 'sentado cátedra' sobre la sexualidad, lo han hecho basándose en un tipo de mujeres determinado; pero como dice ella, las mujeres 'uterinas' o 'cérvico uterinas' no se preocupan por la sexualidad ni acuden a las consultas de los sexólog@s. Es algo así como que nadie se preocupa de su hígado mientras le funciona bien, y sólo empieza a preocuparse cuando le deja de funcionar bien; a continuación, imaginemos lo que sería ir a un médico que desconoce el funcionamiento normal del hígado a que te lo arregle... Se institucionalizaría una patología hepática mantenida y reproducida por el Poder médico. Hace poco hablando con un grupo de gente joven, una chica decía que ella no había hablado nunca con nadie de que notaba y sentía su útero porque pensaba que era lo normal, que todas las mujeres lo sentían. Así concluíamos que era muy importante hablar de ello, eliminar el pudor absurdo que pueda haber, que solo sirve para mantener la ignorancia.

Maryse de Choisy después de diez años de trabajo con cuestionario, ofrece una perspectiva sobre el orgasmo femenino que rompe la tradicional dicotomía 'orgasmo vaginal-orgasmo clitoridiano'. El orgasmo más global e importante de la mujer, afirma, no es ni vaginal ni clitoridiano; apretando los muslos o los glúteos firmemente (las mujeres) alcanzan un tipo de orgasmo que arranca en el centro de su cavidad pélvica, en algún punto muy profundo de su interior, y se expande por todo el cuerpo... pues el verdadero orgasmo femenino es cérvico-uterino, o tiene su origen en él...

Tenemos también 'la pista' a seguir de las mujeres de la India, que nos proponen la práctica de la visualización, con los pétalos de la flor de loto abriéndose... o la imagen de las ranas pre-colombinas palpitando rítmicamente como un corazón... o el animal errante de Platón y otros, quitándole la intención peyorativa y visualizando/sintiendo una preciosa ameba que se alarga y se encoge y se vuelve a alargar, y se mueve, una onda tras otra, como las parras de las cenefas y frisos, que se enroscan una tras otra, (y de las que cuelgan formas uterinas en lugar de racimos de uvas); una ola tras otra, como los dibujos de los tentáculos de los pulpos en las vasijas neolíticas... hasta que el útero, más allá de su forma, se hace todo latido, pulso, ritmo, que irradia y expande el placer (por eso la oxitocina y el placer son también pulsátiles y rítmicos).
O la 'pista' de las mujeres de Arabia Saudí, bailando la danza del vientre en corro alrededor de la parturienta, para inducir su movimiento uterino... o el movimiento de los delfines, o la experiencia conocida de la pornografía por la cual sabemos que el neocortex puede inducir la excitación sexual, a falta del deseo de el/la otr@, y no solo la falocéntrica...

La danza del vientre, dice Karmele O'Hanguren (4), no tiene fecha de nacimiento, pero parece ser la supervivencia de una forma de danza ligada a los ritos de fertilidad y maternidad, ya que reproduce simbólicamente los movimientos de la concepción y del alumbramiento... En sus distintas versiones, que van desde el raks sharki con música clásica árabe, al estilo baladí más popular, la danza del vientre es uno de los bailes más sensuales del mundo reservado únicamente a mujeres. .... Las mujeres que la practican obtienen importantes beneficios físicos, como la regulación de los ciclos menstruales, la renovación de la energía corporal y un conocimiento mayor del cuerpo y de los propios sentimientos. No requiere un cuerpo escultural ni un vientre plano, por lo que las aprendices de bailarinas aprenden a amar su cuerpo y a descubrir su gracia y su sensualidad. Por estos motivos, la danza oriental vive un momento de gran auge, ... lo que la experta Isabel Fuentes ha constatado en su academia de baile de Granada...

Por último, recordar que los ejercicios que se recomiendan para fortalecer los músculos pélvicos en la preparación al parto, también sirven en las no embarazadas para despertar el útero inmovilizado. También podemos afirmar que mujeres que conocemos, sin mediar prácticas femeninas olmecas, ni visualizaciones hindúes, ni pases mágicos, ni danzas del vientre, con el solo hecho de saberlo, han recuperado la percepción sensible de su útero.

Por eso creo que aun siendo difícil, no es imposible perder la rigidez e insensibilidad producidas por la represión de la sexualidad básica, a lo largo de toda una socialización castradora.

Porque oficialmente, líbido solo hay la masculina, decía Freud; lo de la mujer, es 'el mal femenil' bíblico, la lascivia; el cuerpo hay que mantenerlo tieso, como si nos hubiéramos tragado un palo. Las sillas vienen a completar la forma de doblar nuestro cuerpo en forma de cuatro; eso de vivir en cuclillas, a ras de suelo, hace mover demasiado el esqueleto pélvico y deja los músculos pélvicos relajados y la pista libre para la relajación uterina... Y eso que es de sobra sabido que esto de agacharnos doblando la cintura, en lugar de las rodillas, es muy perjudicial para la columna vertebral, sobre todo si además es para coger peso...




El yoga también nos puede ayudar. Yo no lo practico ni lo conozco, pero transcribo una carta de un amigo: Tanto el yoga como otras terapias se basan en los siete chakras de energía del ser humano. La kundalini (representada simbólicamente con una serpiente enroscada) es la energía vital que se encuentra en el segundo chakra, a la altura de los genitales, y la función de este chakra es movilizar la kundalini (la serpiente se desenrosca y se mueve) y redistribuirla por todos los otros cinco chakras (el primer chakra, que se encuentra más o menos entre los genitales y el ano, es el encargado de tomar contacto con la energía vital de la tierra para que el segundo chakra la pueda canalizar). Tanto en yoga como en las psicoterapias corporales que te comento son práctica habitual ejercicios de movilización de la cadera para activar la kundalini, es decir, la energia vital y/o sexual. Una persona con poca movilidad y conciencia de esa parte del cuerpo es una persona que no canaliza correctamente esa energía. Es un poco como las danzas del vientre de las sociedades matrísticas del neolítico...
Antes cuando defendíamos y reivindicábamos otra maternidad diferente a la patriarcal, estábamos a la defensiva ante el recelo de los movimientos feministas, que tradicionalmente han considerado la maternidad como una esclavitud, una trampa para coartar la libertad de la mujer. Pero era tan importante, estábamos tan seguras de que había 'otra' maternidad que nos atrevimos a levantar la voz para reivindicarla.

Sin embargo, ahora podemos decir, no sólo que hay una maternidad que no es esclavitud y sometimiento para la mujer, sino que la maternidad nos está ayudando a recuperarnos como mujeres, a entender una existencia de la mujer inimaginable, perdida en la sombra de la cultura, la que ha sufrido la represión inexorable, permanente y total; Y que, después de todo, no es tan difícil de devolverla/devolvernos a la vida, como aseguraba Freud (5) porque, en la sombra de la cultura, los vientres todavía palpitan. No tanto, ni tan a menudo ni tan intensamente como sería necesario para el bienestar de la vida humana, pero todavía palpitan.



Al principio de este punto decía que para cambiar la maternidad tiene que cambiar la mujer; y resulta que la maternidad, que a pesar de todo moviliza el útero y en cierto grado despierta la sexualidad uterina y nos hace palpitar el vientre, nos está ayudando por lo menos a entrever la recuperación de nuestra existencia como mujeres.

Porque la cultura crea los géneros, los roles, los arquetipos de lo que se supone que es un hombre y de lo que es una mujer; los géneros echan raíces en el inconsciente y crecen modelando emociones, sentimientos, ideas, anhelos y proyectos... que dirigen toda la energía sexual reprimida hacia una patética e institucionalizada mentira, y ponen todas nuestras vidas al servicio de esa patética e institucionalizada mentira, detrás de la cual se esconde la realización del Poder. Pero los cuerpos están ahí con su sabiduría filogenética, permanentemente tratando de escapar y de resistirse al orden simbólico establecido. Por eso, a pesar de la generalización de la robotización de la maternidad (a pesar del decúbito supino, del chupete de plástico, de la leche artificial y de la cuna), gracias a la maternidad, los cuerpos de las mujeres producen tormentas y maremotos que conmueven los cimientos de los géneros y de toda la cultura de la femeneidad patriarcal. La maternidad en muchas o en algunas mujeres consigue romper las corazas psicosomáticas que impiden la expansión de todo un campo de erotización femenina; gracias a los partos, los úteros se distienden y salen de su estado letárgico, 'histérico' y rígido; gracias a la lactancia percibimos el temblor placentero de los pechos. Vemos algo de luz al final del tunel, en las sombras de la cultura, el vientre y los pechos todavía palpitan.

La mujer se abre paso en la búsqueda de una recuperación de la maternidad. Estamos recorriendo un camino inverso al recorrido en la transición de la matrística a la sociedad patriarcal. Varios autores han señalado cómo nuestros primeros padres experimentaron en la ganadería lo que luego harían con la reproducción humana para obtener los esclavos y guerreros que necesitaban; aprendieron lo que hay que hacer para transformar un toro en un buey (castrarlo), y utilizar su fuerza sumisa para tirar de la carreta y arar los campos; aprendieron la técnica para frenar la expansión del crecimiento de un árbol y convertirlo en un bonsai; y también aprendieron que para domesticar a la criatura humana hay que separarla de su madre después de nacer e impedir el periodo simbiótico de su gestación extrauterina, suprimiendo así la sexualidad básica humana. Por eso decía San Agustín Dadme otras madres y os daré otro mundo.

(1) Elena Lázaro El camino de la mujer Inbi Sudameris Argentina 1999
(2) Carlos Castaneda Pases Mágicos, las enseñanzas prácticas de Don Juan Ed. Martínez
Roca Barcelona 1998
(3) Maryse de Choisy La guerre des sexes Ed. Publications Premiéres 1970
(4) Karmele O'Hanguren Gara 29 de septiembre 2001 "La danza del vientre regula la
menstruación"
(5) Sigmond Freud (1931) Sobre la sexualidad femenina Tomo III Obras Completas Ed.
Biblioteca Nueva, Madrid 1968
Texto: Casilda Rodrigáñez, fragmento de la conferencia "En la sombra de la cultura, el vientre todavía palpita" que impartió en el II Congreso Internacional de Parto y Nacimiento en Casa.



*Casilda Rodrigáñez es una investigadora independiente, autora de los libros Pariremos con placer, La represión del deseo materno y la génesis del estado de sumisión inconsciente, y El asalto al Hades. Todos los textos están disponibles en http://www.casildarodriganez.org/

martes, 27 de noviembre de 2012

Extractos de: Marcela Lagarde, Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas, México, UNAM, 1997

Cuerpo, sexualidad y poder


"El más profundo de los secretos es el que se desarrolla en el interior del cuerpo." Elías Canetti,[11]


Las mujeres poseen el poder del subalterno, del dominado. Desde la especialización en un pequeño ámbito de la vida y del mundo, descubren y despliegan su fuerza. Las mujeres consagradas poseen el poder positivo emanado del espíritu, y las madresposas desarrollan el poder derivado de la maternidad, las prostitutas tienen el poder negativo que emana de su cuerpo erótico y del mal, y las locas desde el delirio y la sinrazón enfrentan con su poder desestructurante, al poder de la norma.




El poder femenino pertenece al género, al grupo social de las mujeres. Cada mujer desarrolla de manera diferencial, como todos los oprimidos, el potencial de poder surgido de lo que da al opresor . Así, bajo la dominación, los oprimidos son poderosos porque tienen aquello de lo cual carece, a la vez que necesita, quien tiene atributos considerados esencia del poder.

El poder de las mujeres emana de la valoración social y cultural de su cuerpo y de su sexualidad. Foucault (1980:32) analiza el poder en y desde el cuerpo:

... el cuerpo está inmerso en un campo político; las relaciones sobre de poder operan sobre él una presa inmediata, lo cercan, lo marcan, lo doman, lo someten a suplicio, lo fuerzan a unos trabajos, lo obligan a unas ceremonias, exigen de él unos signos. Este cerco político del cuerpo va unido, de acuerdo con unas relaciones complejas y recíprocas, a la utilización económica del cuerpo; el cuerpo, en una buena parte, está imbuido de relaciones de poder y de dominación, como fuerza de producción; pero en cambio su constitución como fuerza de trabajo sólo es posible si se halla prendido en un sistema de sujeción (en el que la necesidad es también un instrumento político cuidadosamente dispuesto, calculado y utilizado). El cuerpo sólo se convierte en fuerza útil cuando es cuerpo productivo y cuerpo sometido.

El cuerpo y la sexualidad de las mujeres son, en efecto, un campo político definido, disciplinado para la producción y para la reproducción, construidos ambos campos como disposiciones sentidas, necesidades femeninas, irrenunciables. El cuerpo de las mujeres es un cuerpo sujeto y, ellas encuentran fundamento a su sometimiento en sus cuerpos, pero también su cuerpo y su sexualidad son el núcleo de sus poderes.

Así, considero con Foucault (1980:11-37) al cuerpo como un espacio político privilegiado. Más aún, las mujeres, a diferencia de los hombres, son su cuerpo. Para Franca Basaglia (1983:35), el cuerpo femenino es la base para definir la condición de la mujer y la apreciación patriarcal dominante que la considera un don natural: "El ser considerada cuerpo-para-otros, para entregarse al hombre o procrear, ha impedido a la mujer ser considerada como sujeto histórico-social, ya que su subjetividad ha sido reducida y aprisionada dentro de una sexualidad esencialmente para otros, con la función específica de la: reproducción".

Cuerpo y sexualidad sobrevalorados son ejes sobre los que se estructura su condición genérica y la opresión. Son los principios que las mantienen en la dependencia y son también los espacios en los cuales se funda y se desarrolla la opresión que totaliza sus vidas, como grupo social y como particulares. Por esto, al mismo tiempo cuerpo y sexualidad son sus instrumentos y sus espacios de poder, porque están a disposición de la sociedad y de la historia, en la forma en que cada sociedad ha necesitado y decidido que sea.

Son los elementos que tienen las mujeres para dar a los hombres y a los otros, y así relacionarse con ellos.

A pesar de la sujeción, de la disciplina de su cuerpo, de su subjetividad y de su ser todo, las experiencias vitales que experimentan las mujeres en su cuerpo son tan extraordinarias que desbordan el destino de la anestesia pecaminosa. Aun en esas condiciones la búsqueda del placer y el despliegue del erotismo rebasan los cautiverios mutilantes y el mundo es muy especial y diferente de la óptica masculina, desde un cuerpo que se transforma, desde un cuerpo de mariposa.

La mujer percibe un cuerpo de recovecos y cálidas oquedades que segrega y vibra en su interior. Un cuerpo al que siempre le ocurre algo directamente sexual y ocasionalmente erótico, además de un sinfín de cosas que le ocurren. La sensibilidad extendida por toda la piel, ligada a la afectividad, permite, a pesar de todo, experiencias de plenitud profundamente ligadas a la vida.

La mujer vive el mundo desde su cuerpo. El hombre también, pero para el hombre su vida no es su cuerpo y para la mujer la vida se despliega en torno a un ciclo de vida profundamente corporal. Por eso su sensibilidad, y por eso su cuerpo grita y le duele cuando .está inconforme, tanto como puede desplegar goces si logra vencer algunas chambras, algunos corsés, algunas camisas de fuerza y algunas mortajas.

Si la mujer elabora la fuerza del monopolio del ser-para-otros, impuesto por la hegemonía patriarcal, no vive desarmada. En la opresión tiene las armas de su cuerpo, de su sexualidad y de su subjetividad para intercambiar y negociar, con los hombres y con las otras mujeres en la sociedad. Con ese poder logra, aun en condiciones de sujeción desfavorables, la sobrevivencia, un lugar en el Estado y en la cultura, y una muy particular concepción del mundo y de sí misma.

La esencia política de la mujer se estructura sobre los mismos aspectos: tanto la identidad y la enemistad entre las mujeres, como la rivalidad de quienes compiten entre sí.

Sobre la historicidad del cuerpo, de la sexualidad y de la subjetividad, se desenvuelven contradicciones que confluyen de manera simultánea en un proceso liberador. Concepciones del mundo, como la ideología de la feminidad y el feminismo se organizan en torno a esos ejes históricos, vitales de las mujeres:

i) el cuerpo, como síntesis histórica de su condición;

ii) la subjetividad: consciente e inconsciente, individual y colectiva;

iii) la integración de cuerpo y subjetividad;

iv) la redefinición de su ser histórico;

v) las relaciones con los otros;

vi) el conocimiento, la fe y las creencias: la sabiduría;

vii) la individualidad, el género y la historia.


La sexualidad femenina escindida

Las mujeres constituyen su humanidad en primer término en torno a la sexualidad. A diferencia de los hombres que parten de ella y de su cuerpo para existir, la existencia de las mujeres está dominada por la sexualidad. Esto ocurre a tal punto que la historicidad de las mujeres radica en su sexualidad y, en ese sentido, en su cuerpo vivido.

El cuerpo y la sexualidad femeninos no son paradigma de la humanidad, son inferiorizados y su característica ES además, ser para los otros.

La sexualidad femenina tiene dos espacios vitales: uno es el de la procreación y otro es el erotismo. Estos ámbitos de la sexualidad son la base de la especialización sociocultural de las mujeres. En torno a la procreación se construye la maternidad como experiencia vital básica, "natural", como contenido de vida de todas las mujeres, como centro positivo de su feminidad, de su "naturaleza".

Se reconoce la procreación femenina como un deber ser y por su carácter natural es irrenunciable, debe ser realizada: todas las mujeres son madres de manera independiente de la procreación y de la edad.

El erotismo es el espacio vital reservado a un grupo menor de mujeres ubicadas en el lado negativo del cosmos, en el mal, y son consideradas por su definición esencial erótica como malas mujeres, se trata de las putas. Sin embargo, el erotismo está presente en la vida de todas las mujeres pero salvo el caso de las putas, en el resto está asociado de manera subordinada y al servicio de la procreación.

Así, es característica básica de la sexualidad de las mujeres la relación orgánica entre erotismo y procreación, la cual a nivel de los sujetos aparece escindida. Socialmente y como parte de una cultura binaria, la sexualidad femenina escindida produce grupos de mujeres especializadas en aspectos de la sexualidad desintegrada: las madres y las putas.

El cuerpo de las mujeres procreadoras es entonces cuerpo procreador, cuerpo vital para los otros, cuerpo útero, claustro. Espacio para ser ocupado material y subjetivamente, para dar vida a los otros. El cuerpo de las mujeres eróticas es un cuerpo erótico para el placer de los otros, espacio y mecanismo para la obtención de placer por otro.

El cuerpo escindido y el mito

En la ideología dominante de contenido católico, el cuerpo de la mujer es un espacio sagrado y, por ende, objeto del tabú: en él se verifica la creación de cada ser humano, una y otra vez, como un ritual. Es también, por la extensión de sus cualidades a todos los espacios de vida de las mujeres, de la sociedad y del universo, una matriz cultural cosmogónica. La mujer es, en este sentido, por la centralidad de su cuerpo, una matriz para cumplir la encomienda de la sociedad en atención a los designios de la naturaleza o de la divinidad engendrar a los hijos, ser su recipiente, su envoltura, su placenta, su leche. El hombre participa en el hecho, se trata de sus hijos y él es su padre. Lo que queda oculto en la mitología, es cómo llega el elemento creador del hombre a la matriz de la mujer. Este problema en torno a la antropogénesis está planteado en el mito de la Virgen María.

María concibe sin hombre, en una cultura que da múltiples testimonios de conocer el papel biológico del varón en la concepción. María no es espacio del eros, representado en la fragmentación de su cuerpo y de su subjetividad, en la vagina, en la vulva. María es sólo vientre, sólo matriz "...de tu vientre, Jesús". La mujer simbolizada en María concibe sin hombre, pero no lo hace sola sino "por obra y gracia del Espíritu Santo". Se realiza la unión deserotizada y asexuada, de la deidad con una mortal cuya pureza queda resaltada en que no se aproxima al erotismo, y tampoco al sexo, es virgen, núbil.

El mito recoge y consagra el tabú: el cuerpo embarazado de la mujer es signo y símbolo de la negación del erotismo humano, en particular del erotismo femenino. Se trata de su valoración negativa, con el fin de constreñirlo, de normarlo con una finalidad determinada: afirmar la castidad como esencia erótica de las mujeres y su cuerpo como espacio consagrado a la gestación. María no vive el coito. Su matriz es el espacio sagrado de la creación humana y por ende, de la divina. Es sagrado -separado diferente, sobrecargado de poder y de significados- porque el pecado no está presente, como lo está en la concepción de los seres humanos. Se elimina el erotismo de María, aquella marca negativa que la develaría esencialmente humana en su aspecto negativo: el pecado.




Uno de los significados implícitos de este mito, la humanidad de María, símbolo de la mujer y de las mujeres, queda centrado en su sexualidad erótica, la cual le es conculcada de manera simbólica, como había sido conculcada en la historia a las mujeres. El mito no miente, ni propone algo increíble, sólo purifica a María y la convierte en este estereotipo de identidad femenina. Al negar el hecho divino, el mito minimiza el hecho humano y casi lo oculta. ¿Es que acaso en la realidad las mujeres son eróticas, son sujetos del goce, existe su cuerpo como espacio del placer? No, la respuesta es no. Las mujeres no gozan, las mujeres buenas son como María.



En este marco, las mujeres son vírgenes, aunque cojan: no gozan su cuerpo ni el del otro, participan del coito de otro, no en el coito; lo sufren, obedecen y cumplen como un deber que, por otra parte el matrimonio santifica, pero con la finalidad implícita de tener hijos, de procrear. Eso sí, "los hijos que Dios quiera". Las partes del cuerpo femenino que intervienen en la procreación, según la cultura genital como la vulva o los senos, no existen. La mujer sólo es vientre y sus senos son fuentes de alimento, son senos nutricios para el hijo, dejan de ser parte de su eros. Su vulva no es florida, es negada, ocultada, tabuada hasta lograr su inexistencia. La vulva es sobrevalorada, por negación, como el centro fetiche del cuerpo y del universo femenino.

De esta forma, el erotismo genitalizado de las mujeres se consagra: por palabra de Dios, al negarlo se le magnifica, se le constriñe a las partes del cuerpo no dichas -implícitamente reconocidas como sexuales y como eróticas-, ocultas, silenciadas: la vagina, el clítoris, la vulva. Lo que destaca en María es el vientre florido, el vientre cuna. La sacralidad del cuerpo de la mujer se debe así a la eternidad del hijo de Dios y de los hombres, y a la exclusión del pecado mediante el interdicto de su capacidad erótica, sensual, cognoscitiva, y de goce.

El mito relata simbólicamente la mutilación de la Virgen y en ella, la de todas. En su nombre está el signo, virgen mujer que no ha conocido varón, mujer íntegra que pertenece así a la divinidad. ¿Y cómo podría ser propiedad de otro hombre, si está destinada a concebir y engendrar al hijo divino? La divinidad es quien la posee. Si hubiera conocido hombre, ya no sería plenamente de Dios, se habría entregado mediante su erotismo y sólo debe ser de Dios.

María tiene que ser virgen porque así se asegura que el hijo es verdaderamente de Dios, de manera directa, sin mediaciones, por eso es divino. Debe ser virgen porque al serlo asegura que no es de otro -ya que la mujer sólo puede ser de alguien, no puede ser autónoma-, su virginidad es signo de que no tiene dueño, su alma pertenece íntegra a la divinidad y la prueba de la pureza de su alma es su cuerpo intocado. El cuerpo de la mujer es su calca, por eso su cuerpo virgen es signo de la virginidad total de su ser.

El cuerpo virginal vivido así es símbolo y testimonio tanto de su completud como de su entrega a Dios. El himen es el sello de esa entrega absoluta.

Como sabiduría ligada al placer, la sexualidad erótica es concebida como mala. Es negada, porque puede subvertir la relación de dependencia que articula la sujeción y la obediencia al poder supremo. Subvierte a la vez un saber: el conocimiento de sí misma y de los otros.

La sexualidad erótica es un espacio en el cual la divinidad pierde su omnipotencia. Por su mediación y por su vivencia los seres humanos se humanizan, se afirman como los reales-concretos, como creadores frente al mito. Con el reconocimiento en acto de su diferencia frente al poder -aunque sí son del mismo sexo-, afirman sus identidades humanas, establecen pactos, se vuelven cómplices, se asocian por el placer compartido, y eso está prohibido. El dios de Occidente requiere la adoración de pueblos enteros, pero sólo a partir de la individualidad de cada quien en la soledad, en el extrañamiento, frente a la muerte.

Si se rompe la esencia de esa relación dios-ser humano, se subvierte el poder en que están fincadas ambas, esencia y relación. Si se unen hombre y mujer no sólo mediante el eras y otros saberes, se verifica el gran atentado, el deicidio. El mal se manifiesta pleno, total: los seres humanos sin el dios tutelar "no comerán del árbol del bien y del mal y del conocimiento".

El ser humano debe estar solo. Sólo debe existir para su dueño y no debe conocer.

Si se alían hombre y mujer, a través de sus cuerpos eróticos, de sus trascendencias, entonces reconocen su humanidad y transgreden los límites de la soledad. Dejan de vivir uno en el otro, al borde de la muerte (no como conciencia), no como muerte profundamente humana, sino como amenaza divina, como castigo al pecado. Si los seres humanos viven y construyen con los otros, trascienden su soledad y su sometimiento al gran poder. La cercanía los humaniza y se separan del mundo de lo sagrado.

Si mujer y hombre conocen por sí mismos, si representan la realidad y además la crean y la recrean, la creación les pertenece. Entonces, no hay más espacio para la divinidad.

Para evitar el deicidio, en el mito se simboliza el extrañamiento, el desencuentro, el desconocimiento entre hombre y mujer. Cada cual desobedeció, subvirtió y perdió. La mujer, sin embargo es más culpable, encarna el mal, es "la tentación" (para los hombres y para sí misma). La mujer es culpable de la seducción, de la autonomía de la iniciativa erótica, de la desobediencia, doblemente responsable porque ella debía esperar sumisa, obediente.

Al hombre y a la mujer del mito, los enemista la culpa de haber pecado. Extienden la acusación mutua y en esa circunstancia deben vivir eternamente juntos, enajenados de sus posibles encuentros…

El erotismo [12]

El erotismo consiste en la exaltación o inhibición de los impulsos libidinales. Tiene como base el ansia o excitación libidinal puesta de manifiesto en el sistema nervioso, en las membranas mucosas, en la piel y en los mas diversos órganos. El erotismo tiene por protagonistas a los sujetos particulares y a los grupos sociales; tiene como espacio al cuerpo vivido, y consiste en acciones y experiencias físicas,[13] intelectuales y emocionales, subjetivas y simbólicas, conscientes e inconscientes, así como formas de percibir y de sentir, tales como la excitación, la necesidad, y el deseo, que pueden conducir o significar por sí mismas goce, alegría, dolor, agresión, horror y, finalmente, pueden generar placer, frustración, o malestar de manera directa o indirecta.

Circunscribo lo erótico y el erotismo a la libido y a la libidinal.[14] Me parece más acertada esta designación, que la más generalizada de sexual (energía sexual, atracción sexual, prácticas sexuales, etcétera), ya que el contenido libidinal permite delimitar el campo específico erótico que es parte de la sexualidad, pero no la agota. Es necesario diferenciar lo sexual erótico delimitado por lo libidinal, del resto de la sexualidad.[15]

Así, es posible definir y distinguir el campo erótico -las relaciones, las prácticas, los conocimientos, las creencias, etcétera-, de otros campos de la sexualidad como la reproducción social, la procreación, las relaciones de parentesco, etcétera. En nuestra cultura lo erótico está indisolublemente ligado a la reproducción y, en el caso de las mujeres subordinado a ésta.

El principio erótico, Eros, simboliza para Freud el principio único que teniendo por energía la libido[16] (narcisista u objetal), somete todo al principio del placer y al impulso de conservación del individuo y de la especie.

Eros es concebido como el contrario de Tánatos, destrucción. Freud llegó a usar como homónimos eros y libido y más tarde a plantear una continuidad o contemporaneidad entre ambos principios. Una concepción binaria de la vida y del psiquismo se encuentra claramente expresada en su concepción sobre la vida como una lucha permanente entre los principios vitales del placer y los impulsos de destrucción y de muerte, ambos constitutivos de la existencia humana. La contradicción entre ellos marca la experiencia de los sujetos.

Erotismo genérico


El erotismo esta constituido por las más diversas experiencias de acuerdo con las épocas históricas y con las culturas. Cada cultura incluye una cultura erótica específica conformada por relaciones sociales, normas (prescripciones y prohibiciones ), códigos, preferencias, prácticas, conocimientos, sabiduría, concepciones, lenguajes y tabúes. A pesar de la división de las sociedades en grupos sociales (clases, castas, sectas), el bloque político cultural dominante impone por medio de sus instituciones, una cultura erótica dominante. En general, aunque se crea que es homogénea, que los mismos principios son válidos para todos, el erotismo en nuestro mundo, es patriarcal, clasista, genérico,[17] racista, específico y distintivo para los grupos de edad, y para los sujetos, de acuerdo con el tipo de conyugalidad y con sus particulares tradiciones. Las definiciones esenciales de la sociedad, de la cultura, y de los sujetos particulares, lo constituyen.

Es importante señalar la dificultad para analizar el erotismo femenino desde concepciones como la freudiana[18] en que el paradigma humano (lo erótico) no sólo está encarnado por el hombre, sino que además los intereses patriarcales han marcado las reglas que lo contienen. Finalmente, la problemática se complica porque trata del erotismo de las mujeres, realmente sujetas social y culturalmente a los hombres, con quienes deben relacionarse eróticamente, de manera positiva.

Una contradicción básica para las mujeres consiste en que deben orientar y definir su erotismo de acuerdo con las normas dominantes y simultáneamente, con las específicas de su género. Las mujeres tienen así una doble asignación erótica. Están definidas en función de un erotismo pretendidamente neutro, que abarca a todos, y de un erotismo asignado a su género. Es decir, las mujeres tienen deberes, límites, y prohibiciones, eróticos, generales y específicos.

Kollontai[19] detectó este hecho y lo llamó doble moral sexual. Aunque no es sólo un problema ubicado en la dimensión ética o moral. Se trata de relaciones, prácticas, normas, creencias y tabúes que conforman un erotismo que, a más de diferente al paradigma, es ubicado en la naturaleza (animalidad femenina),[20] y es valorado como inferior. El erotismo dominante recrea en su asimetría, la discriminación, la subalternidad, la dependencia y la sujeción de las mujeres. Es un erotismo de la opresión.

El erotismo puede satisfacerse o verse frustrado en su propia dimensión erótica, sin embargo, también puede desembocar en otros fenómenos a través de mecanismos como la compensación o la sublimación. La compensación actúa a partir de la frustración y consiste en que se compensa la pérdida o la insatisfacción a través de otros objetos o actividades. Los mecanismos de compensación son los que prevalecen en el erotismo femenino. La sublimación consiste en que el impulso erótico moviliza para la realización de actividades diversas y en ellas encuentra el placer: el trabajo, la mística, creación artística, y cualquier otra actividad erotizada. La búsqueda erótica inconsciente de un objeto, la pulsión básica, compartida por hombres y mujeres, encuentra una explicación en el hecho señalado por Bataille (1980:29) en cuanto a que somos seres que morimos de manera aislada y tenemos la nostalgia de la continuidad perdida: "lo que está siempre en cuestión es sustituir el aislamiento del ser, su discontinuidad, por un sentimiento de continuidad profunda".

Así, el erotismo como creación de la continuidad del sujeto consigo mismo o en relación con otros, involucra aspectos de la experiencia únicos, que tienen que ver con la integridad de los sujetos. La experiencia erótica acontece en la intimidad más interior y está normada desde la sociedad y la cultura, por un saber hecho conciencia por el sujeto y está determinada por necesidades inconscientes ignoradas. Ambos principios, conscientes e inconscientes actúan a la vez aleatoria y contradictoriamente, en toda experiencia erótica.

El erotismo es entonces, un espacio político privilegiado porque toca la intimidad más profunda de cada cual y porque por su mediación, el sujeto queda totalmente involucrado: desnudo, más o menos marcado por sus pulsiones.

En el caso de relaciones eróticas, se trata de una dimensión privilegiada para el establecimiento de pactos que obligan compulsivamente, y para la acción directa sobre el otro -ya sea constructiva y satisfactoria, o aniquilante-, dada la vulnerabilidad de los sujetos que tienen a la vez una experiencia interior y otra experiencia con lo externo.


Pies de página

En la línea de considerar la sexualidad como un hecho histórico de carácter social y cultural fundado en la norma y no en una supuesta animalidad humana. Agnes Heller (19800:92) plantea que "El surgimiento de la sexualidad coincide con el surgimiento del tabú del incesto, y es por lo tanto, contemporáneo de la regulación social y no de la regulación instintiva".
Mead (1975:694) señala el horror como característica común a todas las prohibiciones: "tabú nos parece más adecuada que prohibición, ya que lo que pesa sobre el incesto, que con frecuencia carece de sanción legal va siempre acompañado de un sentimiento de intenso horror". Para un resumen sobre incesto, psicoanálisis y antropología, véase Vázquez, 1986.
Y, de acuerdo con Canetti (1981:286), "el secreto ocupa la misma médula del poder".
La palabra erotismo "...fue acuñada en el siglo XIX a partir del adjetivo erótico, empleado hasta entonces sólo en medicina (locura erótica) o en crítica literaria (poesía erótica, referente al amor) y copiado del griego eros, dios del deseo sexual en el sentido más vago" (Léxico sucinto del erotismo, 1974:37). El concepto erotismo viene de "Eros Dios griego del amor, hijo de Marte y de Venus. Mensajero y servidor de Venus, era el confidente y sostén de los enamorados. Los antiguos le atribuían además, una función cosmogónica. Eros y Tánatos forman los dos polos de la vida y de la muerte respectivamente en la existencia humana.
El erotismo tiene bases físicas. La excitación se produce en ocasiones por la acción de las hormonas sexuales, en especial las andróginas. sobre el sistema nervioso. La erotización perdura aún cuando desaparezcan o se reduzcan dichas hormonas del organismo como ocurre en la andropausia y la menopausia (del griego meno=mes, mensual y pausis=cesación)= "fin de los meses". El erotismo está ligado a la lujuria, según la Enciclopedia Ilustrada de Sexología y Erotismo. Es el apetito desordenado de los deleites carnales. Se trata, desde luego, de una concepción ligada a una valoración moral y ética del pecado. Kinsey definió al comportamiento sexual erótico como el comportamiento que conduce al orgasmo, con seis salidas principales: masturbación, sueños sexuales. caricias. coito. Las actividades homosexuales y los contactos animales" (citado en Katchadourian, 1984:19).
El concepto libido (libido-inis, deseo) se deriva del latín (desiderium) y significa deseo, que significó en un principio "puesta de un astro", luego "pesar", y tardíamente "deseo", En el Léxico sucinto del erotismo {1974:32) se le define como "la tendencia profunda, invencible y muchas veces espontánea, que empuja a un ser a apropiarse de la manera que sea de un elemento del mundo exterior, o de otro ser, Esta tendencia cuhnina y se desarrolla en la sexualidad... define al individuo humano. Para algunos tiene valor por sí mismo, y es un medio de conocimiento". La libido es la energía que emana de la búsqueda del placer en general; Freud le dio el sentido de energía sexual e impulso de la sexualidad humana, mismo que por sublimación podrá convertirse en otras formas de la experiencia humana.
Bataille (1980:23) afirma que sólo los seres humanos "han hecho de la actividad sexual una actividad erótica, y que la diferencia entre el erotismo y la actividad sexual simple es una investigación o búsqueda psicológica independiente del fin natural dado en la reproducción y en el ansia por tener niños".
Freud (1905) impregnó de valores patriarcales sus categorías; de ahí que la libido sea para él un principio masculino: "La libido es de naturaleza masculina, aparezca en el varón o en la mujer e independientemente de su objeto, sea éste el hombre o la mujer", Juliet Mitchel (1977a) fue precursora en la crítica feminista positiva a las teorías freudianas, y se encargó de limpiar categorías como la libido de ese contenido.
Alberoni (1986:9) reconoce la diferencia como un hecho definitorio del erotismo: "El erotismo se presenta bajo el signo de la diferencia. Una diferencia dramática. violenta. exagerada y misteriosa. Por cierto establece una diferencia cultural entre hombres y mujeres a partir de preferencias, lecturas, actitudes, manejo del cuerpo, del maquillaje...
La dificultad de hacer una traducción femenina del complejo de Edipo, sobre todo por lo que se refiere al cambio de objeto que deben realizar las mujeres al desplazar su interés libidinal de la madre (otra, igual) al padre (otro, diferente), manteniendo una identidad de género con la madre. El psicoanálisis contemporáneo desarrollado entre otros por Karen Horney, Melanie Klein. Nancy Chodorow y Christiane Olivier han contribuido a develar esta problemática y a señalar su importancia en la conformación de la identidad de las mujeres. Por el contrario, psicoanalistas como Marie Bonaparte (1977) y Marie Langer (1980 y 1983) tradujeron para el análisis de la sexualidad femenina los esquemas freudianos.
"La moral sexual actual, como moral que sirve únicamente a los intereses de la propiedad... asida en el matrimonio monógamo indisoluble que rara vez está basado en el amor y la institución de la prostitución tan extendida y organizada, no sólo no contribuye al saneamiento y mejoramiento, sino que conduce a la degeneración" (Kollontai. 1918:66).
"El erotismo es un aspecto 'inmediato' de la experiencia interior que se opone a la sexualidad animal" (Bataille 1980). En relación con la sexualidad erótica, Germaine Greer (1985:226) considera que "el sexo es realmente una idea mágica, sugestiva y altamente indefinible. Incluye género, erotismo, genitalidad, misterio, lujuria, fecundidad, virilidad, estremecimiento, neurología, psicopatología, higiene, pornografía y pecado, suspendido todo ello en experiencias reales de la más intratable subjetividad".

Bibliografía

Lagarde, Marcela, Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas, México, UNAM, 1997.




Marcela Lagarde es autora del libro «Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas», Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1990, y de múltiples trabajos de investigación sobre la condición de la mujer y la situación de las mujeres, así como sobre política y género.

(Bajado de Articuloteca Feminista, http://articulotecafeminista.blogspot.com/2007/04/la-sexualidad.html

La Verdadera Paz Se Fundamenta En La Espiritualidad Y En El Paradigma Femenino Del Cuidado - Leonardo Boff

La espiritualidad en la construcción de la paz


Todos los factores y prácticas en los distintos sectores de la vida personal y social deben contribuir a la construcción de la paz tan ansiada en los días actuales. Los esfuerzos serían incompletos si no incluyésemos la perspectiva de la espiritualidad.

La espiritualidad es aquella dimensión en nosotros que responde a las preguntas últimas que acompañan siempre a nuestras búsquedas. ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos? ¿Cuál es el sentido del universo? ¿Qué podemos esperar más allá de esta vida?




Las religiones suelen responder a estas inquietudes, pero ellas no tienen el monopolio de la espiritualidad. Ésta es un dato antropológico de base como la voluntad, el poder y la libido. Emerge cuando nos sentimos parte de un Todo mayor. Es más que la razón; es un sentimiento oceánico de que una Energía amorosa origina y sustenta el universo y a cada uno de nosotros.



En el proceso evolutivo del que venimos, irrumpió un día la conciencia humana. Hay un momento de esta conciencia en que ella se da cuenta de que las cosas no está lanzadas aleatoriamente ni yuxtapuestas, al azar, una al lado de la otra. Ella intuye que un «Hilo Conductor» pasa a través de ellas, las liga y las religa.

Las estrellas que nos fascinan en las noches cálidas del verano tropical, la selva amazónica en su majestad e inmensidad, los grandes ríos como el Amazonas, llamado con razón río-mar, la profusión de vida en los campos, el vocerío sinfónico de los pájaros en la selva virgen, la multiplicidad de las culturas y de los rostros humanos, el misterio de los ojos de un recién nacido, el milagro del amor entre dos personas que se quieren, todo eso nos revela cuán diverso y uno es nuestro mundo universo.

A este «Hilo Conductor» los seres humanos le han dado mil nombres, Tao, Shiva, Alá, Yahvé, Olorum y muchos más. Todo se resume en la palabra Dios. Cuando se pronuncia con reverencia este nombre algo se mueve dentro del cerebro y del corazón. Neurólogos y neurolingüistas han identificado el «punto Dios» en el cerebro. Es un punto que hace subir la frecuencia hertziana de las neuronas como si hubiesen recibido un impulso. Esto significa que en el proceso evolutivo surgió un órgano interior mediante el cual el ser humano capta la presencia de Dios dentro del universo. Evidentemente Dios no está solamente en este punto del cerebro, sino en toda la vida y en el universo entero. Sin embargo a partir de este punto quedamos habilitados para captarlo. Y todavía más, somos capaces de dialogar con Él, de elevarle nuestras súplicas, de rendirle homenaje y de agradecerle el don de la existencia. Otras veces no decimos nada. Silenciosos y contemplativos, lo sentimos solamente. Y entonces nuestro corazón se dilata a las dimensiones del universo y nos sentimos grandes como Dios o percibimos que Dios se hace pequeño como nosotros. Se trata de una experiencia de no-dualidad, de inmersión en el misterio sin nombre, de una fusión de la amada y el Amado.

Espiritualidad no es solamente saber, sino principalmente poder sentir las dimensiones de lo humano radical. El efecto es una profunda y suave paz, que viene de lo Profundo.

La humanidad necesita con urgencia esta paz espiritual. Ella es la fuente secreta que alimenta a la humanidad en todas sus formas. Irrumpe desde dentro, irradia en todas las direcciones, eleva la calidad de las relaciones y toca el corazón de las personas de buena voluntad. Esa paz esta hecha de reverencia, de respeto, de tolerancia, de comprensión benevolente de las limitaciones de los otros, y de la acogida del Misterio del mundo. Ella alimenta el amor, el cuidado, la voluntad de acoger y de ser acogido, de comprender y de ser comprendido, de perdonar y de ser perdonado.

En un mundo perturbado como el nuestro, nada hay de más sensato y noble que anclar nuestra búsqueda de la paz en esta dimensión espiritual.

Entonces la paz podrá florecer en la Madre Tierra, en la inmensa comunidad de la vida, en las relaciones entre las culturas y los pueblos, y aquietará el corazón humano cansado de tanto buscar.





La paz fundada en el paradigma del cuidado


La humanidad nunca tuvo tantos ni tan peligrosos conflictos en los últimos 200 años, ni tanta beligerancia y guerrerismo como en los últimos 196 mil años, durante el tiempo de la cosmovisión matriarcalista. Hoy retornar parcialmente a la cosmovisión matriarcalista es una necesidad urgente.

La voluntad de poder de un país sobre otro, el patriarcalismo cultural que todavía margina a la mujer y la explotación de la naturaleza para conseguir beneficios materiales son factores de violencia e impedimentos para la paz. El patriarcalismo debilitó la dimensión de lo femenino, que nos hace más sensibles a todos, y rebajó la inteligencia emocional, nicho del cuidado y de la experiencia ética y espiritual.

Esta parcialidad, negando la dimensión anima (lo femenino), no ha dejado de afectar fuertemente a la ética. El núcleo de la moralidad clásica heredada de los griegos y perfeccionada por Kant, Habermas y Rorty tiene como base inconsciente la experiencia del animus (lo masculino). Por eso se funda sobre dos pilastras básicas: la justicia, que se expresa en los derechos y en los deberes de los hombres (dejando invisibles a las mujeres), y la autonomía del individuo, en la idea de que solamente un ser libre puede ser un ser ético.

Pero esta visión es parcial pues deja fuera dimensiones fundamentales, propias mas no exclusivas de lo femenino (anima), como son las relaciones afectivas que se dan en la familia, con los otros, con la naturaleza y con todos los que nos sentimos relacionados. Sin tales relaciones, la sociedad pierde su rostro humano. Aquí más que justicia se necesita la categoría mayor, que es la del cuidado. El cuidado es un paradigma que se opone al de la dominación. Es aquella relación que se preocupa y se responsabiliza por el otro, que se envuelve y se deja envolver con la vida en sus muchas formas, que muestra solidaridad y compasión, cura heridas pasadas y previene heridas futuras.


La base empírica es la experiencia –tan finamente analizada por el psicoanalista inglés D. Winnicott– de que todos necesitamos ser cuidados, acogidos, valorizados y amados, y deseamos cuidar, acoger, valorar y amar. Portadoras privilegiadas, mas no exclusivas, de esta experiencia son las mujeres. Ellas están ligadas directamente a la vida que necesita cuidado, como la maternidad, la alimentación, el desvelo en la enfermedad, el acompañamiento de la educación. Estas características son propias del principio femenino (anima) que se encuentra también en el hombre y que las realiza a su manera.


En el trasfondo de esta ética del cuidado hay una antropología más fecunda que aquella tradicional, base de la ética dominante: parte del carácter relacional del ser humano. Él es fundamentalmente un ser de afecto, portador de pathos, de capacidad de sentir y de afectar y ser afectado. Además de la razón intelectual (logos) está dotado de la razón emocional, sensible y de la razón espiritual. Es un ser-con-los-otros y para-los-otros en el mundo. No existe aislado en su espléndida autonomía, vive siempre dentro de redes de relaciones concretas y se encuentra permanentemente conectado. No necesita un contrato social para poder vivir junto a otros. Su naturaleza consiste en vivir comunitariamente.

Sin duda, para tener una cultura de la paz duradera necesitamos instituciones justas, pero el funcionamiento de éstas no puede ser formal ni burocrático sino humano, cuidadoso y sensible a los contextos de las personas y de sus situaciones. Más que nada, debemos alimentar una cultura generalizada de cuidado para con la Tierra, y las personas, especialmente las más vulnerables, y de atención a las relaciones entre los pueblos para evitar la guerra.



En vez del gana-pierde pasa a funcionar el gana-gana. Con esta estrategia se disminuyen los factores de tensión y de conflicto. Para llegar a la paz son relevantes las virtudes asumidas conscientemente, como la transparencia, la disposición al diálogo y a la escucha, la acogida cálida del otro. Lo enfatizó el presidente Lula al abordar la cuestión de Irán bajo la amenaza de la truculencia estadounidense y sus aliados por causa del enriquecimiento de uranio para fines pacíficos (pretexto para controlar el petróleo y el gas).


Pero hay una dimensión subjetiva y espiritual que refuerza la búsqueda de la paz. Es la capacidad de perdón y de olvido de viejas disputas y conflictos. Hoy que las culturas se encuentran, hacen patentes las tensiones históricas que separan a los pueblos. Hay que mirar siempre hacia delante en la construcción de una nueva relación fundada en una alianza de cuidado entre todos.

Vivir este tipo de humanismo necesario está dentro de las posibilidades de nuestro ser. Es la condición de la paz duradera, considerada ya por Kant como el fundamento de la República mundial.




La paz fundada en el paradigma del cuidado



La voluntad de poder de un país sobre otro, el patriarcalismo cultural que todavía margina a la mujer y la explotación de la naturaleza para conseguir beneficios materiales son factores de violencia e impedimentos para la paz. El patriarcalismo debilitó la dimensión de lo femenino, que nos hace más sensibles a todos, y rebajó la inteligencia emocional, nicho del cuidado y de la experiencia ética y espiritual.

Esta parcialidad, negando la dimensión anima (lo femenino), no ha dejado de afectar fuertemente a la ética. El núcleo de la moralidad clásica heredada de los griegos y perfeccionada por Kant, Habermas y Rorty tiene como base inconsciente la experiencia del animus (lo masculino). Por eso se funda sobre dos pilastras básicas: la justicia, que se expresa en los derechos y en los deberes de los hombres (dejando invisibles a las mujeres), y la autonomía del individuo, en la idea de que solamente un ser libre puede ser un ser ético.

Pero esta visión es parcial pues deja fuera dimensiones fundamentales, propias mas no exclusivas de lo femenino (anima), como son las relaciones afectivas que se dan en la familia, con los otros, con la naturaleza y con todos los que nos sentimos relacionados. Sin tales relaciones, la sociedad pierde su rostro humano. Aquí más que justicia se necesita la categoría mayor, que es la del cuidado. El cuidado es un paradigma que se opone al de la dominación. Es aquella relación que se preocupa y se responsabiliza por el otro, que se envuelve y se deja envolver con la vida en sus muchas formas, que muestra solidaridad y compasión, cura heridas pasadas y previene heridas futuras.


La base empírica es la experiencia –tan finamente analizada por el psicoanalista inglés D. Winnicott– de que todos necesitamos ser cuidados, acogidos, valorizados y amados, y deseamos cuidar, acoger, valorar y amar. Portadoras privilegiadas, mas no exclusivas, de esta experiencia son las mujeres. Ellas están ligadas directamente a la vida que necesita cuidado, como la maternidad, la alimentación, el desvelo en la enfermedad, el acompañamiento de la educación. Estas características son propias del principio femenino (anima) que se encuentra también en el hombre y que las realiza a su manera.


En el trasfondo de esta ética del cuidado hay una antropología más fecunda que aquella tradicional, base de la ética dominante: parte del carácter relacional del ser humano. Él es fundamentalmente un ser de afecto, portador de pathos, de capacidad de sentir y de afectar y ser afectado. Además de la razón intelectual (logos) está dotado de la razón emocional, sensible y de la razón espiritual. Es un ser-con-los-otros y para-los-otros en el mundo. No existe aislado en su espléndida autonomía, vive siempre dentro de redes de relaciones concretas y se encuentra permanentemente conectado. No necesita un contrato social para poder vivir junto a otros. Su naturaleza consiste en vivir comunitariamente.

Sin duda, para tener una cultura de la paz duradera necesitamos instituciones justas, pero el funcionamiento de éstas no puede ser formal ni burocrático sino humano, cuidadoso y sensible a los contextos de las personas y de sus situaciones. Más que nada, debemos alimentar una cultura generalizada de cuidado para con la Tierra, y las personas, especialmente las más vulnerables, y de atención a las relaciones entre los pueblos para evitar la guerra.



En vez del gana-pierde pasa a funcionar el gana-gana. Con esta estrategia se disminuyen los factores de tensión y de conflicto. Para llegar a la paz son relevantes las virtudes asumidas conscientemente, como la transparencia, la disposición al diálogo y a la escucha, la acogida cálida del otro. Lo enfatizó el presidente Lula al abordar la cuestión de Irán bajo la amenaza de la truculencia estadounidense y sus aliados por causa del enriquecimiento de uranio para fines pacíficos (pretexto para controlar el petróleo y el gas).


Pero hay una dimensión subjetiva y espiritual que refuerza la búsqueda de la paz. Es la capacidad de perdón y de olvido de viejas disputas y conflictos. Hoy que las culturas se encuentran, hacen patentes las tensiones históricas que separan a los pueblos. Hay que mirar siempre hacia delante en la construcción de una nueva relación fundada en una alianza de cuidado entre todos.

Vivir este tipo de humanismo necesario está dentro de las posibilidades de nuestro ser. Es la condición de la paz duradera, considerada ya por Kant como el fundamento de la República mundial.




lunes, 26 de noviembre de 2012

El escritor vive dos veces - Natalie Goldberg

• El escritor vive dos veces. Lleva su propia vida cotidiana y en ella corre como todo el mundo yendo a comprar, atravesando la calle, vistiéndose por la mañana para ir a trabajar. Pero el escritor ha entrenado, al mismo tiempo, otra parte de sí mismo. La que vuelve a vivir todo esto por segunda vez. La que se sienta y vuelve a recorrer mentalmente todo lo que ha sucedido, deteniéndose a observar su consistencia y sus detalles.

Cuando estalla un temporal, todos corren por las calles de aquí para allá con paraguas, impermeables, diarios en la cabeza. El escritor vuelve a salir bajo la lluvia con la libreta de apuntes en la mano y la pluma entre los dedos. El escritor observa los charcos, los ve llenarse, ve cómo las gotas de lluvia puntúan la superficie. Se podría decir que el escritor se ejercita en ser estúpido. Sólo un estúpido se quedaría bajo la lluvia mirando un charco. Si uno es listo, intenta no quedarse bajo la lluvia para evitar los resfriados y, de todas formas, en caso de enfermedad se ha asegurado de antemano. Si uno es tonto, se interesa más por los charcos que por su propia salud, las pólizas de seguro o la puntualidad en el trabajo.

Por último, uno está más interesado en volver a vivir su propia existencia escribiendo que en hacer dinero. Bueno, entendámonos: también a los escritores les gusta hacer dinero; también a los artistas, contrariamente a lo que normalmente se piensa, les gusta comer. Sólo que, para ellos, el dinero no es la motivación principal. Personalmente, si tengo tiempo para escribir me siento muy rica, mientras que me siento muy pobre si tengo un sueldo regular pero no tengo tiempo para mi verdadero trabajo. Pensad en ello. El patrono nos da un sueldo a cambio de nuestro tiempo. El tiempo es la mercancía de mayor valor que un ser humano tiene para ofrecer.

Trocamos el tiempo de nuestra vida por dinero. El escritor se detiene en el primer paso, el propio tiempo, y le atribuye un valor aún antes de recibir a cambio un dinero. El escritor tiene muchísimo aprecio a su propio tiempo, y no tiene tanta prisa por venderlo. Es como heredar un terreno de la familia. Este terreno siempre ha pertenecido a la familia, desde tiempo inmemorial. Viene alguien y ofrece comprarlo. El escritor, si es listo, no venderá demasiado. Sabe bien que, una vez vendido el terreno, podrá comprarse un segundo coche, pero no tendrá un lugar donde refugiarse, ya no tendrá un lugar donde soñar.

Por eso, si queremos escribir, no es malo que seamos un poco tontos. Dentro de nosotros existe una persona a la cual no se le puede dar prisa, una persona que necesita tiempo y nos impide entregarlo todo. Esta persona necesita un sitio a donde ir, y nos obliga a mirar fijamente los charcos bajo la lluvia, casi siempre sin sombrero, y a sentir las gotas que caen sobre la cabeza.


• ¿Por qué escribo? Escribo porque tengo la boca cerrada desde toda una vida, y la verdad es que, en secreto, quisiera de un modo egoísta vivir eternamente, y quisiera que mis seres queridos vivieran eternamente. Me hace daño la provisionalidad, el paso del tiempo. Dentro de cada una de mis alegrías asoma el continuo tormento de que todo pasará. Todo, incluso el Croisant Express en la esquina de Hennepin Avenue de Minneapolis, una gran ciudad del Midwest de la mítica america, donde, antes o después, ya no vendré a tomarme mi chocolate caliente. Me trasladaré a New Mexico, donde nadie sabe lo que se siente estando aquí, con la luz violeta de la tarde entrando por las ventanas, los reflejos del techo plateado, el aroma leve de los croissant que se doran en el horno.

Escribo, porque estoy sola, y sola recorro las calles de este mundo. Nadie nunca sabrá lo que ha pasado a través mío, y, cosa aún más sorprendente, yo tampoco lo sé. Ahora que es primavera, ya no me acuerdo de lo que se sentía con cuatro grados bajo cero. Aún con la calefacción encendida, se podía sentir la mortalidad aullar a través de las delgadas paredes de mi casa.

Escribo porque estoy loca, esquizofrénica, lo sé y lo acepto, y tengo que utilizar de alguna forma esta locura en lugar de ir al manicomio.

Escribo porque hay historias que la gente ha olvidado relatar, porque soy una mujer que intenta vivir con dignidad. Escribo porque dar forma a una palabra con los labios y la lengua, o pensar algo y a continuación atreverse a escribirlo, para no volver a comérselo a veces, es la experiencia más intensa que conozco. Estoy intentando convertirme en algo vivo, descubrir lo que se esconde en los rincones de mi interioridad, sacarlo y conferirle forma y color.

Escribo por mi total incredulidad frente al hecho de que incluso el amor no me basta, y que al final escribir podría ser todo lo que me queda, y esto no sea todavía suficiente. Nunca consigo sacarlo todo, y además, hay momentos en los que tengo que dejar el cuaderno sobre el escritorio y volverme para enfrentarme realmente con mi existencia. Y, luego, hay momentos en los que la única forma de enfrentarme realmente con mi existencia es volviendo al cuaderno.

Escribo porque sufro, y escribir es un modo para transformar este sufrimiento en un tesoro. Escribo para volverme fuerte y volver al hogar, y éste podría muy bien ser el único verdadero hogar que tendré.


• Ser escritor y escribir significa sentirse libre. Significa cumplir la propia función. Hace tiempo, creía que la libertad consistía en hacer todo lo que uno quisiese. Sin embargo la libertad consiste en entender quiénes somos, entender lo que tendríamos que hacer en esta tierra y, por fin, simplemente hacerlo.

• Cuando escribáis, utilizad detalles originales. La vida es tan rica que, si conseguimos escribir los detalles reales de la forma en la que las cosas eran y son, ya no hace mucho más.



• Relajaos, gozad, estad presentes y abrid vuestro corazón. Espontáneamente iréis absorbiendo el ambiente que os rodea y, más tarde, sentaos a frente a la mesa de escribir, conseguiréis recordar, con la máxima precisión.

• Nuestra vida es ordinaria y al mismo tiempo mítica. Vivimos y morimos, envejecemos maravillosamente o nos llenamos de arrugas. Nos despertamos por la mañana, compramos algo y esperamos tener en la cartera lo bastante para pagarlo. Y al mismo tiempo el corazón, máquina perfecta, sigue latiendo a través de todos los dolores y todos los inviernos que vivimos sobre esta tierra. Nosotros somos importantes, y nuestras vidas son importantes, mejor dicho, magníficas, y vale la pena registrar sus detalles. He aquí cómo tiene que pensar el que escribe, he aquí cómo hay que sentarse con la pluma entre los dedos. Estamos aquí, somos seres humanos; así es como hemos vivido, que todo el mundo lo sepa; el mundo ha pasado delante de nosotros. Nuestros detalles son importantes. De lo contrario, si no lo fueran, podríamos dejar caer una bomba y no cambiaría absolutamente nada.

• El escritor debe decir sí a la vida, a cada aspecto de la vida. Tenemos que convertirnos en escritores que aceptan las cosas como son, que consigue apreciar el detalle y avanzar con un sí en los labios, de forma que alrededor nuestro ya no hayan más negaciones, negaciones que le quitan valor a la vida y borran estos detalles de nuestro mundo. “Acariciad los detalles”, dice Nabokov, rozadlos tiernamente.

• El escritor vive dos veces. Lleva su propia vida cotidiana, y en ella corre como todo el mundo yendo a comprar, atravesando la calle, vistiéndose por la mañana para ir a trabajar. Pero el escritor ha entrenado, al mismo tiempo, otra parte de sí mismo. La que vuelve a vivir todo esto por segunda vez. La que se sienta y vuelve a recorrer mentalmente todo lo que ha sucedido, deteniéndose a observar su consistencia y sus detalles.

• Igual que las obsesiones, también nuestros sueños tienden a volver a aflorar. Haríamos mejor en prestarles atención, y a actuar en consecuencia. Es una forma de penetrar en nuestra vida; de otro modo, podríamos ir a la deriva con nuestros sueños durante toda la eternidad.

• Es mucho mejor ser escritores tribales, que escriben para todos y reflejan muchas voces en la propia, que vivir en el aislamiento, a la búsqueda de una miga de verdad en nuestra mente individual. Hay que crecer, expandirse, y escribir abrazando al mundo entero.

• Si en nuestro barrio hay otras personas que escriben, es bueno conocerlas y encontrarse, para ayudarse unos a otros. Es muy difícil perseverar en la soledad. Guardad en el desván la idea del artista solitario y sufridor. El sufrimiento es parte de la condición humana. No hagáis que las cosas sean más difíciles de lo que son.

• Olvidémonos de nosotros mismos. Sumerjámonos en lo que miramos, hasta desaparecer.

• Aunque no escribamos, seguimos siendo escritores. No es algo que podamos sacudirnos de encima. Caminemos cono lo haría un animal. Hagamos que todo lo que nos rodea se convierta en presa. Utilicemos los sentidos como los utiliza un animal.

• Crearse un espacio para escribir es otro signo de un compromiso mayor.

• El trabajo del escritor consiste en dar vida a lo banal, en volver a despertar al lector a la excepcionalidad de lo existente.

• Saca otro bloc, coge la pluma, y escribe, escribe, escribe. En el centro del mundo, es suficiente con dar un solo paso positivo. En el centro del caos, es suficiente con hacer un sólo acto definitivo. Escribe y basta. Di que sí, quédate vivo, mantente despierto. Escribe y basta. Escribe, escribe.

• Cuando estamos realmente dentro de lo que estamos escribiendo, no importa dónde nos encontremos, porque de todas maneras es perfecto. Saber que podemos escribir en todas partes, nos da una sensación de gran autonomía y seguridad. Si queremos escribir, al final encontraremos, sin duda, la oportunidad de hacerlo.

• Os doy este consejo por experiencia personal. Avanzad siempre más allá de donde creéis poder llegar.

• Hay una frase se Gore Vidal que cito a menudo: “Como todo autor (y todo lector) sabe, escribir bien es el viaje más bonito que existe”. No nos creemos el problema de escribir “bien”; simplemente escribir, ya es el paraíso.

• Nuestro secreto más profundo es que escribimos porque amamos el mundo. ¿Y por qué, entonces, no decidirse a sacar este secreto que hay en nosotros, y llevarlo a las salas y las galerías, el jardín y el mercado? Que todo florezca.

• Cuando aceptamos estar predestinados para escribir, tras haberlo probado todo, nos encontramos frente a un camino obligado.

• Dedicarse a la práctica de la escritura significa, en última instancia, dedicarse a la propia existencia en su integridad.

• Cuando estamos presentes, el mundo está verdaderamente vivo.

•Escribir cualquier cosa que os atraviese el cuerpo y la mente en ese preciso instante. No intentéis controlar lo que escribís.

•Hay que tener fe en el proceso evolutivo.

• Fundamentalmente, si queremos aprender a escribir bien, hay que hacer tres cosas: leer bastante, escuchar bien e intensamente, y escribir mucho. Y no pensar demasiado.

• Para escribir mejor, hay que hacer ejercicio, (escribir) como en cualquier otro deporte. Pero no hay que dejarse atrapar por el sentido del deber y transformar el ejercicio en una rutina que sea un fin en sí misma.

•… hay que volver continuamente a los libros, a los buenos libros. Y releer a menudo aquellas visiones que nos dicen quiénes somos, lo que podemos ser.

 • En el centro del mundo, es suficiente con dar un solo paso positivo. En el centro del caos, es suficiente con hacer un solo acto definitivo. Escribe y basta. Di que sí, quédate viva, mantente despierta. Escribe y basta. Escribe, escribe.

• En cierto momento de nuestra vida, tenemos que enloquecer, tenemos que perder el control, salirnos de nuestra forma acostumbrada de ver, y entender que el mundo no es como creemos.

• Escribir es un acto de descubrimiento.

• Una poesía es un breve momento de iluminación.

• Si la energía de una poesía se encuentra toda en un solo verso, corta todo lo demás, y deja solo aquel verso.

Fuente: "El gozo de escribir",  Natalie Goldberg.




• No conozco a ningún escritor que sea feliz.

• Si hay algún destino claro para mí en esta vida, lo alcanzaré a través de la escritura.

• Estás ante un camino sin indicaciones, donde las únicas señales válidas son las calaveras de aquéllos que no regresaron.

• Abandoné porque en realidad no tenía ni la más remota idea sobre cómo empezar un libro o sobre cómo acabarlo.

• A menudo luchamos contra nosotros mismas debido a la ignorancia o a las enseñanzas que hemos recibido de la sociedad.

• Debemos estar dispuestas a descartar todas las páginas que haga falta, por mucho que hayamos trabajado en ellas. No pienses que es trabajo malgastado. Porque es el camino que te conducía a la puerta de entrada.

• El camino del escritor requiere concentración, paciencia, compromiso, consciencia, aislamiento, fe y distancia respecto a las percepciones comunes.

• Nunca se acobardó, se mantuvo fiel al apasionado impulso de la creación.

• Cuanto más regularmente escribo más real me parece la historia.

• Tener tiempo para escribir es simplemente eso. Una hora por aquí, media hora por allá.

• Nunca afirmes nunca que escribirás cada día porque cuando no lo hagas -y te aseguró que habrá días que no lo harás- te odiarás a ti misma. Y en vez de escribir cada día, terminarás por no escribir nunca.

• Si pierdes una oportunidad tienes que recuperarla.

• En las estanterías se amontonan buenos libros esperando ser leídos. Podríamos acercar nuestra mente a la de esos autores y sacarles provecho.

•Mi lástima por una ciudad sin librerías.

• Absorber ese libro con todos mis sentidos para comprender al autor y cómo este tejé su historia.

• Es asombroso lo que leen algunas personas -personas que en teoría quieren escribir- y, si lo hacen, la poca atención que prestan a lo que leen.

• La práctica de la escritura nos obliga a ser nosotras mismas. No importa lo que hagamos para ocultarnos o disimular porque cuando escribimos perdemos el control.

• Que una vez que lo hemos dado todo, tenemos que buscar ayuda para continuar.

• Nunca me he avergonzado de leer un libro varias veces.

• El secreto es que todos estamos perdidos.

• Era como si se cumpliese el mandato de Hemingway: escribe con claridad y contundencia sobre lo que más duele.

• Me encontré inmersa en una tarea que me superó aunque pensaba que era capaz de hacer.


Fuente: “El rayo y el trueno”, Natalie Goldberg.



• Cuidado con el uso que le dan a la palabra porque: los escritores no tiene necesidad de explicar las cosas. Tienen necesidad de afirmarlas. “No el porqué sino el qué”. Por ejemplo: Fui a una tienda porque necesitaba algo. La odio porque es una zorra. Verónica compró pan integral porque tiene invitados a comer.

• Porque no es una palabra necesaria en las frases anteriores. En su lugar: fui a la tienda. Necesitaba algo./ La odio. Es una zorra. / Verónica compró pan integral. Tiene invitados a comer. Puedes hacer afirmación tras afirmación. Escribir es la práctica de afirmarse uno mismo.

• No tienen que unir las frases ni razonarlas. La yuxtaposición habla por sí sola. No se dejen empantanar por la necesidad de explicar. Limítense a escribir la frase tal cual es. Sean intrépidos.

• Aconsejo ser cuidadosos con la palabra muy. Generalmente no la necesitamos. Es una palabra que recalca algo que ya se ha anunciado. “El muchacho era muy tímido”. Tampoco añade gran cosa y lo cierto es que “el muchacho era tímido” nos ofrece una afirmación más directa. Oímos mejor tímido sin la fanfarria del muy. Muy disminuye la presencia de la palabra a la que modifica. “Es muy bueno” Quitad la palabra muy. Es bueno. Esta es una aseveración valiente que rara vez se utiliza. Simple, directa, al grano. Nada de elaborados adornos en torno a la cualidad de bueno. Sencillamente bueno.

• Ocurre lo mismo con la palabra realmente. “Estuvo realmente bien”. Casi parece que el escritor no se crea que estuvo bien…, “Lo prometo, realmente estuvo bien”. “Estuvo bien” es una afirmación simple y directa que podemos sostener. No hace falta inflarla. Las palabras y la estructura de las frases revelan la identidad del escritor. Enuncien claramente lo que tienen que decir. No tengan miedo. Avancen.

• Encuentro que cuando hablo utilizo mucho realmente porque  en mi fuero interno no espero la atención de la gente. Intento conseguir que realmente escuche. Y escuchan o no escuchan. No tenemos que lograr que realmente lo hagan.

• Podemos asentarnos en el interior de nuestro cuerpo y escribir. No ocultarlo ni exteriorizarlo. Solo estando presentes. Entonces escribimos por puro vacío. Escribimos porque escribimos y por ninguna otra razón. Eso es bueno.

Fuente: “La escritura, una terapia creativa”,  Natalie Golberg.