jueves, 30 de agosto de 2012

El mito del orgasmo vaginal por Anne Koedt


Orgasmo vaginal - Por Sonia R. Arjonilla Fuente de la ilustración:
http://www.pikaramagazine.com/?p=6630


Creo que el chiste de Sonia R. Arjonilla ilustra una realidad.
Hace muchos años leí en una biblioteca pública un ensayo llamado "El mito del orgasmo vaginal" de Anne Koedt.
Hasta el día de hoy no he vuelto a leer ningún material similar. Parece que el tema ha sido sistemáticamente silenciado, no solo por parte de los hombres sino por parte de las mujeres también.

El trabajo, que ya se ha convertido en un clásico del feminismo, se puede leer aquí:

"Siempre que se discute sobre el orgasmo y la frigidez femenina se hace una falsa distinción entre el orgasmo vaginal y el clitoridiano. La frigidez ha sido generalmente definida por los hombres como el fracaso de la mujer para obtener orgasmos vaginales.

En realidad, la vagina no es un área de alta sensibilidad y no está preparada para lograr orgasmos. Es el clítoris el centro de la sensibilidad sexual y el que constituye el equivalente femenino del pene.

Pienso que esto explica muchas cosas: primero que nada, el hecho de que la tasa de la llamada frigidez sea tremendamente alta entre las mujeres. En vez de buscar el origen de la frigidez femenina en suposiciones falsas sobre la anatomía femenina, nuestros "expertos" han declarado que la frigidez es un problema psicológico de las mujeres. A
aquellas que se quejaron de sufrirla se les recomendó consultar al psiquiatra, de manera que pudieran descubrir su "problema", generalmente diagnosticado como el fracaso para ajustarse a su papel como mujeres.

Los hechos sobre la anatomía femenina y la respuesta sexual cuentan una historia diferente. Aunque hay muchas zonas erógenas, sólo existe una para el clímax: el clítoris. Todos los orgasmos son extensiones de la sensación en esta zona. Debido a que el clítoris no es necesariamente estimulado de manera suficiente en las posiciones sexuales convencionales, se nos deja "frígidas".

Además de la estimulación física, que constituye la causa más común de orgasmo para la mayoría de las personas, también existe la estimulación a través de procesos mentales. Algunas mujeres, por ejemplo, pueden alcanzar un orgasmo mediante fantasías sexuales o fetiches.

De cualquier manera, aunque la estimulación sea psicológica, el orgasmo se manifiesta físicamente. Así, aún cuando la causa sea psicológica, el efecto sigue siendo físico, y el orgasmo necesariamente tiene lugar en el órgano sexual equipado para el clímax sexual: el clítoris. La experiencia del orgasmo puede variar en grados de intensidad, algunos más localizados, y otros más difusos y sensibles, pero a todos se les llama orgasmos clitoridianos.




Todo esto conduce a algunas preguntas interesantes sobre el sexo convencional y nuestro papel en él. Los hombres llegan al orgasmo esencialmente debido a la fricción con la vagina, no con la zona clitoridiana que es externa e incapaz de causar fricción como lo hace la penetración. Las mujeres han sido, así, definidas sexualmente en términos de lo que complace a los hombres; nuestra propia biología no ha sido analizada correctamente. En lugar de ello, se nos alimenta con el
mito de la mujer liberada y su orgasmo vaginal, un orgasmo que de hecho no existe.
Lo que debemos hacer es redefinir nuestra sexualidad. Debemos descartar los conceptos "normales" de sexo y crear nuevas pautas que tomen en cuenta el goce sexual mutuo.

Aún cuando la idea del goce sexual mutuo es liberalmente aplaudida en los manuales sobre el matrimonio, ésta no se sigue hasta su conclusión lógica. Debemos comenzar
a exigir que si ciertas posiciones, que ahora se califican de "estándar", no conducen a ambos al orgasmo, ya no sean calificadas como tales.

Deben usarse o inventarse nuevas técnicas para transformar este aspecto particular de nuestra explotación sexual presente.

Freud: padre del orgasmo vaginal

Freud sostenía que el orgasmo clitoridiano era adolescente y que en la pubertad, cuando las mujeres comenzaban a tener relaciones sexuales con los hombres, debían transferir el centro del orgasmo a la vagina. Se daba por hecho que la vagina era capaz de producir un orgasmo paralelo, pero más maduro que el clítoris. Se trabajó mucho en la elaboración de esta teoría, pero se ha hecho poco por disputar sus suposiciones básicas.

Para comprender por completo esta increíble invención, quizá se debiera recordar primero la actitud general de Freud hacia las mujeres.

Mary Ellman en Thinking About Women lo resume de esta manera :

Toda la actitud condescendiente y temerosa de Freud hacia las mujeres proviene de que carecen de pene, pero es únicamente en su ensayo "La psicología de las mujeres", que Freud hace explícita . . . su desaprobación ya implícita en su obra. Es entonces cuando prescribe para ellas el abandono de la vida de la mente, que interferiría con su función sexual. Cuando el paciente psicoanalizado es un hombre, el analista se propone la tarea de desarrollar sus capacidades; pero con las pacientes, la labor es ayudarlas a resignarse a los límites de su sexualidad. Como lo plantea Mr. Rieff: para Freud, "el análisis no puede estimular en las mujeres nuevas energías para el logro y el éxito, sólo puede enseñar la lección de la resignación racional" .

Fueron los sentimientos de Freud sobre la relación secundaria e inferior de las mujeres con los hombres los que constituyeron la base para sus teorías acerca de la sexualidad femenina.

Una vez establecida la ley sobre la naturaleza de nuestra sexualidad, Freud descubrió, nada casualmente, un tremendo problema de frigidez en las mujeres . La cura que él recomendaba para una mujer frígida era la atención psiquiátrica, puesto que sufría de incapacidad para ajustarse mentalmente a su rol "natural" como mujer.

Frank S. Caprio, un seguidor contemporáneo de estas ideas, afirmaba: cuando una mujer sea incapaz de lograr un orgasmo vía coito, a condición de que su marido sea una pareja adecuada, y prefiera la estimulación clitoridiana a cualquier otra forma de actividad sexual, se la puede considerar frígida y requiere ayuda psiquiátrica (The Sexual Adequate Female, p . 64).

La explicación dada era que las mujeres tenían envidia de los hombres :
"renunciación a la feminidad" . De este modo, la frigidez fue diagnosticada como un fenómeno antimasculino.

Es importante enfatizar que Freud no basó su teoría en el estudio de la anatomía femenina, sino más bien en sus ideas sobre la mujer como un apéndice del hombre, y su consecuente rol social y psicológico. En sus intentos por lidiar con el problema de la frigidez masiva, los freudianos se embarcaron en elaboradas gimnasias mentales. Marie Bonaparte, en Female Sexuality, llegó incluso a sugerir la cirugía para
ayudar a las mujeres a regresar al camino correcto. Habiendo descubierto una extraña conexión entre la mujer no frígida y la localización del clítoris cerca de la vagina,
después se me ocurrió que en los casos en que, en ciertas mujeres, este espacio
era excesivo y la fijación clitoridiana obstinada, podía efectuarse una reconciliación clitoridiana-vaginal por medios quirúrgicos, lo que beneficiaría la función erótica normal. El profesor Halban, de Viena, biólogo y cirujano, se interesó
en el problema y desarrolló una técnica quirúrgica sencilla . En ésta, se cortaba
el ligamento suspensorio del clítoris y el clítoris se prendía a las estructuras
subyacentes, fijándolo así, en una posición más baja, con una eventual reducción de los labios menores (p . 148).

Pero el daño más severo no se daba en el área de la cirugía, en la que los freudianos daban absurdas vueltas en círculos intentando cambiar la anatomía femenina para que cuadrara con sus suposiciones básicas. El daño más grave fue el que se infligió a la salud mental de las mujeres, que bien sufrían en silencio culpándose, bien corrían en
busca de un psiquiatra tratando desesperadamente de encontrar la oculta y terrible represión que las había mantenido alejadas de su destino vaginal.

Falta de evidencia

Se podría afirmar en un principio que éstas son áreas desconocidas e inexploradas, pero si se realiza un examen más profundo esto es sin lugar a dudas falso, tal como lo era en el pasado. Por ejemplo, los hombres sabían que las mujeres sufrían de frigidez con frecuencia durante el coito. Así que el problema ahí estaba. Además, hay mucha evidencia específica. Los hombres sabían que el clítoris era y es el órgano esencial para la masturbación, ya fuera en niñas o en mujeres adultas. Así que evidentemente las mujeres dejaron en claro en dónde pensaban ellas que se localizaba su sexualidad. Los hombres también parecen estar sospechosamente conscientes de los poderes clitoridianos durante el "juego previo" al coito, cuando desean excitar a las mujeres y producir la suficiente lubricación para la penetración . El "juego previo" es un concepto creado para fines masculinos y trabaja en desventaja de muchas mujeres, ya que una vez que la mujer se encuentra excitada el hombre cambia a la estimulación vaginal, dejándola así tan excitada como insatisfecha.

También se sabe que las mujeres no necesitan de anestesia en el interior de la vagina durante la cirugía, lo que apunta al hecho de que la vagina no es un área altamente sensible.

Hoy, con un conocimiento amplio de anatomía, con Kelly, Kinsey y Masters y Johnson, por mencionar sólo algunas fuentes, ya no hay ignorancia en la materia . Hay, sin embargo, razones sociales por las que este conocimiento no ha sido popularizado. Estamos viviendo en una sociedad masculina que no ha buscado cambios en el rol de las mujeres.





Evidencia anatómica

En lugar de comenzar con lo que las mujeres debieran sentir, sería lógico
iniciar con los hechos anatómicos con respecto al clítoris y la vagina.


El clítoris es un equivalente pequeño del pene, excepto por el hecho de que la uretra no lo atraviesa como lo hace con el pene del hombre. Su erección es similar a la erección masculina, y la cabeza del clítoris tiene el mismo tipo de estructura y función que la cabeza del pene. G . Lombard Kelly, en Sexual Feeling in Married Men and Women, dice:

La cabeza del clítoris también está compuesta de tejido eréctil, y posee un epitelio o cubierta muy sensible, dotada de terminaciones nerviosas especiales llamadas corpúsculos genitales y particularmente adaptadas a la estimulación sensorial, que bajo condiciones mentales adecuadas termina en el orgasmo sexual. Ninguna otra parte del tracto reproductivo femenino posee dichos corpúsculos (p . 35). El clítoris no tiene otra función que la del placer sexual.

La vagina. Sus funciones están relacionadas con la función reproductiva. Principalmente, 1) menstruación, 2) recepción del pene, 3) retención del semen y 4) canal de parto. El interior de la vagina, que de acuerdo con los defensores del orgasmo vaginal es el centro y productor del orgasmo, está, "como casi todas las demás estructuras corporales internas, pobremente abastecida de órganos terminales sensoriales.

El origen endodérmico interno del recubrimiento vaginal la hace similar al recto y a otras partes del tracto digestivo" (Kinsey, Sexual Behavior in the Human Female, p . 580).

El grado de insensibilidad dentro de la vagina es tan alto que "Entre las mujeres que fueron examinadas en nuestra muestra ginecológica, menos del 14% estaba consciente de haber sido tocada" (Kinsey, p . 580).

Incluso la importancia de la vagina como un centro erógeno (en oposición a un centro orgásmico) es menor.

Otras áreas. Los labios menores y el vestíbulo de la vagina . Estas dos áreas sensibles pueden disparar un orgasmo clitoridiano, porque pueden ser efectivamente estimuladas durante el coito "normal"; aunque escasa, este tipo de estimulación se considera de manera incorrecta un orgasmo vaginal. De cualquier manera, es importante distinguir entre áreas que pueden estimular el clítoris, incapaces de producir un orgasmo por sí mismas, y el clítoris : "Sin importar qué medio de excitación se usa para llevar al individuo a un estado de clímax sexual, la sensación es percibida
por los corpúsculos genitales y se localiza donde ellos están situados: en la cabeza del clítoris o del pene (Kelly, p . 49).

El orgasmo psicológicamente estimulado. Además de las estimulaciones directas e indirectas del clítoris anteriormente mencionadas, existe una tercera forma en la que se puede disparar un orgasmo. Ésta es a través de la estimulación mental (cortical), donde la imaginación estimula a la mente, que a su vez estimula a los corpúsculos genitales del glande para producir un orgasmo.

Las mujeres que dicen tener orgasmos vaginales

Confusión. Debido a la falta de conocimiento de su propia anatomía, algunas mujeres aceptan la idea de que un orgasmo experimentado durante una relación sexual "normal" fue ocasionado por la vagina. Esta confusión se debe a la combinación de dos factores. El primero, la falla en la localización del centro del orgasmo, y el segundo, por un deseo de adecuar su experiencia a la idea masculina de normalidad sexual. Considerando que las mujeres saben poco de su anatomía, es fácil confundirse.

Engaño. La gran mayoría de las mujeres que aparentan tener un orgasmo vaginal ante su hombre, lo están fingiendo para "conseguir el trabajo". En un nuevo éxito de ventas danés, I Accuse, Mette Ejlersen trata de manera específica este problema común, al que llama "la comedia sexual" y que tiene muchas causas. Primero que nada, la mujer debe soportar una gran presión aportada por el hombre, quien considera que su habilidad como amante está puesta en juego. Así, para no ofender su ego, las mujeres obedecen el papel que se les designa y pasan por un éxtasis simulado. Otras de las danesas mencionadas, mujeres a las que se dejó frígidas e indiferentes al sexo, aparentaban tener orgasmos vaginales con el fin de apresurar el acto sexual. Algunas más admitían haber fingido orgasmos vaginales para atrapar a un hombre. En uno de
los casos, la mujer aparentó tener un orgasmo vaginal para hacer que el hombre dejara a su primera esposa, quién había admitido ser vaginalmente frígida. Más adelante le fue forzoso continuar el engaño, ya que no podía pedirle que la estimulara clitoridiamente.

Muchas otras mujeres simplemente temen establecer su derecho a la igualdad de goce, percibiendo el acto sexual como un beneficio principalmente para los hombres, y cualquier placer obtenido por la mujer como un extra.

Algunas mujeres, con ego suficiente para rechazar la idea masculina de necesitar atención psiquiátrica, se negaron a admitir su frigidez. No aceptaban autoculparse, pero no encontraban cómo solucionar el problema, no conociendo sus propias características fisiológicas, por lo que quedaron en un limbo especial.

Quizá uno de los resultados más enfadosos y dañinos de toda esta charada sea el que a mujeres sexualmente sanas les fue enseñado que no lo eran. Así que además de estar sexualmente privadas se las aleccionó para autoculparse, aun cuando no eran culpables . Buscar la cura para un problema que no la tiene puede conducir a una mujer a un
camino interminable de inseguridad y odio hacia sí misma, ya que su analista le dice que ni siquiera tiene éxito en el único papel que le permite la sociedad masculina: el papel de mujer. Se la pone a la defensiva, con datos falsos como evidencia de que debe intentar ser aún más femenina, pensar de manera más femenina, rechazar su envidia por los hombres . Es decir, muévele más duro, mi reina.

Por qué los hombres mantienen el mito

1 . Preferencia por la penetración sexual. El mejor estimulante físico para el
pene es la vagina de la mujer. Provee la fricción y lubricación necesarias . Desde un punto de vista estrictamente técnico esta posición ofrece las mejores condiciones físicas, aunque el hombre puede probar otras posiciones por variar.
2 . La mujer invisible. Uno de los elementos del chauvinismo masculino es la negación o la inhabilidad de ver a las mujeres como seres humanos totales y separados. En su lugar, los hombres han escogido definir a las mujeres sólo en términos de cómo han beneficiado sus vidas. Sexualmente, una mujer no era vista como un individuo que
deseara compartir equitativamente el acto sexual, de la misma manera que no se la percibía como una persona con deseos independientes cuando realizaba cualquier otra actividad en la sociedad. Así, era fácil inventar lo que era conveniente sobre las mujeres; encima de esto, la sociedad ha sido una función de los intereses masculinos, y las mujeres no estaban organizadas para formar ni siquiera una oposición verbal
a la de los hombres expertos.

3 . El pene como epítome de la masculinidad . Los hombres definen su vida principalmente en términos de masculinidad. Es una forma universal de levantar el ego . Esto es, en toda sociedad, por muy homogénea que sea (por ejemplo, cuando no existen grandes diferencias raciales, étnicas o económicas) siempre hay un grupo que oprimir, las mujeres.

La esencia del chauvinismo masculino está en la superioridad psicológica que los hombres ejercen sobre las mujeres. Este tipo de definición superior-inferior del sí mismo, en lugar de una definición positiva basada en el propio desarrollo y los logros personales, ha encadenado tanto a la víctima como al opresor. Sin embargo, quien ha llevado la peor parte ha sido la víctima.

Una analogía es el racismo, en el que el racista de color blanco compensa sus sentimientos de desmerecimiento creando una imagen del hombre negro como biológicamente inferior a él (tal imagen obedece principalmente a una lucha masculina). Debido a su posición dentro de una estructura de poder blanca y masculina, el hombre blanco puede reforzar esta división mítica.

Mientras los hombres traten de racionalizar y justificar la superioridad masculina a través de la diferenciación física, la masculinidad podrá ser simbolizada por ser el más musculoso, el más velludo; por tener la voz más grave y el pene más grande . Las mujeres, por el contrario, son aprobadas (llamadas femeninas) si son débiles, pequeñas; se rasuran las piernas; tienen voces agudas y suaves.

Ya que el clítoris es casi idéntico al pene, se encuentra mucha evidencia de que hombres, de diversas sociedades, tratan de ignorar el clítoris y enfatizar la vagina, como lo hizo Freud, o como en algunos lugares de Medio Oriente en donde practican la clitoridectomía. Freud veía esta antigua y todavía vigente costumbre, como una manera de "feminizar" aún más a la mujer al removerle este vestigio cardinal de su
masculinidad . También cabe destacar que un clítoris grande es considerado feo y masculino . Algunas culturas se dan a la práctica de verter un químico sobre el clítoris para que se encoja al tamaño "adecuado".
Me queda claro que los hombres, de hecho, temen al clítoris como una amenaza a su masculinidad.




4 . El hombre sexualmente prescindible. Los hombres temen llegar a ser sexualmente prescindibles si la vagina es sustituida por el clítoris como el centro de placer para las mujeres. De hecho, esto es de gran validez si sólo consideramos la anatomía. La posición del pene dentro de la vagina, aunque perfecta para la reproducción, no estimula necesariamente un orgasmo en la mujer debido a que el clítoris está localizado en el exterior y más arriba. Las mujeres dependen de la estimulación
indirecta en la posición "normal".

La sexualidad lésbica podría constituir un excelente caso, basado en información anatómica, para la irrelevancia del orgasmo masculino.

Albert Ellis menciona algo en el sentido de que un hombre sin pene puede ser un excelente amante de una mujer.

Considerando que la vagina es de lo más deseable desde el punto de vista del hombre, solamente en términos físicos, una comienza a ver el dilema masculino. También nos fuerza a descartar muchos argumentos "físicos" que explican por qué las mujeres se van a la cama con los hombres. Lo que queda, me parece, son razones principalmente psicológicas para dar cuenta de por qué las mujeres eligen a los hombres, y
excluyen a las mujeres, como parejas sexuales.

5 . Control de las mujeres. Una razón que se da para explicar la práctica de la clitoridectomía en el Medio Oriente es que evitará que las mujeres se pierdan. Al remover el órgano sexual con capacidad para el orgasmo, debe suponerse que su impulso sexual disminuirá . Considerando que los hombres ven a las mujeres como una propiedad, particularmente en naciones muy atrasadas, debiéramos comenzar a considerar mucho más por qué es que no está en el interés de los hombres que las
mujeres sean totalmente libres sexualmente. La doble moral, que por ejemplo se practica en América Latina, está hecha para mantener a las mujeres como total propiedad del marido, mientras que él es libre de tener las aventuras que desee.

6 . Lesbianismo y bisexualidad . Además de las razones estrictamente anatómicas por las que las mujeres puedan igualmente buscar a otras mujeres como amantes, hay un miedo por parte de los hombres de que las mujeres buscarán la compañía de otras mujeres sobre una base completamente humana. De hecho, el reconocimiento del orgasmo clitoridiano amenazaría la institución heterosexual, puesto que indicaría que el
placer sexual es obtenible tanto de hombres como de mujeres, haciendo así de la heterosexualidad no un absoluto, sino una opción. El tema de las relaciones sexuales humanas se ampliaría de este modo para ir más allá de los presentes confines del sistema de roles masculino-femenino."





Traducción : Daniela Ramos Mingo
Libros mencionados en este ensayo
Bonaparte, Marie, 1953, Female Sexuality, Grove Press .
Caprio, Frank S ., 1953 y 1966, The Sexually Adequate Female, Fawcett Gold
Medal Books.
Ejlersen, Mette, 1968, 1 Accuse (leg Anklager), Chr. Erichsens Forlag (danés) .
Ellis, Albert, 1958 y 1956, Sex Without Guilt, Grove Press .
Ellman, Mary, 1968, Thinking About Women, Harcourt, Brace y World .
Kelly, G . Lombard, 1951 y 1965, Sexual Feelings in Married Men and Women,
Pocketbooks .
Kinsey, Alfred C ., 1953, Sexual Behavior in the Human Female, Pocketbooks .
Masters y Johnson, 1966, Human Sexual Response, Little Brown .

Tomado de: http://equidad.org.mx/ddeser/seminario/internas/lecturas/lect-sexual/elmitodelorgasmovaginal.pdf

domingo, 12 de agosto de 2012

VOLVERNOS A HACER DE MADRES DE NOSOTRAS MISMAS: LA CURACIÓN DE NUESTRA RELACIÓN CON LAS MUJERES Y LO FEMENINO

"Toda madre contiene a su hija en sí misma y cada hija a su madre."
C.G. Jung

"Debemos estar dispuestas a sufrir a nuestras madres dentro de nosotras, a ver las raíces de su comportamiento en nuestro interior, y a transformarlas y perdonarlas en nosotras mismas. También tenemos que ser capaces de ver a través de nuestra herencia común de mujeres, encontrando dentro de nuestra madre interior las respuestas a la falta de poder, las perversiones del espíritu, y los potenciales desviados. No basta con volvernos conscientes de los efectos negativos de nuestras madres en nuestras vidas; es como si tuviéramos que llevar psicológicamente a nuestras madres dentro de nosotras, al igual que ellas nos llevaron un día físicamente."

Kathie Carlson - In her image




El Mundo-Madre es el reino de la vida que contiene a las mujeres y a lo Femenino. Para las mujeres, éste incluye nuestras madres, hijas y hermanas respectivas, y tal vez hoy día podamos añadir nuestro sentido de hermandad con todas las mujeres. En otro nivel, este reino contiene el arquetipo de la Madre, en su aspecto positivo (nutridor, protector y amoroso), y en su aspecto negativo (seductor, devorador y destructivo). El arquetipo de la Gran Madre también aparece como nuestro origen corporal, la tierra, y como nuestro origen espiritual, la Diosa Divina. (Para los hombres, el Mundo-Madre también incluye esposas y ánima, o elemento inconsciente femenino en la psique del varón, a veces llamada alma.)

Para las mujeres, el Mundo-Madre es el mundo del origen, la fuente del conocimiento de nuestras identidades, nuestros cuerpos y nuestros futuros. En una temprana época de la psicología profunda, Erich Neumann escribió que todos los egos eran masculinos por naturaleza,mientras que el inconsciente se consideraba femenino. Hoy día es ampliamente aceptado que los egos de las mujeres son femeninos, que son un legado de nuestras madres.

Por esta razón, solucionar nuestras relaciones con nuestras madres (tanto con la persona real como con las imágenes que hemos ido recolectando durante años) es un primer paso hacia la creación de nuestras identidades distintas e independientes como mujeres. Podemos empezar intentando hacer conscientes esos aspectos de nosotras mismas que hemos absorbido de nuestras madres sin saberlo. Éstos pueden incluir rasgos creativos y útiles, como el sentido artístico, el amor por los hijos, los negocios y la naturaleza. También pueden abarcar los "aspectos-sombra", que constituyen un exceso de equipaje del que es mejor deshacerse, como la dependencia de los hombres, la adicción a ciertas cosas, o un sentimiento de inseguridad. Tenemos que volvernos conscientes de estos aspectos que hemos rechazado de ellas, que no nos gustan y con los que hemos luchado por no tener, que han podido entrar inconscientemente en nosotras, porque probablemente continúan influenciándonos más allá de las fronteras de nuestra conciencia.

Éstos son los primeros pasos para hacernos de madres de nosotras mismas, separando nuestras propias identidades como distintas de las de nuestras madres y del arquetipo.

Sólo entonces podemos proporcionarnos, como adultas, las cualidades esenciales que nos han podido faltar cuando éramos niñas, y que nutrirán y sostendrán nuestra evolución. De esta manera, podemos aprender a honrar los legados del Mundo-Madre, escogiendo los que queremos heredar. Kathie Carlson lo escribe en su libro In Her Image, de la siguiente manera:


Al volvernos hacia nuestra madre interior, en lugar de intentar liberarnos de su posesión indeseada en nosotras, ponemos a nuestras madres en un contexto diferente, en nuestra propia totalidad. Nos convertimos así en sus matrices; de alguna manera, nos embarazamos de nuestras madres y portamos dentro de nosotras la posibilidad de su transformación y renacimiento.


Hay tantas maneras de volvernos a hacernos de madres como mujeres individuales existen. Ninguna fórmula conviene a todas. Podemos intentar encontrar una relación enriquecedora y creativa con una madre suplente, como una amiga, una consejera, una abuela o una psicoterapeuta; podemos unirnos a grupos de mujeres que están iniciando y guiando a otras mujeres para despertar la conciencia Femenina; y podemos utilizar la escritura, la pintura y la imaginación creativa para expresar las partes latentes de nosotras mismas, para hablar con las voces que normalmente son silenciadas.

Algunas de nosotras podemos desarrollar una relación más consciente y revitalizada con nuestras madres reales. Es muy posible que esto suceda después de haber realizado un cierto trabajo interno y de haber liberado intensos sentimientos de rabia y vergüenza.

También creo que nuestra actual fascinación generalizada por la ecología profunda, y nuestros esfuerzos para reconectar con la tierra y nuestras raíces en el mundo natural, son un reflejo de la necesidad de volvernos a alinear con el arquetipo de la Madre. Para algunas mujeres, trabajar con los arquetipos de la Diosa cumplen también este objetivo, al proporcionarnos una fuente femenina que es mucho más vasta que nuestras madres individuales.

En los ensayos de esta Segunda parte se pueden encontrar una magnífica recopilación de ideas inspiradoras y orientaciones prácticas. Lo mismo que Riane Eilser planteaba cuándo la cultura del mundo fue desviada de estar centrada alrededor de las mujeres para centrarse en los hombres, Emily Hancock se pregunta cuándo ocurre este desvío de la identidad de cada niña. Propone que, para completar nuestra integración del pasado, podemos recuperar la pequeña niña que estaba en nosotras, antes de que se alinease con las expectativas y proyecciones de los demás. Alimentando y fortaleciendo esta parte del ser femenino, podemos hacerle de madre y conducirla hacia la totalidad.



La vasta descripción de Marion Woodman de los arquetipos de la madre, la virgen y la anciana resume nuestra visión del Mundo-Madre interior. En opinión de la autora, hacerse de madre es una consecuencia que aporta sabiduría al alma- del difícil trabajo de diferenciación psicológica y despertar espiritual. Explica cómo la función de madre inconscien te puede dar paso a hacerse de madre conscientemente, que despierta la virgen, el símbolo de la totalidad espiritual que Woodman percibe actualmente en los sueños de la gente. Sigue después del nacimiento de la anciana consciente, la sabia que surge como resultado de una vida plenamente vivida y que ofrece amor sin ataduras.

Kathleen Riordan Speeth describe con palabras muy plásticas la Madonna con niño, la madre y la virgen en unión física y espiritual. Ella cierra esta parte con una imagen que es al mismo tiempo intimidante e inspiradora.


Introducción a la segunda parte del libro Ser Mujer, Marion Woodman y otros autores, edición a cargo de Connie Zweig.

Se puede leer aquí:


Ilustraciones:Alba Gioia http://www.albanogioia.com/

La niña interior: piedra de toque de la identidad femenina por Emily Hancock


Emily Hancock plantea una cuestión clave: ¿Cuándo empieza la influencia invisible de la cultura centrada en lo masculino a imprimirse en una niña, frenando su evolución natural femenina? Hancock, psicoterapeuta de Berkeley, ha descubierto que las niñas entre ocho y diez años son todavía inocentes y alegres, pero que a partir de esa edad se vuelven autocontroladas y responsables. Y aunque puedan comportarse como chicos, a esa edad no actúan todavía en reacción a ellos o a los hombres.

En su libro The Girl Within, Hancock describe detalladamente el proceso mediante el que se desvía el sentio femenino de la niña. Hacia la pubertad, es típico que su madre se alíe con la cultura oficial para enseñarle como convertirse en una "dama". Si esto ocurre al mismo tiempo que el padre desaparece de la escena, sus vías naturales quedan cortadas y se ve obligada a entrar en el molde cultural.

Hancock afirma que, mediante la recapitulación de los recuerdos tempranos de la niña interior, podemos recuperar el sentido del ser que éramos antes de que se impregnaran en nosotras las proyecciones y las expectativas de los demás; posee su propio estilo, sensibilidad, alegrías y miedos. Como el niño interior, ampliamente tratado en los círculos psicológicos actuales, la niña interior nos proporciona a las mujeres una fuente de renovación, un medio de brindar una nueva madre a la pequeña niña que todavía vive en nosotras.

Emily Hancock
, autora de The Girl Within, inició sus investigaciones sobre la evolución de las mujeres en la Universidad de Harvard, en donde se doctoró en desarrollo humano, en 1981. Enseña actualmente desarrollo de adultos en el Centro de Estudios Psicológicos de Albany, California, y tiene consulta privada en Berkeley.





Ahora que los roles de las mujeres se multiplican, empezamos finalmente a preguntarnos como quién y como qué puede ser definida una mujer conforme a su sentido interno de ser, en lugar de serlo conforme a las leyes del patriarcado. Con el aumento de la toma de conciencia de que la fuerza de la mujer ha sido sometida a las necesidades y objetivos de los demás, por fin nos hemos dedicado a esbozar, afirmar y expresar el ser. Pero la cultura ha sido muy presionada para proclamar que estas metas, completamente nuevas para las mujeres, pueden conseguirse en términos propios a las mujeres. Actualmente, un hombre puede seguir las huellas de su padre para ejercer las antiguas prerrogativas "masculinas", pero la "mujer nueva" puede contar difícilmente con la experiencia de su madre para orientarla. Atrapada en un momento histórico peculiar, se aparta de un pasado aparentemente inútil, para atravesar un territorio desconocido, sin contar con mapas de sus antecesoras ni el consejo de sus mayores que la guíe.

Ante estos hechos, la cultura contemporánea se presenta aparentemente para apoyar sus metas, abriendo el mundo de los logros al nuevo desafío de la mujer. Pero por debajo de esta aparente liberación, existe una gran variedad de fuerzas que amenazan cercenar su feminidad e impedir la verdadera autorrealización que ella está buscando.

La libertad respecto a los roles restrictivos del pasado -y de los límites psicológicos que esos roles imponían- ha abierto la puerta a la conciencia de las mujeres. Pero las leyes del patriarcado, insidiosas porque están disfrazadas de libertad equivalente, siguen funcionando para moldear el desarrollo de una mujer.

Muchas mujeres que intentan por ejemplo romper los límites de los roles domésticos, al verse forzadas a adaptarse al modelo masculino, pierden su búsqueda de una existencia natural y femenina, que abarque tanto el propósito de su vida como su capacidad de cuidar. Este modelo exige que deje de lado preocupaciones de mujer, se despoje de sus aptitudes naturales y se encaje en la red empresarial. Demasiado cambio cultural producido en nombre del feminismo nos ha llevado a aplaudir las cualidades "masculinas" que exhibe la mujer moderna, animándola a que se comporte como un hombre. Virtualmente obligada a establecerse en el "mundo real", la nueva mujer compromete -sin saberlo- su destino con el patriarcado, bajo la bandera de querer escapar del mismo.

La nueva mujer vive así en un mundo de hombres, en el que se rebela contra las propias fuerzas femeninas que se hallan en el corazón de su identidad. Poco sospecha que la inmensidad de posibilidades ofrecidas hoy día a la mujer constituye una ilusión. Engañada por la promesa de que lo puede tener todo en lugar de ello es obligada a hacer todo por una cultura que ofrece a sus miembros una única vía de ser alguien. Cautivada por la mascarada del patriarcado, pierde conciencia del corte existente entre lo que ella es "realmente" y lo que parece que es. Esta desconexión de su identidad primordial la hace tomar una curva peligrosa cuando llega al desarrollo de su auténtico ser femenino.

¿Cómo puede una hija inconsciente del patriarcado continuar su búsqueda hacia la individuación? Careciendo de un modelo de identidad, ¿cómo puede una mujer llegar a realizar su verdadero ser?

Según un estudio que hice sobre el desarrollo del ego de las mujeres, las respuestas a estas preguntas se hallan en "la niña interior", la niña animosa, juguetona y satisfecha, de ocho, nueve, o diez años, que toda mujer lleva en la memoria como piedra de toque de la mujer que puede llegar a ser. En las generaciones anteriores, las experiencias restrictivas que nos vinculaban al ideal femenino nos hicieron perder nuestra conexión con esta niña. Hoy día, el comportamiento opuesto -la mujer actuando como un hombre- amenaza desviarla. Sin embargo, a pesar de estos factores negativos, algunas mujeres están redescubriendo esta primera identidad de la infancia. Las que llegan a hacer el círculo completo hacia ésta encuentran en la niña olvidada una llave para desbloquear el ser esencial de mujer.

¿Quién es esta "niña interior"? ¿De qué profunda verdad está en posesión? Suspendida entre el ensueño de la edad preescolar y la esclavitud de la adolescencia, una niña de esta edad ocupa una zona intermedia de la infancia, un espacio interino entre la fantasía y la realidad que alimenta la pertenencia creativa a sí misma. Juguetona, aunque ya con objetivos, ha abierto la puerta de la edad de la razón. Con un pie todavía en la escuela, lee y calcula, participa en juegos de grupo, desarrolla sus facultades atléticas, y absorbe las reglas de su joven sociedad. Cuando tiene la buena suerte de crecer dentro de una familia que fomenta la independencia y celebra los logros, una niña de esta edad se enfrenta al mundo con su propia perspectiva. Combina entonces una inmensa imaginación con ciertas capacidades y un anhelo aventurero que le lleva muy lejos del hogar, tanto en su fantasía como en la realidad. Todas las culturas del mundo reconocen el rápido desarrollo de la mente de las niñas, la aceleración de sus capacidades prácticas y el cambio de su manera de pensar. La naturaleza y la sociedad conspiran para permitir que las niñas florezcan a esta edad; abundan la armonía y la integridad al disfrutar de la totalidad del ser, la unidad con el cosmos y una irradiación natural.

En medio de una crisis matrimonial, Megan, una mujer de treinta y un años (que está incluida en mi estudio), recuperó a esta niña. Conmocionada por una aventura de su marido, inmediatamente después del nacimiento de su primer bebé, de repente se dio cuenta de que no tenía identidad propia. Había contado con el matrimonio en sí mismo para que le proporcionase un sentido de ser. Aterrorizada al comprobar que esta presunción le había conducido a abandonar su propia búsqueda, enfrentó la difícil tarea de construir una identidad. Lo hizo tomando opciones y decisiones que surgían del sentido recién encontrardo de quién o qué era ella. Durante el proceso de autodefinición, recordó una experiencia crucial que le había sucedido a los nueve años, cuando su familia se trasladó del centro de Nueva York a los alrededores, interrumpiendo sus estudios. Sin la ayuda de sus padres, se las arregló con los profesores para poderles enviar por correo los deberes, de manera que pudo finalizar los estudios por sí misma.

Este acto de independencia se instaló en la imagen que Megan tenía de sí misma. Se acordaba de "haber caminado a los nueve años sobre un muro hasta dar la vuelta completa a un parque, pensando que realmente me gustaba tener nueve años y que no me hubiera importado tenerlos para siempre; estaba averiguando todo sobre el mundo, sin hacer nada trascendental, simplemente pensando para mí misma de ese modo mientras caminaba sobre el muro. Recuerdo haber tenido un auténtico sentimiento de alegría y de confianza por el hecho de poder enfrentarme al mundo por mí misma. La imagen que tenía era la de una niña con una cuerda muy larga a la que podía agarrarme, una cuerda de largo alcance para poder moverme libremente. Me sentía segura y completa en mí misma. Tenía la sensación de poderme defender en el mundo, aunque esto significase estar sola. Sabía que tenía mi manera de arreglármelas en él, que podía hacerlo".

Vulnerable en su nueva maternidad, y afligida por su crisis matrimonial, Megan volvió a escuchar a esa niña que tenía dentro y a recuperar el sentido de la vida que había encarnado en su infancia. Volvió a descubrir la autonomía e iniciativa olvidadas que necesitaba para su independencia como adulta. La niña de nueve años conservaba esas cualidades en su memoria, aunque Megan las había olvidado a medida que había ido creciendo. Ahora, esa niña le servía de piedra de toque a la mujer en que se habia convertido. El seguir sus huellas y el haber encontrado dentro de sí una niña en la que podía confiar habían conducido a Megan a las raíces femeninas de su fuerza como mujer.

¿Qué es lo que obstaculiza a la niña interior?¿Cómo se llega a negar el tenerla dentro? ¿Qué se hace de su impulso vital?

A pesar de que no exista una experiencia única de infancia femenina, las respuestas de las mujeres con las que he hablado proporcionan una visión sorprendentemente uniforme de lo que significa creceer y perder la niña interior. Recuerdan esta niña como aquella que hace el mundo suyo. Liberada de los límites impuestos por la familia, está orgullosa de su capacidad recién encontrada de ordenar y dirigir su vida. De repente, "ocupada en sus propios asuntos", aumenta su capacidad en casa y en la escuela como una ola imparable. Admirada por ser inteligente y fuerte, llega a ser la mejor en todo.

Aunque sus circunstancias sean limitadas, una niña a esta edad puede aspirar a alcanzar altas metas en su imaginación -nuevo reino privado en interno al que nadie tiene acceso-.

Ahí, como en ninguna otra parte, el cielo es su único límite, sus anhelos y objetivos son infinitos; absolutamente todo es posible. Las contradicciones no la frenan: futura arqueóloga y abogada, practicará durante el invierno la abogacía e irá a hacer excavaciones arqueológicas al llegar el verano. Tanto si sueña ser oceanógrafa como astronauta, gobernadora, neurocirujana, directora de orquesta, presidenta de Banco, o juez, es apoyada idealmente por los demás en la visión que tiene de sí misma en el futuro. Rara vez sus metas son sometidas a críticas; sus decisiones no comportan todavía pérdidas; sólo más adelante una elección supondrá dejar otra de lado. Su experiencia de niña abarca hombre y mujer, trabajo y juego, independencia y dependencia, sin que ningún término esté subordinado al otro. Libre de las convenciones femeninas, ¡puede pensar, planificar y hacer!

Siendo una niña masculina en su corazón, es la época en la vida de una mujer en la que con más frecuencia está aliada con su padre y, paradójicamente sin embargo, es el período en que está menos definida por el patriarcado. La cultura le proporciona el punto de unión entre las bragas de encaje y la Mary Janes de sus primeros años, por un lado, y el gentil decoro que ella exige a medida que crece, por otro, permitiéndole un breve respiro en la construcción de su mujer adulta. En el centro de un universo perfectamente armonioso, es la dueña de su destino, la capitana de su alma. Es la protagonista de su propia experiencia.

Pero de repente, bastante antes de la pubertad, llega la cultura con sus recortes, cercenando despiadadamente su espíritu. Los adultos que la habían dejado hasta entonces hacer lo que quería, se anticipan ahora a su floreciente feminidad y podan su expansión en el mismo brote. A medida que la cultura traza la línea divisoria entre pequeño y grande, juego y trabajo, hembra y varón, sus agentes se ven obligados a intervenir. Persisten los patrones tradicionales de la mujer como nutridora, haciendo que las iniciativas de la joven resulten amenazantes. con demasiada frecuencia, el maestro que la había animado a hacerse arqueóloga, le advierte ahora que para ello necesita saber cinco lenguas. A la pequeña ranchera a la que se le había regalado un lazo por su cumpleaños, se le informa, tal vez con palabras amables, que sólo los hombres pueden ser cowboys. Los libros de anatomía que despertaban su interés por la medicina son sutilmente reemplazados por el reloj de una enfermera para tomar el pulso. Se someten a valoraciones y juicios las visiones de la adolescente, que hasta entonces se toleraban como algo sin importancia. Sus mayores desinflan sus ideas "grandiosas", considerándolas irrealistas. Se encuentran mil maneras de "hacerla aterrizar" y de moldearla.

El conformismo caracteriza la época de la joven, a pesar de que los tiempos están cambiando. Si antes se le permitía en raras ocasiones comportarse como un chico, ahora sus acciones comienzan a madurar, ya que se espera de ella que se "comporte como una señorita". Arrancada de su casa-árbol de sus primeros años, se introduce a la niña en el entorno humano y se espera de ella que cultive sus dones sociales. Tras este barniz moderno, persiste el mandato femenino de cuidar a los demás, sofocando su impulso de saltar, correr, escalar el pico de una montaña y, en general, de seguir activamente sus metas. Mientras que sus capacidades infantiles no tenían límites, cuando se acerca a la pubertad, se canaliza su eficacia en las relaciones sociales. Mientras que se anima a su hermano para que desarrolle su iniciativa y ejerza su independencia, a ella se le encamina hacia la sumisión. Mientras que antes estaba afuera en el mundo de la naturaleza, ahora la antigua niña debe entrar.

Cuando cambia sus pantalones vaqueros por una falda, su padre, que hasta el día anterior mismo había sido su partidario más firme, la echa de sus brazos y la empuja de nuevo al dominio de su madre. Durante esos días, tal vez también la madre moldee sutilmente sus actividades para que se ajusten a los estereotipos femeninos, enseñándole los mismos roles que la definieron a ella como esposa y madre. La cultura oficial -una cultura patriarcal que coloca su propia cerradura en su madre, tías, primas, profesores, y en su padre- la define como una "hembra" cuando es devuelta al mundo de las mujeres, en lugar de definirla como una "persona". Se rompe el vínculo, que ya no es directo, entre lo que ella hace y lo que es. Abandona el "hacer", en aras del "ser" una buena chica. En vez de centrarse en sí misma, intenta agradar a todos los que la rodean. Impresionada por la importancia de las opiniones ajenas, se moldea a sí misma conforme a lo que los demás quieren que sea.

Muchas niñas que son ágiles atletas a los nueve años, a los once se convierten en "jóvenes señoritas", cuando los distintivos femeninos empiezan a estorbar sus proezas físicas: pechos abultados, caderas que se ensanchan, suaves contornos empiezan a poblar de manera desordenada el cuerpo terso y esbelto de su juventud andrógina. La pubertad de las chicas conlleva un retraso en el crecimiento; la de los chicos, un aumento de masa física. Cuando éstos las alcanzan y las sobrepasan en altura, peso, fuerza física, por primera vez son más grandes y más fuertes que ellas. Mientras que ellos se vuelven más fuertes, listos y empiezan a hablar más alto, ellas se sienten más débiles e inseguras. Sus cuerpos se ablandan al tiempo que el de ellos se endurece. Las dicotomías sexuales escinden a una joven, poniéndola en contra de sí misa, al etiquetar sus fuerzas y sus intereses como "no femeninos". Las capacidades que le aseguraban un lugar entre sus iguales ahora boicotean su popularidad. Un cuerpo vigoroso, un peso impresionante y la fuerza física pertenecen a los chicos. Mientras que los cambios de la adolescencia en éstos anuncian un dominio creciente, los de ellas implican, de manera recurrente, el mandato de nutrir y la exigencia de retraerse. La experiencia de la adolescencia en ellos es la de un aumento de poder; en ellas, la de una ampliación de riesgos. Las libertades de ellos son espectacularmente incrementadas; las de ellas son coartadas. A ellos se les anima a explorar; de ellas, advertidas de su vulnerabilidad femenina, se espera que estén siempre cerca. A ellos se les empuja en donde a ellas se les limita. Diminutas en comparación con los varones de su edad, ya no pueden repeler un ataque. Para ellos, los nuevos territorios se llenan de conquistas; para ellas, la seguridad reside en el hogar. El mundo es una ostra con una perla eventual para ellos; para ellas contiene peligros. El mundo de la niña de ocho o nueve años se convierte así, bien antes de la adolescencia, en un mundo dividido por el sexo.



La niña mayor sucumbe a la imagen cultural de la fémina, objeto para el varón que es el sujeto. Su manifestación infantil le permite esconder sus capacidades, méritos, aspiraciones y partes de sí misma, en primer lugar, de lo demás para complacerles y, después, también de sí misma. No siendo ya libre para proyectarse en el futuro con el egocentrismo propio de su edad, actúa para reprimir sus capacidades. El afán de competición intensifica las conquistas de su hermano; en ella se convierte en una actitud de compromiso. La competencia fortalece al varón, pero todavía "asexualiza" a la mujer. La unidad de sus actividades de deshace cuando las metas propias de la niña son lanzadas en medio de la vida "de mujer". Los roles femeninos le afectan y los estereotipos toman el control. No puede menos que sentirse atrapada en medio de imperativos contradictorios: aunque todavía se esté poniendo el uniforme de colegiala, la publicidad de desodorantes le incitan: "Nunca les dejes ver que sudas".

Cuando una niña se juzga conforme a cómo la ven los demás, su confianza en sí misma queda subvertida por la imagen que tiene de su propia persona, que se compara con un ideal femenino imposible. Para alcanzar este ideal, debe separarse de muchas partes de sí misma. Deja de ser como una niña, para ser como una dama. Pierde su propia posición de ser, y siente que ahora es "otra".

En la estructura general del mundo, incluso todavía hoy día, una niña tiene muy pocas posibilidades, salvo tomar su lugar como miembro del Segundo Sexo, como Simone de Beauvoir lo llamó hace casi cuarenta años. Es una ironía que lo que ella escribió siga siendo todavía igual: a pesar de la última ola del movimiento feminista, las mujeres de todas las edades son consideradas como objetos y están desvalorizadas. La publicidad ha multiplicado una infinidad de invitaciones para explotar la sensualidad de la mujer, ya sea comiendo yogur, bebiendo un licor de lujo, o volando de vacaciones a la playa de cualquier isla. Constituyen abrevaderos yuppies a los que la mujer puede dirigirse tras una jornada de trabajo, y que brindan deslumbrantes brebajes con nombres como "las bragas de seda".
De hecho, las mujeres se están sexualizando cada vez más, a una edad asombrosamente joven. Junto con las vampiresas que llevan sostenes negros de encaje y monobiquinis, los catálogos publicitarios de los grandes almacdnes despliegan imágenes de niñas de siete años anunciando braguitas de satén y camisones de noche, con sus caritas chocantemente provocativas cuando están maquilladas y tienen los labios pintados de rojo chillón. Estas niñas sirenas están abocadas a convertirse en femmes fatales. Controladas, adaptadas y sexualizadas y domesticadas cuando su espontanedidad natural cede el paso a las construcciones patriarcales de la mujer. Al ponerse las máscaras proporcionadas por la cultura, una niña pierde fácilmente de vista quién y qué es, más allá de la fachada femenina que adopta en su juventud.

¿Cómo pueden las mujeres volver a implantar la feminidad esencial que la niña de ocho o nueve años encarna, dadas las fuerzas sociales que la desconectan de su poder natural? Las mujeres que aparecen en mi ensayo que recuperaron un auténtico sentido femenino de ser, lo hicieron ahondando en el territorio interno de la memoria y de la imaginación en donde se esconde la niña interior. Ellas han detallado las experiencias que les dividieron en contra de ellas; que les hicieron conducir a la niña esencial al reino en el que permanece escondida, incluso de sí misma. Han descrito las presiones culturales que negaban su identidad femenina durante la juventud; han expresado el impacto que esto había ejercido en ellas, cuando descubrieron -mucho después de haber hecho compromisos adultos que las vinculaban a los destinos de los demás-, que las identidades que habían asumido desde su infancia estaban unidas a cimientos construidos por el hombre y no por ellas mismas. Y lo más importante es que habían sacado a la niña de debajo de los escombros en los que la habían enterrado el patriarcado, y habían reconstruido una identidad de mujer a partir de los materiales naturales preservados a lo largo del tiempo. Cuando las mujeres ponían a prueba su experiencia interna, cundo recorrían el camino de vuelta de su identidad naciente -la que tenían antes de haber sido desviadas de ella por la exaltación cultural de lo Masculino y la denigración de lo Femenino-, cuando volvían a habitar el territorio interno que albergaba a la niña interior, recuperaban la auténtica niña y recobraban sus fuerzas femeninas.

Estas mujeres han llamado a la puerta de su territorio interno, han anclado las imágenes de su ser en un paisaje fértil. En el terreno de las imágenes y de la imaginación en el que estaban libres de las construcciones patriarcales de la hembra, han encontrado metáforas para expresar su evolución, que surgió espontáneamente de una fuente orgánica y natural. Anita, por ejemplo, que lleva a cabo terapias a través de la danza, dice: "Mi evolución me recuerda a una hoja flotando en un estanque. Su superficie está en calma: no hay ondas, no sucede nada, sólo agua gris. Y después brota un géiser. Surge un gran géiser de una fuente y la pequeña hoja de la superficie ¡sale disparada muy arriba!". Para Anita, las largas décadas que separaron su niñez de los cuarenta años fueron estáticos, "años latentes y durmientes". La ola feminista de los años sesenta proporcionó el habitat adecuado para su germinación: "Y entonces leí The Feminine Mystique y fui arrastrada por el movimiento general. Cuando el clima se hizo suficientemente cálido, empecé a crecer como una semilla que ha estado encapsulada en hielo". Encadenada por un matrimonio largo e infeliz, fue ayudada a "sacudir una maraña de cadenas" por el renacimiento que suscitó el movimiento.

Katerine, una pediatra de unos treinta y cinco años, captó la esencia generadora femenina al comparar a sus hijos con un jardín que tenía que atender para cultivar su potencial: "Es como un jardín. Tiene flores y semillas", decía; "veo que mi trabajo como madre es el de intentar obtener que las flores crezcan en la personalidad de los niños; y lo que se quiere es alimentar y embellecer el potencial que se encuentra en ellos."

Miriam, una consultora de unos cincuenta y cinco años, comparaba su evolución con "un brote a punto de abrirse y desarrollarse". Destacaba un rasgo importante de la flor: "Existen algunas flores, como las begonias y las camelias, cuyas capas de pétalos se abren lentamente. Lo más importante son los pétalos desplegándose en espiral". Este despliegue sincronizado fue estimulado en la vida de Miriam por el movimiento de potencial humano y el replanteamiento de la relación con su hja.

Liz proporcionó otra imagen vívida, una imagen que reflejaba su triunfo femenino sobre fuerzas que casi llegaron a dominarla. Había crecido con una madre abrumada por el sufrimiento en el hogar. Liz tuvo un hijo antes de casarse y continuó viviendo en casa. Convencida de que su fracaso como hija era la causa de la desesperación de su madre, empezó a sufrir depresiones. Al final, salió de la "jaula de los quehaceres domésticos" que habían podido con su madre, entablando una amistad con una mujer que era completamente diferente de su madre, una mujer bondadosa y optimista que adoraba la maternidad y el hogar. Esta relación fundamental de mujer a mujer ayudó a Liz a rechazar la visión triste y rígida de su madre y la condujo a "despertar y florecer". Después de haberse situado a una distancia segura de la influencia depresiva que arrastraba a su madre, mediante la identificación con su amiga, Liz se casó y tuvo tres hijos. Tras haber derrotado el pesimismo negativo, sentía que su ser "había hecho eclosión". Y añadía a su autodescripción metafórica: "Está haciéndose un jardín!".




Entre las imágenes de estas mujeres, tal vez la más sorprendente fuese la metáfora de Rosabeth,una mujer de treinta años; sorprendente por su profunda afirmación de cómo una mujer debe reconciliar y forjar, momento a momento, el tejido orgánico de su vida mediante la confianza en su propia iniciativa, capacidad de respuesta y autodeterminación: "Una línea costera implica un equilibrio, un trazar formas que yo he logrado", decía Rosabeth mientras tomaba un folio en blanco y trazaba con tinta una línea con su pluma de oro. La forma de la tierra constantemente cambiante, creada por el movimiento incesante del mar contra "las duras orillas" de su naturaleza, empezaba a parecerse a la costa del estado de Maine a medida que la dibujaba acercándose a la parte inferior del folio. "Es rocosa. La veo con el agua azul y la tierra verde cuando se encuentran entre sí. El océano es de un maravilloso azul y la tierra está hecha de montañas verde-amarronadas y de rocas que suben y bajan. La línea es desigual. Esto representa toda clase de experiencias que han sido desagradables, apasionantes, desilusionantes y que, a veces, me han enorgullecido".
La línea describiría una unión de ser y de experiencia vital más que una división entre ellas. Representaba el ser en evolución permanente de Rosabeth, una abstracción que contenía un encuentro de elementos, así como la grieta a lo largo de la que había caminado Megan. "Lo que tienes delante es un encuentro de fuerzas, y mi vida ha sido el sendero entre ellas", me dijo Rosabeth.

Su metáfora de la línea costera ilustra muy bien la autonomía llena de sentido de la niña interior. En la capacidad de esta niña es equilibrar lo conocido y lo desconocido, el océano y la roca, la competencia y el cuidado, el consciente y el inconsciente, lo masculino y lo femenino, en su compromiso voluntario de tensión dinámica entre vínculo y autonomía, hombre y mujer, trabajo y amor, reside la reconciliación de las dicotomías que nos dividen en contra de nosotras mismas.

Desenterradas de su reino interior, la niña tiene mucho que enseñar a la mujer sobre cómo ocupar el espacio subjetivo que se halla en el corazón del poder generador. Ella sintetiza de manera natural la dualidad hombre-mujer en su androginia, funde trabajo y juego en su actividad llena de sentido, reconcilia amor y odio en su ausencia de contradicción. Utiliza la dependencia y la independencia en la persecución tenaz de sus propios intereses. Encarna ambos lados de la aptitud abarcando el dominio social y de las relaciones junto con capacidades concretas. Separada y, sin embargo, conectada, es autónoma, pero mantienen vínculos. Competitiva con el espíritu adecuado, es conducida por la maestría, no para dominar y conseguir el poder sobre los demás, sino para captar los misterios y desafíos del mundo mismo. Como la línea costera de Rosabeth, reconcilia elementos de la naturaleza humana en lugar de separarlos.

Las imágenes orgánicas de las mujeres hablan al cambio crítico que necesitamos para restaurar el equilibrio de esos valores: el cambio del objeto al sujeto. Al recuperar el sentido de la niña de sí misma como sujeto, al contrarrestar la posición de la mujer como objeto, al lograr recuperar la niña que encarna una identidad femenina primordial, las mujeres pueden seguir siendo auténticas respecto al potencial del fértil mundo femenino que sobrevive separado de la esterilidad de los valores patriarcales.

Las mujeres han atendido durante mucho tiempo los jardines de los demás. Mientras que ofrecían el contexto para el desarrollo de los demás, históricamente han descuidado el suyo. Cuando una mujer lleva consigo la niña virginal a través del umbral de la mujer adulta, cuando habla su propio idioma con la misma naturalidad con que mimetiza el lenguaje del patriarcado, cuando penetra en la verdad más profunda acerca de quién es y cuenta su historia de haber llegado a ser completa, gana el acceso a un mundo que es tan fértil y abundante como los más verdes jardines. Sólo cuando casamos la autonomía de la niña con la fecundidad de la mujer y reconocemos la conexión entre la semilla y el suelo, restauramos nuestra creatividad como cultura, prosperamos y florecemos.

En la alianza entre la niña que posee la iniciativa y la mujer que conoce su potencialidad de generar, reside la fuerza creativa que necesitamos para llegar a ser plenamente nosotras mismas, y para hacer de esta cultura lo que tan desesperadamente se necesita. La realización de la evolución humana depende de que seamos capaces de recorrer el circuito hacia la niña interior y de conducirla hasta la mujer adulta.

jueves, 2 de agosto de 2012

¡SOY FEMINISTA! Florence Thomas


Nunca he declarado la guerra a los hombres; no declaro la guerra a nadie,cambio la vida: soy feminista.

No soy ni amargada ni insatisfecha: me gusta el humor, la risa, pero sétambién compartir los duelos de las miles de mujeres víctimas de violencia:soy feminista.

Me gusta con locura la libertad más no el libertinaje: soy feminista.

No soy pro-abortista, soy pro-opción porque conozco a las mujeres y creo en suenorme responsabilidad: soy feminista. No soy lesbiana, y si lo fuera ¿cuál sería el problema?

Soy feminista. Sí, soy feminista porque no quiero morir indignada. Soy feminista y defenderé hasta donde puedo hacerlo a las mujeres, a su derecho a una vida libre de violencias.

Soy feminista porque creo que hoy día el feminismo representa uno de los últimos humanismos en esta tierra desolada y porque he apostado a un mundo mixto hecho de hombres y mujeres que no tienen la misma manera de habitar el mundo, de interpretarlo y de actuar sobre él.

Soy feminista porque me gusta provocar debates desde donde puedo hacerlo.
Soy feminista para mover ideas y poner a circular conceptos; para deconstruir viejos discursos y narrativas, para desmontar mitos y estereotipos, derrumbar roles prescritos e imaginarios prestados.

Soy feminista para defender también a los sujetos inesperados y su reconocimiento como sujetos de derecho, para gays, lesbianas y transgeneristas, para ancianos y ancianas, para niños y niñas, para indígenas y afro descendientes y para todas las mujeres que no quieren parir un solo hijo más para la guerra.

Soy feminista y escribo para las mujeres que no tienen voces, para todas las mujeres, desde sus incontestables semejanzas y sus evidentes diferencias.

Soy feminista porque el feminismo es un movimiento que me permite pensar también en nuestras hermanas afganas, ruandesas, croatas, iraníes, que me permite pensar en las niñas africanas cuyo clítoris ha sido extirpado, en todas lasmujeres que son obligadas a cubrirse de velos, en todas las mujeres del mundo maltratadas, víctimas de abusos, violadas y en todas las que han pagado con suvida esta peste mundial llamada misoginia.

Sí, soy feminista para que podamos oír otras voces, para aprender a escribir el guión humano desde la complejidad, la diversidad y la pluralidad.

Soy feminista para mover la razón e impedir que se fosilice en un discurso estéril al amor. Soy feminista para reconciliar razón y emoción y participar humildemente en la construcción de sujetos sentipensantes como los llama Eduardo Galeano.

Soy feminista y defiendo una epistemología que acepte la complejidad, las ambigüedades, las incertidumbres y la sospecha. Sé hoy que no existe verdad única, Historia con H mayúscula, ni Sujeto universal. Existen verdades,relatos y contingencias; existen, al lado de la historia oficial tradicionalmente escrita por los hombres, historias no oficiales, historias delas vidas privadas, historias de vida que nos enseñan tanto sobre la otra cara del mundo, tal vez su cara más humana.

En fin soy feminista tratando de atravesar críticamente una moral patriarcalde las exclusiones, de los exilios, de las orfandades y de las guerras, unamoral que nos gobierna desde hace siglos. Trato de ser feminista en el contexto de una modernidad que cumple por fin sus promesas para todos y todas. Como dice Gilles Deleuze “siempre se escribe paradar vida, para liberarla cuando se encuentra prisionera, para trazar líneas de huída”. Sí, trato de trazar para las mujeres de este país líneas de huída que pasen por la utopía.

Porque creo que un día existirá en el mundo entero un lugar para las mujeres,para sus palabras, sus voces, sus reivindicaciones, sus desequilibrios, sus desórdenes, sus afirmaciones en cuanto seres equivalentes políticamente a los hombres y diferentes existencialmente.

Un día, no muy lejano, espero,dejaremos de atraer e inquietar a los hombres; dejaremos de escindirnos en madres o putas, en Marías o Evas, imágenes que alimentaron durante siglos los imaginarios patriarcales; habremos aprendido a realizar alianzas entre lo que representa María y lo que significa Eva. Habremos aprendido a ser mujeres,simplemente mujeres. Ni santas, ni brujas; ni putas, ni vírgenes; ni sumisas,ni histéricas, sino mujeres, resignificando ese concepto, llenándolo de múltiples contenidos capaces de reflejar novedosas prácticas de sí que nuestra revolución nos entregó; mujeres que no necesiten más ni amos, ni maridos, sinonuevos compañeros dispuestos a intentar reconciliarse con ellas desde el reconocimiento imprescindible de la soledad y la necesidad imperiosa del amor.

Por esto repito tantas veces que ser mujer hoy es romper con los viejos modelos esperados para nosotras, es no reconocerse en lo ya pensado para nosotras, es extraviarse como lo expresaba tan bellamente esta feminista italiana Alessandra Bocchetti. Sí, no reconocerse en lo ya pensado para nosotras.

Por esto soy una extraviada, soy feminista. Y lo soy con el derecho también a equivocarme.

Florence Thomas
Cofundadora del grupo Mujer y Sociedad
FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS

UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA

Marzo, 2008




Biografía de Florence Thomas:

Nació en Rouen (Francia). Es psicóloga y magíster en Psicología Social en la Universidad de París. Radicada en Colombia, Thomas destaca como feminista y asesora de organismos oficiales y no gubernamentales en el campo de los estudios de género.



Fuente: http://funcioneduteatral.blogspot.com/2011/01/florence-thomas-feminismo.html