El tarot terapéutico trata de utilizar el oráculo en función de captar la esencia de una situación dada y de cómo estamos parados frente a ella. Por otra parte las combinaciones de cartas nos darán la pauta de la cualidad sombría o luminosa de la respuesta (p.e. "El Emperador" acompañado por "El Diablo" nos remite a abusos de poder, a la utilización del mismo con fines ilegítimos, etc. mientras que si aparece con el Sol se resaltan los aspectos luminosos del arquetipo del Padre). Sin embargo, hay que tener en cuenta también que nada es definitivo, lo único mutable es el cambio mismo. Nada es malo o bueno en sí mismo, simplemente es.
No trabajaremos con cartas invertidas. Considero que toda carta como el arquetipo que se representa en ella contiene su porción de sombra y de luz (yin y yang). Algunas de ellas serán más luminosas que sombrías y viceversa, no serán estudiadas en términos de malas o buenas. Los conceptos que antes utilizaba por ejemplo la astrología antigüa en relación a lo que se consideraban planetas benéficos o maléficos están agotados.
Hay que aclarar lo siguiente: ningún oráculo es infalible. Cuanto más sepamos acerca del lenguaje simbólico que está presente en los arcanos y más nos conectemos con nuestra propia intuición mejor interpretaremos su mensaje. Nuestra misión como intérpretes es ayudar a la persona a conectar con su propio interior, con su sabiduría, con su inconsciente que es en definitiva de donde emanan las respuestas. Lo que se debe hacer es aclarar ideas, conceptos, orientar.
En general lo que ocurre en nuestra vida es producto de nuestro interior, aunque nos cueste este concepto, ya que culpando al entorno nos libramos de responsabilidad echándole la culpa a la suerte o al destino. Sin embargo, tendiendo en cuenta la ley universal de Trimegisto "Cómo es arriba es abajo, como es afuera es adentro" podemos modificar nuestro entorno en la medida en que trabajemos con nuestro interior.
Cuando se dice como es arriba es abajo, debemos conocer estas leyes naturales, que la iglesia católica también emplea, cuando dice “así como en la tierra, como en el cielo”, lo que debe quedar claro que los elementos con los cuales está formado nuestro planeta, se encuentran también en el universo.
¿En qué nos basamos entonces para interpretar el oráculo? En el concepto junguiano de la sincronicidad para explicar cómo funciona el mismo. La sincronicidad consiste en la unión trascendente de dos hechos que aparentemente parecen desligados y que sin embargo conforman una unidad psíquica y física. El hecho de extraer una carta es un hecho físico, el problema, la consulta, la pregunta, es un hecho psíquico. Ambas están unidos en tiempo y espacio, el momento en el que se extrae la carta y la situación determinada comparten la misma esencia, por ende el significado arquetípico de la carta nos va a dar la respuesta a la inquietud que se plantea. Para saber más acerca de este tema se puede consultar el libro "Adivinación y Sincronicidad" de M. von Franz (discípula de Jung).
Existen distintos tipos de mazo para un mismo tarot. Esto significa que los arquetipos son los mismos, varía el envase.
Con respecto al tema tiempos. Es muy difícil hablar de tiempos a la hora de consultar el tarot. Creo que por otra parte plantear una fecha concreta puede resultar demasiado determinista. En mi caso me baso en calidad activa o pasiva de la carta a la hora de definir si una situación se puede definir en forma rápida o por el contrario llevará un proceso más complejo en el tiempo. Las cartas activas son cartas de concreción: El Sol, El Carro, El Mago, etc. arquetipos de orden masculino, no entendido como género sino como energía (actividad, lucha, acción, concreciones), mientras que las pasivas se refieren a energías femeninas (introspección, fecundidad, receptividad), como La Sacerdotisa, La Luna, etc. Lo importante es que tengamos conocimiento de la situación real y esto se logra una vez conseguido el resultado de la consulta. El tiempo se podrá conocer o predecir, con inexactitud en la mayoría de las veces, pero se puede lograr una aproximación si se logra conocer algo concreto, que pueda el tarotista iniciar con un hecho conocido, una interpretación de arcanos, previo a una análisis de las posibilidades más probables que esto ocurra.
El tarot es un oráculo que comenzó a usarse en el siglo XVI. En realidad se desconoce su origen. Se cree que tiene una antigüedad de seis siglos siendo el antecesor de nuestra baraja moderna. Pero más allá de todo esto lo importante es considerar que los veintidós arcanos mayores del tarot constituyen un viaje que no es otro que el recorrido de nuestra conciencia hacia las profundidades de nuestro ser. Este viaje plantea distintas situaciones arquetípicas y estados de conciencia que atraviesa el ser humano a través de su vida. ¿Por qué? Porque los arcanos mayores representan lo que Jung denominó arquetipos del inconsciente colectivo, modelos que se encuentran en cada uno de nosotros en virtud de nuestra condición humana.
Dice Sallie Nichols en su libro "Jung y el Tarot" antes de empezar un viaje, es una buena idea tener un mapa. Los arcanos mayores son ese mapa. Recomienda ella también contemplar las cartas como si estuviéramos en una galería de arte; como las pinturas estos "Triunfos" son cada uno de ellos portadores de proyecciones o sea cebos para cazar la imaginación. Proyectamos nuestro mundo interior en el mundo exterior y de esa manera nos conocemos mejor. Es muy interesante también el enfoque del autor Hajo Banzhaf en su libro "El Tarot y el Viaje" en el cual relaciona el mito del héroe con el camino del tarot. El viaje del héroe es la historia más antigüa y universal ya que se repite en todas las culturas de nuestro mundo. El héroe escucha el llamado a emprender su camino, se lanza a la aventura abandonando a su comunidad, recibe las ayudas (pócimas, piedras, etc) de los personajes que encuentra a su paso (ancianos sabios, p.e.) que le servirán para llevar a cabo su hazaña. Lucha con monstruos y dragones y finalmente logra su cometido y vuelve victorioso a la comunidad. Jung toma este mito y construye a partir de este lo que el va a denominar el camino de la individuación que tiene como objetivo la conquista de nuestra individualidad (el sí mismo) una vez vencidos todos aquellos aspectos oscuros de nuestra psiquis. Esta conquista es la que nos permite conectar con nuestra naturaleza más profunda y es lo único que nos asegura una vida plena y realizada. Para saber más acerca del mito del héroe recomiendo "El héroe de las mil caras" de J. Campbell.
El tarot como camino de evolución de la conciencia nos puede servir de guía para orientarnos mejor en ese camino, y comprender finalmente que ningún estado es permanente, luego de un momento de oscuridad como el que plantea la luna, el Arcano N° 19, nos aclara, lo que no conocemos , para entrar a una etapa de Juicio con el 20 y finalmente entrar al mundo de la realización personal, que tanto buscamos en esta línea de desafío a personales ,con el 21 "El Mundo" que representa la máxima realización de uno mismo pero a la vez integrado al "todo": se va desde lo individual y menos evolucionado hacia la conciencia de lo colectivo y universal. El loco es la antesala de esta ruta, de este viaje , del heroe que pasa por todas las estaciones de la ruta de Jung.
Bibliografia Sugerida
Jung y el tarot:Sallie Nicolls
Prólogo de Enrique Eskenazi al libro de Sallie Nichols,
para su edición española. Ed. Kairós 1988.
Los inquietantes naipes que integran el Tarot han sido objeto de diversos enfoques: el más frecuente los considera como un artefacto adivinatorio; el más inquietante los reconoce como páginas del legendario "libro de Thot", dios de la sabiduría, contador de estrellas, inventor de la escritura, maestro de las palabras de poder y de su correcta pronunciación. La primera tendencia ha producido una lamentable literatura consistente en manuales plagados de recetas para leer la ventura; la segunda abunda en confusas especulaciones "esotéricas" que casi siempre encubren ideologías discutibles. El presente libro no incurre en ninguna de estas vulgaridades sin, no obstante, renunciar a ambos enfoques.
Quienes ven en el Tarot el "libro de Thot", que no es otro que Hermes Trismegisto, personificación del discurso divino, recurren a una metáfora que expresa la convicción de que sus símbolos son portadores de conocimiento. La cosa se complica cuando se trata de determinar en qué consiste tal conocimiento: rosacruces, aficionados a la cábala, teósofos y ocultistas de diversas tendencias presintieron en esta baraja un posible modelo del universo. No me refiero a un modelo "intelectual", que propende a una explicación, sino más bien a una construcción "simbólica" que apunta a una toma de conciencia.
En este sentido "conocer" no implica disponer de una teoría o de un conjunto de informaciones, sino ante todo "devenir consciente" y así transfigurar la existencia. Sallie Nichols apuesta por esta concepción, sin tener que asumir los riesgos de una metafísica: el modelo que descubre en el Tarot no es otro que el despliegue mismo de la vida anímica. y para ello apela a un lenguaje hermosamente diseñado a tal fin: la psicología de Jung. Puede afirmarse un poco en broma que Jung no era tanto un psicólogo preocupado por temas del ocultismo -conocidas son sus obras sobre alquimia, gnosticismo, teología, etc. - sino más bien un ocultista disfrazado de psicólogo. Con ello se alude al hecho de que su pensamiento reformula una visión muy antigua -"perenne"- a través de un lenguaje contemporáneo; él mismo sostenía que la verdad eterna necesita del lenguaje humano, que varía con el espíritu de la época. Y una de las tesis fundamentales de Jung es que en el alma hay un proceso autónomo, independiente de las circunstancias, que aspira a una meta, al que denominó "proceso de individuación". Así, nos encontraríamos con dos sujetos de la existencia: por una parte el sujeto consciente, el "yo" más o menos diurno, y por la otra el sujeto integral de tal proceso autónomo, con el cual el "yo" puede cooperar o luchar y al que habitualmente desconoce. A este segundo sujeto Jung lo llamó "sí-mismo". Esta concisa exposición, errónea por su misma brevedad, destaca un factor dramático en el desarrollo de la existencia. El pensamiento de Jung es la explicitación y aproximación a este drama íntimo que, si bien compromete a la faceta consciente de la personalidad, acaece en gran parte más allá de sus fronteras, en esa región misteriosa llamada "el inconsciente".
Es por ello que el proceso de individuación no se expresa por conceptos -que atañen a la consciencia- sino por símbolos, que abarcan tanto la consciencia como el inconsciente. Sallie Nichols, utilizando el lenguaje de Jung, adivina en el despliegue del Tarot una especie de mapa de este viaje interior en el cual todos nos hallamos embarcados. El mismo Jung consideraba que su pensamiento reformulaba la problemática que tanto obsesionó a los alquimistas: el libro de Nichols, al recurrir a Jung, no deja de vincularse así con Hermes Trismegisto, patrono de la alquimia. y si, como bien señaló Bachelard: "con su escala de símbolos, la alquimia es un memento para un orden de meditaciones íntimas", el Tarot se revela como un ordenamiento simbólico sorprendentemente adecuado para tan amorosa meditación.
¿Y qué hay de la adivinación? Si por tal entendemos no tanto la predicción de acontecimientos como la comprensión del destino, entonces la adivinación no consiste sino en la revelación del proceso alquímico. En efecto, ya Heráclito afirmó en el siglo V a. de C. que "el carácter (ethos) es, para los hombres, su destino (daimon)". Presiento aquí la misma convicción que llevó a inscribir en la entrada al oracular templo de Apolo en Delfos la máxima: "Conócete a ti mismo". El "ethos" es el genio configurador del destino. Conocer el propio destino implica reconocer la propia índole. La psicología entera de Jung aparece como la dilucidación de este aserto. Porque si en la existencia nos hallamos comprometidos en un proceso anímico autónomo que tiende a una meta, ésta constituirá nuestro destino. y los acontecimientos, que no son sino las situaciones a través de las cuales discurre nuestro viaje, sólo devienen transparentes una vez comprendidos como tales.
Las imágenes del Tarot no significan personas, cosas o acontecimientos, sino que proyectan a las personas, cosas y acontecimientos dentro del contexto de la ineludible odisea anímica. De ahí que pueda afirmarse que, cuando se consulta el Tarot, no son las cartas lo que hay que leer: lo que debe leerse es la propia vida. Los símbolos no se resuelven en situaciones, sino que sugieren el significado de las mismas. Por ello recogen lo que hay de más inmediato en la experiencia básica, que es siempre nosotros mismos, nuestras pasiones sordas, nuestros deseos inconscientes, para destilarlo en comprensión, esto es, en consciencia. En este sentido, el libro de Sallie Nichols abarca la faz adivinatoria del Tarot, que es corolario de su vertiente meditativa.
Medio de autoconocimiento, de descubrimiento del "ethos", el Tarot es, por lo mismo, un medio de adivinación: reconocimiento del "daimon" que orienta el viaje del que somos, a menudo sin sospecharlo, punto de partida, transcurso y meta. Nichols abarca ambas dimensiones con elocuente brillantez. Si su claridad y su lenguaje coloquial son de agradecer, no lo es menos su enfoque, el cual, eludiendo las exageraciones y las supersticiones que amenazan a toda aproximación al Tarot, nos ayuda a conocer la riqueza de sus símbolos y, con ello, a conocemos a nosotros mismos.
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Fuente: http://curso-de-tarot-junguiano.blogspot.com/
http://homepage.mac.com/eeskenazi/nichols.html
lunes, 26 de abril de 2010
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