lunes, 26 de noviembre de 2012

El escritor vive dos veces - Natalie Goldberg

• El escritor vive dos veces. Lleva su propia vida cotidiana y en ella corre como todo el mundo yendo a comprar, atravesando la calle, vistiéndose por la mañana para ir a trabajar. Pero el escritor ha entrenado, al mismo tiempo, otra parte de sí mismo. La que vuelve a vivir todo esto por segunda vez. La que se sienta y vuelve a recorrer mentalmente todo lo que ha sucedido, deteniéndose a observar su consistencia y sus detalles.

Cuando estalla un temporal, todos corren por las calles de aquí para allá con paraguas, impermeables, diarios en la cabeza. El escritor vuelve a salir bajo la lluvia con la libreta de apuntes en la mano y la pluma entre los dedos. El escritor observa los charcos, los ve llenarse, ve cómo las gotas de lluvia puntúan la superficie. Se podría decir que el escritor se ejercita en ser estúpido. Sólo un estúpido se quedaría bajo la lluvia mirando un charco. Si uno es listo, intenta no quedarse bajo la lluvia para evitar los resfriados y, de todas formas, en caso de enfermedad se ha asegurado de antemano. Si uno es tonto, se interesa más por los charcos que por su propia salud, las pólizas de seguro o la puntualidad en el trabajo.

Por último, uno está más interesado en volver a vivir su propia existencia escribiendo que en hacer dinero. Bueno, entendámonos: también a los escritores les gusta hacer dinero; también a los artistas, contrariamente a lo que normalmente se piensa, les gusta comer. Sólo que, para ellos, el dinero no es la motivación principal. Personalmente, si tengo tiempo para escribir me siento muy rica, mientras que me siento muy pobre si tengo un sueldo regular pero no tengo tiempo para mi verdadero trabajo. Pensad en ello. El patrono nos da un sueldo a cambio de nuestro tiempo. El tiempo es la mercancía de mayor valor que un ser humano tiene para ofrecer.

Trocamos el tiempo de nuestra vida por dinero. El escritor se detiene en el primer paso, el propio tiempo, y le atribuye un valor aún antes de recibir a cambio un dinero. El escritor tiene muchísimo aprecio a su propio tiempo, y no tiene tanta prisa por venderlo. Es como heredar un terreno de la familia. Este terreno siempre ha pertenecido a la familia, desde tiempo inmemorial. Viene alguien y ofrece comprarlo. El escritor, si es listo, no venderá demasiado. Sabe bien que, una vez vendido el terreno, podrá comprarse un segundo coche, pero no tendrá un lugar donde refugiarse, ya no tendrá un lugar donde soñar.

Por eso, si queremos escribir, no es malo que seamos un poco tontos. Dentro de nosotros existe una persona a la cual no se le puede dar prisa, una persona que necesita tiempo y nos impide entregarlo todo. Esta persona necesita un sitio a donde ir, y nos obliga a mirar fijamente los charcos bajo la lluvia, casi siempre sin sombrero, y a sentir las gotas que caen sobre la cabeza.


• ¿Por qué escribo? Escribo porque tengo la boca cerrada desde toda una vida, y la verdad es que, en secreto, quisiera de un modo egoísta vivir eternamente, y quisiera que mis seres queridos vivieran eternamente. Me hace daño la provisionalidad, el paso del tiempo. Dentro de cada una de mis alegrías asoma el continuo tormento de que todo pasará. Todo, incluso el Croisant Express en la esquina de Hennepin Avenue de Minneapolis, una gran ciudad del Midwest de la mítica america, donde, antes o después, ya no vendré a tomarme mi chocolate caliente. Me trasladaré a New Mexico, donde nadie sabe lo que se siente estando aquí, con la luz violeta de la tarde entrando por las ventanas, los reflejos del techo plateado, el aroma leve de los croissant que se doran en el horno.

Escribo, porque estoy sola, y sola recorro las calles de este mundo. Nadie nunca sabrá lo que ha pasado a través mío, y, cosa aún más sorprendente, yo tampoco lo sé. Ahora que es primavera, ya no me acuerdo de lo que se sentía con cuatro grados bajo cero. Aún con la calefacción encendida, se podía sentir la mortalidad aullar a través de las delgadas paredes de mi casa.

Escribo porque estoy loca, esquizofrénica, lo sé y lo acepto, y tengo que utilizar de alguna forma esta locura en lugar de ir al manicomio.

Escribo porque hay historias que la gente ha olvidado relatar, porque soy una mujer que intenta vivir con dignidad. Escribo porque dar forma a una palabra con los labios y la lengua, o pensar algo y a continuación atreverse a escribirlo, para no volver a comérselo a veces, es la experiencia más intensa que conozco. Estoy intentando convertirme en algo vivo, descubrir lo que se esconde en los rincones de mi interioridad, sacarlo y conferirle forma y color.

Escribo por mi total incredulidad frente al hecho de que incluso el amor no me basta, y que al final escribir podría ser todo lo que me queda, y esto no sea todavía suficiente. Nunca consigo sacarlo todo, y además, hay momentos en los que tengo que dejar el cuaderno sobre el escritorio y volverme para enfrentarme realmente con mi existencia. Y, luego, hay momentos en los que la única forma de enfrentarme realmente con mi existencia es volviendo al cuaderno.

Escribo porque sufro, y escribir es un modo para transformar este sufrimiento en un tesoro. Escribo para volverme fuerte y volver al hogar, y éste podría muy bien ser el único verdadero hogar que tendré.


• Ser escritor y escribir significa sentirse libre. Significa cumplir la propia función. Hace tiempo, creía que la libertad consistía en hacer todo lo que uno quisiese. Sin embargo la libertad consiste en entender quiénes somos, entender lo que tendríamos que hacer en esta tierra y, por fin, simplemente hacerlo.

• Cuando escribáis, utilizad detalles originales. La vida es tan rica que, si conseguimos escribir los detalles reales de la forma en la que las cosas eran y son, ya no hace mucho más.



• Relajaos, gozad, estad presentes y abrid vuestro corazón. Espontáneamente iréis absorbiendo el ambiente que os rodea y, más tarde, sentaos a frente a la mesa de escribir, conseguiréis recordar, con la máxima precisión.

• Nuestra vida es ordinaria y al mismo tiempo mítica. Vivimos y morimos, envejecemos maravillosamente o nos llenamos de arrugas. Nos despertamos por la mañana, compramos algo y esperamos tener en la cartera lo bastante para pagarlo. Y al mismo tiempo el corazón, máquina perfecta, sigue latiendo a través de todos los dolores y todos los inviernos que vivimos sobre esta tierra. Nosotros somos importantes, y nuestras vidas son importantes, mejor dicho, magníficas, y vale la pena registrar sus detalles. He aquí cómo tiene que pensar el que escribe, he aquí cómo hay que sentarse con la pluma entre los dedos. Estamos aquí, somos seres humanos; así es como hemos vivido, que todo el mundo lo sepa; el mundo ha pasado delante de nosotros. Nuestros detalles son importantes. De lo contrario, si no lo fueran, podríamos dejar caer una bomba y no cambiaría absolutamente nada.

• El escritor debe decir sí a la vida, a cada aspecto de la vida. Tenemos que convertirnos en escritores que aceptan las cosas como son, que consigue apreciar el detalle y avanzar con un sí en los labios, de forma que alrededor nuestro ya no hayan más negaciones, negaciones que le quitan valor a la vida y borran estos detalles de nuestro mundo. “Acariciad los detalles”, dice Nabokov, rozadlos tiernamente.

• El escritor vive dos veces. Lleva su propia vida cotidiana, y en ella corre como todo el mundo yendo a comprar, atravesando la calle, vistiéndose por la mañana para ir a trabajar. Pero el escritor ha entrenado, al mismo tiempo, otra parte de sí mismo. La que vuelve a vivir todo esto por segunda vez. La que se sienta y vuelve a recorrer mentalmente todo lo que ha sucedido, deteniéndose a observar su consistencia y sus detalles.

• Igual que las obsesiones, también nuestros sueños tienden a volver a aflorar. Haríamos mejor en prestarles atención, y a actuar en consecuencia. Es una forma de penetrar en nuestra vida; de otro modo, podríamos ir a la deriva con nuestros sueños durante toda la eternidad.

• Es mucho mejor ser escritores tribales, que escriben para todos y reflejan muchas voces en la propia, que vivir en el aislamiento, a la búsqueda de una miga de verdad en nuestra mente individual. Hay que crecer, expandirse, y escribir abrazando al mundo entero.

• Si en nuestro barrio hay otras personas que escriben, es bueno conocerlas y encontrarse, para ayudarse unos a otros. Es muy difícil perseverar en la soledad. Guardad en el desván la idea del artista solitario y sufridor. El sufrimiento es parte de la condición humana. No hagáis que las cosas sean más difíciles de lo que son.

• Olvidémonos de nosotros mismos. Sumerjámonos en lo que miramos, hasta desaparecer.

• Aunque no escribamos, seguimos siendo escritores. No es algo que podamos sacudirnos de encima. Caminemos cono lo haría un animal. Hagamos que todo lo que nos rodea se convierta en presa. Utilicemos los sentidos como los utiliza un animal.

• Crearse un espacio para escribir es otro signo de un compromiso mayor.

• El trabajo del escritor consiste en dar vida a lo banal, en volver a despertar al lector a la excepcionalidad de lo existente.

• Saca otro bloc, coge la pluma, y escribe, escribe, escribe. En el centro del mundo, es suficiente con dar un solo paso positivo. En el centro del caos, es suficiente con hacer un sólo acto definitivo. Escribe y basta. Di que sí, quédate vivo, mantente despierto. Escribe y basta. Escribe, escribe.

• Cuando estamos realmente dentro de lo que estamos escribiendo, no importa dónde nos encontremos, porque de todas maneras es perfecto. Saber que podemos escribir en todas partes, nos da una sensación de gran autonomía y seguridad. Si queremos escribir, al final encontraremos, sin duda, la oportunidad de hacerlo.

• Os doy este consejo por experiencia personal. Avanzad siempre más allá de donde creéis poder llegar.

• Hay una frase se Gore Vidal que cito a menudo: “Como todo autor (y todo lector) sabe, escribir bien es el viaje más bonito que existe”. No nos creemos el problema de escribir “bien”; simplemente escribir, ya es el paraíso.

• Nuestro secreto más profundo es que escribimos porque amamos el mundo. ¿Y por qué, entonces, no decidirse a sacar este secreto que hay en nosotros, y llevarlo a las salas y las galerías, el jardín y el mercado? Que todo florezca.

• Cuando aceptamos estar predestinados para escribir, tras haberlo probado todo, nos encontramos frente a un camino obligado.

• Dedicarse a la práctica de la escritura significa, en última instancia, dedicarse a la propia existencia en su integridad.

• Cuando estamos presentes, el mundo está verdaderamente vivo.

•Escribir cualquier cosa que os atraviese el cuerpo y la mente en ese preciso instante. No intentéis controlar lo que escribís.

•Hay que tener fe en el proceso evolutivo.

• Fundamentalmente, si queremos aprender a escribir bien, hay que hacer tres cosas: leer bastante, escuchar bien e intensamente, y escribir mucho. Y no pensar demasiado.

• Para escribir mejor, hay que hacer ejercicio, (escribir) como en cualquier otro deporte. Pero no hay que dejarse atrapar por el sentido del deber y transformar el ejercicio en una rutina que sea un fin en sí misma.

•… hay que volver continuamente a los libros, a los buenos libros. Y releer a menudo aquellas visiones que nos dicen quiénes somos, lo que podemos ser.

 • En el centro del mundo, es suficiente con dar un solo paso positivo. En el centro del caos, es suficiente con hacer un solo acto definitivo. Escribe y basta. Di que sí, quédate viva, mantente despierta. Escribe y basta. Escribe, escribe.

• En cierto momento de nuestra vida, tenemos que enloquecer, tenemos que perder el control, salirnos de nuestra forma acostumbrada de ver, y entender que el mundo no es como creemos.

• Escribir es un acto de descubrimiento.

• Una poesía es un breve momento de iluminación.

• Si la energía de una poesía se encuentra toda en un solo verso, corta todo lo demás, y deja solo aquel verso.

Fuente: "El gozo de escribir",  Natalie Goldberg.




• No conozco a ningún escritor que sea feliz.

• Si hay algún destino claro para mí en esta vida, lo alcanzaré a través de la escritura.

• Estás ante un camino sin indicaciones, donde las únicas señales válidas son las calaveras de aquéllos que no regresaron.

• Abandoné porque en realidad no tenía ni la más remota idea sobre cómo empezar un libro o sobre cómo acabarlo.

• A menudo luchamos contra nosotros mismas debido a la ignorancia o a las enseñanzas que hemos recibido de la sociedad.

• Debemos estar dispuestas a descartar todas las páginas que haga falta, por mucho que hayamos trabajado en ellas. No pienses que es trabajo malgastado. Porque es el camino que te conducía a la puerta de entrada.

• El camino del escritor requiere concentración, paciencia, compromiso, consciencia, aislamiento, fe y distancia respecto a las percepciones comunes.

• Nunca se acobardó, se mantuvo fiel al apasionado impulso de la creación.

• Cuanto más regularmente escribo más real me parece la historia.

• Tener tiempo para escribir es simplemente eso. Una hora por aquí, media hora por allá.

• Nunca afirmes nunca que escribirás cada día porque cuando no lo hagas -y te aseguró que habrá días que no lo harás- te odiarás a ti misma. Y en vez de escribir cada día, terminarás por no escribir nunca.

• Si pierdes una oportunidad tienes que recuperarla.

• En las estanterías se amontonan buenos libros esperando ser leídos. Podríamos acercar nuestra mente a la de esos autores y sacarles provecho.

•Mi lástima por una ciudad sin librerías.

• Absorber ese libro con todos mis sentidos para comprender al autor y cómo este tejé su historia.

• Es asombroso lo que leen algunas personas -personas que en teoría quieren escribir- y, si lo hacen, la poca atención que prestan a lo que leen.

• La práctica de la escritura nos obliga a ser nosotras mismas. No importa lo que hagamos para ocultarnos o disimular porque cuando escribimos perdemos el control.

• Que una vez que lo hemos dado todo, tenemos que buscar ayuda para continuar.

• Nunca me he avergonzado de leer un libro varias veces.

• El secreto es que todos estamos perdidos.

• Era como si se cumpliese el mandato de Hemingway: escribe con claridad y contundencia sobre lo que más duele.

• Me encontré inmersa en una tarea que me superó aunque pensaba que era capaz de hacer.


Fuente: “El rayo y el trueno”, Natalie Goldberg.



• Cuidado con el uso que le dan a la palabra porque: los escritores no tiene necesidad de explicar las cosas. Tienen necesidad de afirmarlas. “No el porqué sino el qué”. Por ejemplo: Fui a una tienda porque necesitaba algo. La odio porque es una zorra. Verónica compró pan integral porque tiene invitados a comer.

• Porque no es una palabra necesaria en las frases anteriores. En su lugar: fui a la tienda. Necesitaba algo./ La odio. Es una zorra. / Verónica compró pan integral. Tiene invitados a comer. Puedes hacer afirmación tras afirmación. Escribir es la práctica de afirmarse uno mismo.

• No tienen que unir las frases ni razonarlas. La yuxtaposición habla por sí sola. No se dejen empantanar por la necesidad de explicar. Limítense a escribir la frase tal cual es. Sean intrépidos.

• Aconsejo ser cuidadosos con la palabra muy. Generalmente no la necesitamos. Es una palabra que recalca algo que ya se ha anunciado. “El muchacho era muy tímido”. Tampoco añade gran cosa y lo cierto es que “el muchacho era tímido” nos ofrece una afirmación más directa. Oímos mejor tímido sin la fanfarria del muy. Muy disminuye la presencia de la palabra a la que modifica. “Es muy bueno” Quitad la palabra muy. Es bueno. Esta es una aseveración valiente que rara vez se utiliza. Simple, directa, al grano. Nada de elaborados adornos en torno a la cualidad de bueno. Sencillamente bueno.

• Ocurre lo mismo con la palabra realmente. “Estuvo realmente bien”. Casi parece que el escritor no se crea que estuvo bien…, “Lo prometo, realmente estuvo bien”. “Estuvo bien” es una afirmación simple y directa que podemos sostener. No hace falta inflarla. Las palabras y la estructura de las frases revelan la identidad del escritor. Enuncien claramente lo que tienen que decir. No tengan miedo. Avancen.

• Encuentro que cuando hablo utilizo mucho realmente porque  en mi fuero interno no espero la atención de la gente. Intento conseguir que realmente escuche. Y escuchan o no escuchan. No tenemos que lograr que realmente lo hagan.

• Podemos asentarnos en el interior de nuestro cuerpo y escribir. No ocultarlo ni exteriorizarlo. Solo estando presentes. Entonces escribimos por puro vacío. Escribimos porque escribimos y por ninguna otra razón. Eso es bueno.

Fuente: “La escritura, una terapia creativa”,  Natalie Golberg.

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